Fausta González deja su botica en el barrio de Hortaleza entre aplausos tras más de una década de servicio a los vecinos

Cariño e implicación: la receta del farmacéutico más querido de Madrid
Fausto González.


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Decenas de personas se arremolinan alrededor de la puerta de la oficina de Farmacia de la calle de Santa Adela, en el madrileño distrito de Hortaleza. Sin embargo, no lo hacen en búsqueda de dispensación o consejo. Su presencia bajo el resplandor verde de la cruz que corona el establecimiento tiene otro sentido: el homenaje. Una señal de respeto y agradecimiento a quien ha dirigido la botica durante los últimos 16 años: Fausto González. Una labor que los vecinos de este rincón de la capital han querido elevar a ritmo de palmas y vítores. "No sé si me lo merezco, pero ha sido espectacular", ha indicado el profesional a Redacción Médica. Sentimiento que revela el fuerte lazo que se establece entre la comunidad y el primer punto de contacto de esta con la asistencia sanitaria. 

González llegó a esta pequeña oficina para continuar la labor de Adolfo Ruiz Espiga, quien falleció de un infarto mientras garantizaba la llegada de medicamentos a los vecinos. Desde entonces, su día a día ha estado marcado por las preguntas de los pacientes de Hortaleza. Dudas sobre medicamentos, pero también sobre su propio estado de salud. Nada atemoriza más a la persona que el desconocimiento sobre lo que sucede en su interior. Miedo que ha disipado el farmacéutico en la última década con profesionalidad, pero también buen humor.

"Hay gente que viene con muchos problemas a la farmacia. Que menos que devolverles la sonrisa, cuando tú seguramente tengas menos asuntos por resolver que ellos", ha señalado González. Y es que el farmacéutico no solo tiene que estar pendiente de sus competencias, sino de labrar una relación de confianza con la persona. Una vía para facilitar la asistencia, especialmente con aquellas de mayor edad. "Hay que dar mucho cariño y apoyo desde nuestro puesto. Yo siempre he estado ahí cuando un hijo tenía un problema en el trabajo y no podía acompañar a su padre o llevarle un determinado producto. Creo que los farmacéuticos tenemos que estar ahí para este tipo de situaciones en las que el familiar no llega", ha continuado.


"Se tendría que potenciar más la competencia social del farmacéutico en la universidad"



En este sentido, González, quien estudió en la Universidad Complutense de Madrid, ha destacado que el plan de estudios del grado debería de incidir en la competencia social del farmacéutico. En ofrecer herramientas para conectar con el paciente. "Se tendría que potenciar más, aunque también va con el carácter de la persona. No todo el mundo está preparado para adquirir este rol. Es más, tengo compañeros que cambiaron el ámbito comunitario por el laboratorio", ha revelado.


Refuerzo de la labor asistencial del farmacéutico


El trabajo de González es un ejemplo de la vertiente asistencial de la Farmacia. Una función que instituciones y colegios pretenden reforzar en la red boticaria. Y es que estos establecimientos suelen ser el primer lugar al que acude el paciente ante cualquier inconveniente. "Diría que muchas veces preguntan aquí antes que ir al hospital", ha confirmado el sanitario.

Desde el mostrador de la calle de Santa Adela, González ha ofrecido escucha, charlas y consejos. Eso sí, también responsabilidad, ya que tampoco ha dudado en derivar a otro profesional sanitario cuando era necesario. "Estamos para apoyar al paciente, pero ante determinados hechos, siempre he dicho que hay que ir al médico", ha aseverado.


Un 'hasta luego' a la profesión


Pese a reconocer que su trabajo es "muy bonito" y no haber tenido nunca ningún problema -en plena oleada de aumento de agresiones en boticas-, también admite que es duro. La oficina de Farmacia requiere de mucho tiempo y este es finito. "Todo lo que he dado de mí a otros, se lo he quitado a mi familia", ha admitido González. Y es que su alta implicación con la atención farmacéutica no encajaba con la conciliación de la vida laboral y la personal.

"Las prioridades en la vida cambian", ha resaltado el sanitario. A sus 54 años, González quiere estar más cerca de sus allegados. "Necesito tiempo para dedicarme un poco a esto", ha afirmado. Motivo por el que se despide de su 'familia de Hortaleza'.


"La Farmacia es mi vida y seguramente retorne de alguna manera"



Eso sí, no es un 'adiós' a la Farmacia Comunitaria, sino un 'hasta luego'. González tiene claro que volverá en algún momento a la botica. "Ha sido mi vida y seguramente retorne de alguna manera al ámbito de la oficina", ha comentado. Ovacionado, el farmacéutico pone rumbo a un nuevo capítulo. Asimismo, comienza una nueva era en el local de la calle de Santa Adela, aunque con la misma misión que siempre ha tenido: asistir a los vecinos de Hortaleza. Un fulgor que no se apaga. Al final, la cruz verde es símbolo de cualquier barrio. 
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