Santiago Jiménez Treviño, pediatra.
Santiago Jiménez Treviño es un pediatra que
se ha convertido en asesor para una oposición del Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa), aunque su experiencia no ha sido la mejor. En
Redacción Médica, ha contado como
planteó el examen bajo
presión por no saber medir su dificultad y el escaso margen de tiempo que tuvo para hacerlo junto con otra compañera. Así, afirma que no volvería a asumir este papel.
Y es que Jiménez Treviño ha participado como uno de los dos asesores encargados de
elaborar las preguntas de la oposición, una labor externa al tribunal evaluador, pero clave para su desarrollo, ya que el examen constó de
100 preguntas tipo test, 20 de legislación común y 80 específicas de la especialidad, sin penalización por errores.
Una experiencia que no repetiría
Jiménez Treviño es contundente sobre su paso como asesor. "No lo repetiría ni de broma", afirma, y explica que aceptó el encargo "casi
como un favor a la persona que me lo pidió". Además, desde el inicio sabía las condiciones: "Me dijeron claramente que
no me iban a pagar nada y que iba a gastar tiempo de mi familia o de mi tiempo libre".
El mayor problema fue el tiempo disponible. "A mi juicio, fue poco", asegura. Aunque el examen para Pediatría era a finales de noviembre, recuerda que "tienes que
entregar las preguntas un par de semanas antes del examen". Pero los asesores debían reunirse para revisar el conjunto antes, lo que redujo aún más el margen. "De repente, lo que pensabas que era mes y pico
se convierte en dos semanas". En ese plazo, subraya, "no es solo preparar preguntas, sino buscar bibliografía para blindarlas y que no sean impugnables".
A esa presión se suma la
exposición pública: "Probablemente v
as a quedar mal con mucha gente. Si el examen es fácil, los que han estudiado mucho se enfadan; si es difícil y la gente suspende, también, y
eres tú el culpable".
El mayor reto: justificar cada pregunta
Jiménez Treviño explica que la figura del asesor existe para
garantizar el rigor técnico del examen. "En el tribunal hay muchas especialidades y se puede dar la circunstancia de que un traumatólogo tenga que poner preguntas de Pediatría". Por eso, "
se contacta con especialistas para que elaboren las preguntas de su área", aunque aclara que "los asesores solo ponen preguntas y no participan
en la nota final ni en la valoración de méritos".
Justamente, la mayor dificultad fue
sustentar cada pregunta. "Tú tienes una idea clara de la pregunta, pero luego tienes que buscar
bibliografía que avale la pregunta y la respuesta". Esto es clave porque "después del examen hay un
periodo de alegaciones y la gente impugna si la pregunta le ha salido mal". Por ello, insiste, "tienes que tener preparada previamente una base bibliográfica para
responder a esas impugnaciones".
Equidad, nivel del examen y la presión tras la prueba
En la elaboración del examen no había
criterios cerrados ni ninguna "normativa impuesta". En su caso, optaron por un
reparto equilibrado del temario. "Decidimos dividir los temas y poner el mismo número de preguntas por cada uno", porque, defiende que cargar el examen
con temas que más gustan personalmente "no sería justo".
Otra dificultad fue calibrar el nivel. "Es muy difícil
saber qué grado de dificultad tiene tu pregunta", continúa, ya que lo que parece sencillo para el médico puede no serlo para el opositor. Esa incertidumbre se mantuvo tras la prueba. "Durante las primeras 24 o 48 horas
estuve bastante agobiado, porque mucha gente decía que había sido muy difícil".
Sin embargo, Jiménez Treviño insiste en que el objetivo de los asesores nunca es que los opositores suspendan, sino que el examen solo "sea justo". Aunque matiza que "
si el examen es muy fácil, no hay diferencias entre el que ha estudiado seis meses y el que se presenta por presentarse", sobre todo en un test sin penalización, donde "
jugar a la quiniela puede funcionar y hasta un mono sacaría un 2,5 por azar".
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