Actualmente hay en España cuarenta facultades de Medicina (32 públicas y 8 privadas) que tienen la responsabilidad de la primera etapa de la formación de los futuros médicos. Ellos serán el pilar fundamental sobre el que se asiente la calidad del sistema sanitario y la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS). Por esta razón garantizar la calidad de nuestras facultades es fundamental y hay que tomárselo muy en serio.

Recientemente, hemos estrenado nuevos planes de estudio para adaptarnos al Espacio Europeo de Educación,  los planes de Bolonia. Sin entrar a valorar los resultados de esta renovación que veremos en las próximas promociones, de lo que sí estamos convencidos es que el mejor de los planes de estudio no tendrá ninguna posibilidad de éxito si no contamos con los profesores adecuados y estos, por supuesto, no se improvisan. 

Uno de los problemas a los que se enfrentan las facultades públicas es el envejecimiento de las plantillas y, lo que es más grave, las dificultades para su renovación, especialmente de los profesores clínicos que forman sus plantillas estables. En una facultad pública dichas plantillas están formadas por profesores que en su mayoría son funcionarios (catedráticos y profesores titulares)  y un pequeño grupo que son personal laboral (profesores contratados doctores). En el caso de áreas clínicas, combinan la labor docente e investigadora con la asistencial ocupando las denominadas plazas vinculadas. A estos profesores se suma un número muy importante de facultativos, los profesores asociados de ciencias de la salud, que también ejercen en los hospitales y centros de salud universitarios concertados y que, a través de un contrato adicional con la universidad, se ocupan fundamentalmente de la enseñanza práctica. 

En las facultades pertenecientes a universidades privadas, el profesorado se rige por una normativa diferente, de manera que deben tener un determinado número de docentes con grado de doctor y de profesores con acreditación a profesor de universidad privada, que también necesitan superar una acreditación similar a la de los profesores contratados doctores; una parte muy importante de estos docentes también ejercen labores asistenciales. En estas facultades, que son en su inmensa mayoría muy recientes, la dificultad no es la renovación sino reclutar profesores con experiencia y calidad contrastada para la docencia de grado. Pero ese es otro problema del que hoy no nos vamos a ocupar.

La renovación de las plantillas de profesores de áreas clínicas de las facultades públicas debe venir de los facultativos de los hospitales universitarios del SNS. La pregunta a responder es: ¿por qué los facultativos de los hospitales universitarios no se incorporan a las plantillas estables de nuestras facultades?

Una razón importante es la falta de atractivo de la carrera docente,  pues compaginar las facetas docente, asistencial e investigadora requiere un esfuerzo adicional que debería tener un mayor reconocimiento tanto por la institución universitaria como por los responsables sanitarios. El reconocimiento debe afectar a varios aspectos. En relación a los aspectos laborales, ambas instituciones deben reconocer este esfuerzo adicional que realiza el profesor vinculado y facilitar tanto la universidad la labor asistencial, como la institución sanitaria la labor docente. Y ambas, las labores de investigación. En otro orden de cosas, también es muy importante tener en cuenta este esfuerzo adicional para su promoción en estas instituciones y, por qué no decirlo, en sus retribuciones. Todos estos aspectos dependen de los convenios firmados entre las universidades y los servicios autonómicos de salud, regulados por una normativa nacional de 1986 (Real Decreto 1558/86), que necesita urgentemente una renovación por  las autoridades nacionales responsables y que incluiría un nuevo marco para la acreditación del hospital universitario. 

Por otro lado, tampoco es sencillo lograr la acreditación docente, que constituye un requisito para poder optar a los concursos para ocupar plaza vinculada por parte de la Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) o de agencias autonómicas acreditadas. Dicha acreditación se sustenta en la valoración de méritos de investigación, docentes y de gestión, teniendo la labor asistencial -a la que dedica una gran parte de jornada de trabajo- una valoración más tangencial. De manera que para lograr la acreditación se pide a los médicos asistenciales unos niveles de exigencia similares a los de un profesor de ciencias de la salud sin actividad asistencial.

También es importante comentar que al ganar una plaza de profesor vinculado, esta tiene una categoría asistencial de licenciado especialista, de manera que un médico acreditado que ya ocupa una plaza jerarquizada de jefe de sección o de servicio pasaría a ocupar una plaza vinculada de menor nivel asistencial. ¿Le compensará trasladarse, es posible que incluso a otra ciudad y hospital, para incorporarse a una plaza vinculada con estas condiciones?

Por último, hay que considerar otro factor que tampoco ayuda a la necesaria renovación, pues aunque a pesar de las dificultades enumeradas nuestras facultades disponen de profesores acreditados -sobre todo, en aquellas con mayor tradición investigadora- sin embargo, las universidades y los servicios autonómicos de salud no convocan estas plazas por las actuales limitaciones que impone la tasa de reposición vigente del 10% de las jubilaciones. En otras palabras, excelentes profesionales acreditados con una sólida formación en docencia, asistencia e investigación ven cómo catedráticos y profesores titulares de sus especialidades se jubilan y las plazas que ocupaban no salen a concurso.

En resumen, la falta de atractivo y las dificultades comentadas anteriormente han originado que las acreditaciones para profesor titular de los médicos asistenciales hayan disminuido últimamente -aunque no conocemos los datos con precisión-  y se obtengan a edades muy elevadas y que los jóvenes médicos asistenciales no hagan una apuesta decidida para lograr los méritos que le permitan acreditarse. Las plazas de catedráticos no se convocan y la figura de profesor contratado doctor -que podría ser una alternativa para nuestras plantillas, pues sus requisitos son menores y disponemos de un número importante de acreditados- necesita modificaciones importantes para que se pueda aplicar en el ámbito sanitario.

A pesar de lo anterior, el SNS dispone de profesionales médicos capacitados para desarrollar un brillante futuro académico y asistencial. Todo lo que hace falta es una apuesta decidida de las responsables de los ministerios de Educación y de Sanidad para adecuar las figuras de profesor vinculado a la nueva situación.

Cabe preguntarse, después de todo lo anterior, si es más razonable eliminar la figura del profesor vinculado que en su momento fue una figura de compromiso. Sin embargo, a juicio de la Conferencia Nacional de Decanos de las Facultades de Medicina, es una figura plenamente vigente en una Universidad pública que está ligada al SNS, aunque, insisto, necesita una adaptación de su normativa en beneficio de la formación de nuestros futuros médicos.


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