Estaba nervioso, era mi primer día. Sabía muy bien lo que tenía que hacer, aunque dudaba en cómo hacerlo. Me sumergía en un lugar, un mundo, un grupo de gente que sacaba tiempo de la nada para regalarlo a los demás. Y en este mi primer día, paseaba por el Hospital Río Hortega de Valladolid con una sonrisa entrecortada y con infinitas ganas de empezar. Pues bien, todo había comenzado meses antes. En concreto, mayo, fecha en la que realicé los cursos de aprendizaje y formación psicológica seguidos de los de conocimientos básicos de Medicina.

Fue alentador no sentirme solo. Un conjunto de personas de edades diversas, aunque mujeres mayoritariamente, me acompañaban. Allí recibimos nuestras primeras instrucciones, y todavía recuerdo la emoción que recorría mi cuerpo al escuchar las palabras de nuestra coordinadora, que me hacían ver que estaba en el lugar correcto.

Tiempo atrás había pensado en formar parte de otro tipo de voluntariados, pero esperé. Era bien sabido, que éste, estaba hecho para mí. Quizá una deuda pendiente para alguien que ha sufrido en carnes los estragos de esta enfermedad que ataca sin previo aviso. Han sido familiares, amigos, amigos de amigos… Realmente todos estamos afectados. Es como una plaga que se extiende y maligniza, y solo nosotros bien juntos podemos detenerla.

Fue esta especialidad, la oncología, la que decantó en parte mi intención de formar parte de la medicina. Sí, esa carrera que se dedica al estudio de las enfermedades del ser humano, y a cómo tratarlas. Pero realmente hay algo más, hay mucho más. Un paciente nunca puede ser rutina, nunca puede ser costumbre, un paciente es único y especial. Un paciente es un motor de trabajo, es el motivo que motiva a cada médico cada día, y esto no se debería olvidar. En una carrera de pura vocación, a la que entrar es un sueño, por las exigencias tanto de nota como morales, uno ha de estar preparado.

Y bien es cierto, que en parte nos enseñan a entender el término relación médico-paciente, pero la pregunta es, ¿lo suficiente? Pues bien, a mi parecer no. Quizá algún día profesores y médicos entiendan en su conjunto, que lo que te dice un paciente en una detallada historia clínica es precisamente su “historia”. Aquello que le ha traído a verte, a ti, que no eres otro que su salvador. Tú como médico eres el elegido, para apoyarle, guiarle y ayudar en su problema. Al fin y al cabo es bastante sencillo de entender. Tú tienes el antídoto y la solución a su problema. Pero no, a eso no nos enseñan. Nos enseñan a ser puramente resolutivos, a no mirar a los ojos del paciente, a apenas levantar la cara del ordenador. No nos enseñan a entender miradas, a ser empáticos.

Entendí desde un primer momento que siendo voluntario iba a ser doble mi recompensa. La primera de ellas por todo aquello que me iba aportar una experiencia como esta, que te enriquece y te hace crecer como persona, y la segunda por tener la posibilidad de ver el hospital desde el otro lado. Desde el lado emocional, desde donde se sufre, desde donde cada minuto cuenta como el que más. Sabía que tenía que ser fuerte, y que quizá podría afectarme al día a día. Pero sin dudarlo acepté el reto. Como voluntario y futuro médico deseo con todas mis fuerzas, que el término relación médico- paciente desaparezca. De hecho ambas palabras se hallan separadas por un guion lo que a mi parecer está reflejando en parte la distancia entre ambas. A veces un guion más que un nexo, es distancia.

De vuelta al inicio del artículo, como bien decía estaba nervioso, era mi primer día. Y sentía un fuerte impulso de responsabilidad. Mi cabeza estaba llena de frases y consejos alentadores para los pacientes, pero la realidad era otra. Cuando entras allí, en ese hospital de día y recorres los boxes te das cuenta de que a veces toda frase sobra, y que en ocasiones una simple mirada, engloba el apoyo necesario, y que una sonrisa puede secar cualquier tipo de lágrima. Es allí, en el hospital de día por donde paseamos una especie de carrito, con el que ofrecemos de forma gratuita a los pacientes una serie de productos de nuestro supermercado solidario.

