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21 mar. 2013 18:50H
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Por María José Torres Jaén. Unidad de Gestión Clínica de Alergología. Hospital Regional de Málaga

 

Las reacciones alérgicas a medicamentos constituyen un problema sanitario de relevancia, afectan a un porcentaje no desdeñable de la población expuesta y suponen una importante sobrecarga para los servicios sanitarios públicos. En nuestro país existen unidades especializadas con gran experiencia en la evaluación de este tipo de reacciones, que pertenecen a los servicios de alergología. En nuestra unidad hemos evaluado en los últimos seis años a 5.000 pacientes con historia de alergia a medicamentos, confirmando como alérgicos al 37%, datos similares a los obtenidos en pacientes hospitalizados.

Esto indica que más de un 60% de los sujetos inicialmente considerados como alérgicos finalmente no lo son. Esto es relevante si tenemos en cuenta que un diagnóstico de alergia a fármacos, real o no, conlleva la utilización de medicación alternativa, en muchos casos menos eficaz, más tóxica y cara. Además, en el caso de los antibióticos, existe un aumento en el riesgo de infecciones y colonización por microorganismos resistentes al usar antibioterapia que no es la de primera elección. Por ello es crítico realizar un correcto diagnóstico de alergia a fármacos, lo que implica un aumento en la seguridad del paciente y un ahorro para el sistema sanitario.

En función del tiempo transcurrido entre la toma del medicamento y la aparición de los síntomas, las reacciones alérgicas a medicamentos se clasifican en inmediatas y no inmediatas. Las primeras, que son las mas frecuentes y más estudiadas, están mediadas por anticuerpos IgE, los cuadros clínicos más frecuentes son la urticaria y la anafilaxia, y los fármacos mayormente implicados son los antibióticos betalactámicos, aunque existe un incremento importante de otros fármacos como antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), destacando pirazolonas, arilpropiónicos y arilacéticos, otros antibióticos como las quinolonas.

Las reacciones no inmediatas están mediadas por células T, los cuadros clínicos más frecuentes son la urticaria y el exantema maculopapular y los fármacos más frecuentemente implicados, los antibióticos betalactamicos y los medios de contraste radiológicos. Dado que estas reacciones constituyen un grupo de entidades clínicas heterogéneas que pueden estar producidas por un gran número de fármacos con estructura química diferente, su estudio necesita una estrategia adecuada.

Su abordaje diagnóstico es complejo y se basa en la realización de pruebas cutáneas, que carecen de una óptima sensibilidad, y de administración controlada. Estas pruebas no están exentas de riesgo para el paciente, necesitan personal entrenado, consumen tiempo y deben realizarse en ambiente donde existan medidas de soporte que puedan ser administradas en caso de que aparezca una reacción. En la actualidad no se dispone de métodos analíticos con suficiente sensibilidad que permitan recomendar su uso rutinario. Por todo ello el diagnóstico de alergia a fármacos tiene un coste importante y es necesario de una correcta identificación en atención primaria, especializada y urgencias de los sujetos candidatos a estudio.


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