Creó un escenario epidemiológico excepcional que generó un foco de enfermedades poco habituales

"La DANA permitió definir protocolos multidisciplinares ante infecciones"
José Manuel Ramos Rincón, facultativo del Servicio de Medicina Interna del Hospital General Universitario Dr. Balmis de Alicante.


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Las lluvias torrenciales y las inundaciones provocadas por la DANA que afectó a Valencia en 2024 crearon un escenario epidemiológico excepcional al generar un foco de enfermedades infecciosas poco habituales. Este escenario ha hecho que muchos especialistas hayan aprendido cuáles son los principales focos y riesgos de infección y proponer las medidas oportunas ante nuevos episodios que con el cambio climático puedes producirse de un modo más frecuente de lo habitual en nuestro entorno. Así, las principales infecciones durante la DANA fueron las heridas por cortes al entrar en contacto con aguas contaminadas, las gastroenteritis y las leptospirosis.

Así lo han explicado médicos internistas que presentarán las principales conclusiones en el 46º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y el 39º Congreso de la Sociedad Andaluza de Medicina Interna (Sademi), que se celebrarán en Córdoba del 26 al 28 de noviembre.

Agua como foco de infecciones


"Tras las inundaciones aumentan las infecciones transmitidas por el agua dulce y por contacto con aguas contaminadas. Las más frecuentes incluyen las gastroenteritis de origen bacteriano o vírico, hepatitis A, leptospirosis (infección transmitida por la orina de roedores en aguas estancadas), y, en algunas regiones, enfermedades parasitarias, explica José Manuel Ramos Rincón, facultativo del Servicio de Medicina Interna del Hospital General Universitario Dr. Balmis de Alicante. "También pueden incrementarse las infecciones de la piel, partes blandas y heridas por cortes, al estar expuestas en contacto prolongado con el agua sucia y residuos arrastrados por las inundaciones", señala.

A esto ha añadido que la zona geográfica y climática "es determinante" porque las consecuencias de las catástrofes naturales por agua asociadas al cambio climático varían. Por ejemplo, en regiones tropicales o subtropicales, las altas temperaturas y la menor infraestructura sanitaria favorecen brotes de cólera, dengue o malaria, que no son habituales en España. "En nuestro entorno, observamos sobre todo gastroenteritis, infecciones respiratorias y cutáneas. No hay duda de que el cambio climático está influyendo, ya que fenómenos meteorológicos extremos como lluvias torrenciales o gota fría son cada vez más frecuentes y, con ellos, aumentan los riesgos de exposición a aguas contaminadas y los problemas de salud pública derivados", apunta Ramos Rincón.

Las enfermedades se transmiten principalmente por ingestión accidental de agua o alimentos contaminados y por el contacto directo de la piel o mucosas con agua sucia. También los sistemas de abastecimiento de agua potable y saneamiento pueden verse dañados, favoreciendo la propagación de agentes infecciosos. En este contexto, los más vulnerables son los niños pequeños, los ancianos, las personas inmunodeprimidas y las poblaciones desplazadas (refugiados, lo que no ha sucedido en España) que pierden acceso a agua potable y saneamiento. Además, los trabajadores de emergencias (bomberos, policías) o limpieza también están en riesgo por el contacto directo y prolongado con aguas contaminadas.

Un escenario epidemiológico excepcional


"La DANA generó un escenario epidemiológico excepcional, con infecciones poco habituales y un repunte de gastroenteritis, pero gracias a la coordinación asistencial y al trabajo de Salud Pública se pudo volver progresivamente a la normalidad", asegura Víctor García Bustos, del Grupo de Infección Grave del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe (IIS-La Fe) y especialista en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia.

Y es que durante los primeros momentos de la DANA, las infecciones más habituales fueron las de piel y partes blandas, originadas en heridas y cortes expuestos al agua contaminada y a los residuos arrastrados por las inundaciones. Muchas de ellas se trataban de infecciones poco comunes en la práctica habitual, a menudo polimicrobianas (causadas por múltiples microorganismos) y por bacterias del agua dulce o del intestino humano y animal, como especies atípicas de Proteus, Pseudomonas o las agresivas Aeromonas, junto con algunos casos de bacterias resistentes a los antibióticos, pero adquiridas en el entorno natural sin antecedentes de exposición antibiótica conocida.

Aumento de infecciones cutáneas y gastrointestinales


"En los tres meses posteriores se atendió a 108 pacientes con heridas sospechosas de infección, de los cuales un 26 por ciento presentó celulitis en la primera valoración. Se aislaron hasta 18 especies diferentes, lo que permitió definir protocolos precoces y multidisciplinares para optimizar el manejo, tanto en antibióticos como en intervenciones quirúrgicas", añade.

A medio plazo, aunque las infecciones de heridas continuaron siendo un problema, especialmente durante las labores de voluntariado y limpieza, el foco se desplazó hacia las infecciones gastrointestinales, con un aumento de gastroenteritis bacterianas en las zonas más afectadas. También se registraron algunos casos de enfermedades zoonóticas como la leptospirosis aguda, aunque su incidencia fue menor de lo esperado.

El Hospital La Fe creó entonces un registro específico de infecciones asociadas a la DANA, con la participación de los servicios de Enfermedades Infecciosas, Cirugía Ortopédica y Traumatología, Cirugía Plástica y Microbiología. Durante los tres meses posteriores se atendieron más de 100 pacientes, de los cuales el 13,9 por ciento requirió ingreso hospitalario y el 86,7 por cineto precisó intervención quirúrgica. La mortalidad fue mínima (un solo caso) y la evolución de la mayoría de los pacientes fue favorable.

El análisis permitió identificar carencias en la actuación inicial, como el uso de antibióticos empíricos sin cultivo previo que no cubrían bacterias típicas del agua dulce. Se elaboraron protocolos y guías de actuación para mejorar futuras respuestas a catástrofes similares. En paralelo, un estudio nacional analizó el riesgo infeccioso a escala ambiental, recogiendo muestras de agua, barro y suelos. Además, se identificó una amplia diversidad de patógenos y vectores, generando un modelo de referencia One Health, que integra salud humana, ambiental y animal, y que será clave para anticipar y afrontar las amenazas infecciosas derivadas del cambio climático.
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