Los médicos consideran que muchas de las barreras que salvaguardan al medicamento están corruptas



24 feb. 2015 19:09H
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Eduardo Ortega Socorro. Madrid
A imagen y semejanza del que hizo público en octubre contra la oficina de farmacia, la Organización Médica Colegial (OMC) está elaborando un informe en el que critica la situación y uso del medicamento en España, un texto en el que ataca, sin hacer prisioneros, a la industria farmacéutica.

Juan José Rodríguez Sendín, presidente de la OMC.

Y es que cuando responsables de la OMC advierten de que el nuevo informe será controvertido, no exageran un ápice. Según el borrador del texto, al que ha tenido acceso Redacción Médica, la organización considera que la industria farmacéutica tiene una influencia “orwelliana” sobre el sistema sanitario: “médicos, visitadores médicos, personas y entidades encargadas de la educación médica, anuncios, asociaciones y grupos de pacientes, celebridades y líderes de opinión, conferencias, campañas de concienciación pública, y hasta los consejeros de los organismos reguladores... caen bajo la vigilancia de este gran hermano, que de forma tan poco saludable fija los objetivos que mejor favorecen sus intereses”.

Los médicos advierten de que la consecuencia de este fenómeno es “la corrupción de la práctica clínica”, lo cual lleva a que “la investigación interesada y el marketing alteren las recomendaciones éticas, permitiendo hacer lo que más les conviene en cada momento, incluso provocando la ocultación de datos de investigación, la invención de categorías diagnósticas, el fomento de cribados y tratamientos innecesarios, la publicidad engañosa, los sesgos y errores en las publicaciones e investigaciones, la supervisión inadecuada, y, en definitiva, la falta de consideración y justicia para con la sociedad, llegando a presentar informes acríticos y parciales”.

De hecho, los autores advierten de que muchas de las barreras que salvaguardan la objetividad de la aprobación y la financiación de los medicamentos se han corrompido “como demuestran el trabajo sobre los políticos que cambian leyes y reglamentos en contra de la salud de pacientes y poblaciones”. También consideran que los laboratorios han capturado “las agencias reguladoras” y que generan una dependencia casi exclusiva en aspectos vitales para el profesional como la formación médica continuada.

Gasto en medicamentos, excesivo

El documento de la OMC también da a entender que “el gasto en medicamentos es excesivo y escaso el empleado en los verdaderos determinantes sociales de la salud”. De hecho, para evitar este efecto llama a crear una lista de fármacos “esenciales, junto con las pautas de tratamientos estándar, que deben ser elaboradas con la participación profesional y sometidas durante tiempo suficiente a escrutinio público antes de su aprobación definitiva”.

Además, defiende que “sin la óptima relación médico-paciente es difícil optimizar la terapéutica” y que “es la simbiosis médico-paciente-medicamento la que permite que este último cumpla su objetivo”, sin mención alguna a la actividad que los farmacéuticos pueden llevar a cabo en este campo.

Carga contra la historia clínica

Pero el documento de la OMC no solo ataca a la industria farmacéutica y defiende la labor del médico como único experto en el medicamento, y su relación con el paciente, sino que también carga contra los sistemas de registro de la actividad sanitaria, particularmente contra la historia clínica única y centralizada, los repositorios de prescripción y las bases de datos de prescripciones dispensadas.

Concretando, los médicos opinan que “la concentración de la información estimula y facilita las intromisiones interesadas y multiplica el alcance de los errores y accidentes inevitables. Desprotege la intimidad”. Es más, el texto avisa de que “no hay razón alguna, ni administrativa, ni económica, ni epidemiológica, ni sanitaria ni mucho menos asistencial que aconseje concentrar la información identificando a las personas. Las bases de datos centralizadas con identificación de los titulares de la información son fruto del pensamiento tecnocrático y utilitarista, unido a los actuales criterios de globalización y al afán de grandeza y dominio de los políticos en la sanidad pública”. 

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