Es un buen momento, y aunque haya gente que pueda pensar que  parece algo incómodo, les aseguro que es todo lo contario. Es un acto, natural y distendido. Lugar en el que conversamos con ellos. Reconozco que como estudiante de medicina, me deja asombrado la maquinaria y curioseo por momentos, lo cual es normal ya que ni siquiera he cursado dicha asignatura en la facultad. A pesar de ello, sé muy bien cuál es mi función allí, y no es otra que la de apoyar, y guiar en su proceso de lucha personal contra la enfermedad. Ayuda saber el amplio equipo que a día de hoy compone nuestra asociación.

Además del hospital de día, como voluntario también trabajo en planta en el hospital. Acudimos a las habitaciones que han solicitado este servicio, y pasamos un rato con los pacientes. Momento en el que entablas relación con ellos. Se trata de conversaciones bidireccionales, en las que ambos aprendemos el uno del otro, y en la que la comunicación no verbal me ayuda como voluntario para comprender al paciente. Existen casos en los que la atención del voluntario es insuficiente, y le explicamos que puede solicitar ayuda psicológica de un profesional de la materia en la asociación española contra el cáncer.

Parte de la clave del éxito de la AECC se encuentra en el gran trabajo cooperativo de sus trabajadores. Como voluntario acudo cada martes al Hospital Río Hortega de Valladolid, citado anteriormente, y una vez realizadas las dos actividades comentadas, elaboramos informes diarios de cada paciente para valorar cada situación en singular. Cada día un total de cuatro voluntarios, divididos en parejas desarrollamos las funciones mencionadas, y lo realizamos cada día de la semana, por lo que no hay día en el que nuestros pacientes no estén atendidos.

Formar parte de este voluntariado está siendo una grandísima experiencia, no sólo por lo que uno aporta, sino por lo mucho que te pueden aportar tus pacientes. Sacar parte de tu tiempo, para realizar esta labor es muy satisfactorio, y animo a todos aquellos que se lo planteen.

Nuestra sociedad cada vez está más concienciada de esta enfermedad. Y lo más importante es el aumento del compromiso por parte de la gente. Ejemplo de ello, fue el día 19 del pasado mes de octubre, en el que por motivo del Día Internacional del Cáncer de Mama decidimos realizar la venta de diversos productos con temática rosa propios de ese día. Pues bien, la respuesta fue inverosímil por parte de la gente. La recaudación para la investigación contra el cáncer de mama fue de lo más cuantiosa.

Otro ejemplo fue la V Marcha Contra el Cáncer del domingo día 23 de octubre, en la que 35.000 personas se lanzaron a la calle en Valladolid, y por medio de esta carrera expresaron su solidaridad y compromiso con esta lucha. Un servidor estuvo allí, y les aseguro que fue alucinante. Escuchar a miles de personas aplaudir minutos antes de la carrera de forma unánime fue emocionante.

Ahora bien llegados a este punto, una vez relatada mi experiencia en este voluntariado, me gustaría resaltar la gran labor de aquellos médicos que invierten en su trabajo tiempo en la escucha activa, y en establecer conversaciones de carácter bidireccional en consulta. Todos ellos entienden la vital importancia de estas en la medicina. A los que no, les invito a que lo prueben. Debemos estar unidos en esta lucha, y hacer hincapié en la protección de 5 principales factores que favorecen la aparición de esta enfermedad tales como: tabaco, alcohol, actividad física baja, mala alimentación e índice corporal elevado. La publicidad en sí misma sabe de lo que hablo.

El cáncer es culpable del 28 por ciento de las muertes anuales en nuestro país, una cifra desorbitada y alarmante que acecha presente y futuro. Por ello tomen nota desde arriba, abajo, derecha, e izquierda. Porque en esto somos todos. Reflexionen sobre ello, y entiendan, que estamos todos en el mismo lado. Copiemos a países que desde hace tiempo entienden que sin investigación no hay solución, y que recortar en vida es quitárnosla. Como decimos bien alto y claro en el hospital “Rendirse no es ni siquiera nuestra última opción”.

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