Estudiar Medicina y adquirir las habilidades no solo para ser un buen estudiante sino un buen clínico es uno de los grandes retos de este grado universitario. Un reciente estudio publicado en BMC Medical Education ha desvelado que la clave para acertar en el diagnóstico de un caso clínico no está en observar más, sino en observar mejor. Y en concreto, en saber dónde dirigir la mirada.
El trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Alberta y el Hospital Universitario de Mongolia Interior (China), utilizó tecnología de eye-tracking para comparar cómo médicos expertos y estudiantes de Medicina analizan un caso clínico neurológico. Los resultados no dejan lugar a dudas: los expertos enfocan su atención en la información verdaderamente relevante, mientras que los alumnos se distraen con elementos visuales llamativos, pero poco útiles para llegar a un diagnóstico.
Durante el experimento, los participantes disponían de 150 segundos para leer un caso que incluía una breve historia clínica, una imagen de TAC y un ECG. Posteriormente, respondían a 10 preguntas tipo test. Los médicos con experiencia obtuvieron una media de 9,1 puntos sobre 10, frente a los 4,7 de los estudiantes.
El secreto, según reveló el análisis de sus movimientos oculares, estaba en la forma de interactuar con la información. Los expertos dedicaban el 42% del tiempo de lectura a las llamadas “áreas de información relacionadas con el paciente” (Patient-Related Information Areas o PRIAs), frente al 29% de los estudiantes. Estas PRIAs (identificadas previamente por un neurólogo del equipo) incluían frases clave del texto y algunos elementos del ECG.
Además, los expertos realizaban menos cambios de mirada entre texto e imágenes, lo que indica un procesamiento más estructurado. En cambio, los alumnos iban y venían entre las secciones sin un patrón claro, reflejo de un razonamiento clínico aún en desarrollo.
Este patrón encaja con teorías cognitivas clásicas como el “Sistema 1” y “Sistema 2” de Kahneman: los expertos utilizan procesos más automáticos e intuitivos, mientras que los estudiantes tienden a realizar análisis más lentos y desordenados.
Los autores destacan el potencial del eye-tracking no solo como herramienta de investigación, sino como método docente. “Entrenar a los estudiantes para que aprendan a fijarse en las zonas que verdaderamente importan podría acelerar su aprendizaje clínico y reducir errores diagnósticos”, señalan.
En definitiva, para aprobar con nota (y, sobre todo, para ejercer una buena práctica clínica) no basta con mirar más: hay que mirar bien. Y eso, como demuestra este estudio, también se puede aprender.