EDITORIAL
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12 feb. 2014 20:35H
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Mucho antes de que las empresas se dieran cuenta de que debían desarrollar una responsabilidad social para con las comunidades en las que realizaban su actividad mercantil, el sector sociosanitario ya registraba ejemplos indudables en los que las compañías demostraban que, además del beneficio, es posible –y necesario- incorporar otras preocupaciones en la actividad diaria. Sin embargo, el sector no estuvo en la vanguardia cuando comenzó, a principios de este siglo, a generalizarse el concepto de responsabilidad social empresarial (RSE), también conocida como responsabilidad social corporativa (RSC).

Por una u otra razón, la sanidad y los servicios sociales no se sentían cómodos en una actividad en la que, de alguna manera, se identificaban, pero que no les terminaba de contemplar y definir. Ocurría con las empresas, pero sobre todo con las instituciones. Claro que las administraciones sanitarias, las empresas proveedoras, farmacéuticas, de tecnologías, de servicios, y hasta los mismos agentes profesionales muestran día a día su preocupación social y el impacto que su cometido genera en su entorno más inmediato. Pero esto no podía formar parte de un concepto demasiado amplio y demasiado vinculado al funcionamiento empresarial ordinario como es el de la RSE.

Surge así una corriente de opinión, favorable a la creación de un nuevo concepto con el que definir la responsabilidad social en el ámbito sociosanitario. El término –Responsabilidad Sociosanitaria (y sus siglas, RSS)- se dirige a administraciones, instituciones, organizaciones profesionales, científicas, patronales y sindicales. Pero no solo sanitarias o relacionadas con los servicios sociales, sino también a todas aquellas que, sin pertenecer a nuestro sector, tienen un decidido interés en promocionarlo, defenderlo y contribuir a su consolidación y crecimiento.

La idea parte del presidente de Sanitaria 2000, editora de Redacción Médica, el doctor José María Pino. Y de inmediato responden y se adhieren al proyecto como socios de honor instituciones como las comisiones de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso y del Senado, el Departamento de Salud de Cataluña, la Consejería de Salud y Política Social de Extremadura, la Consejería de Salud de las Islas Baleares y los consejos generales de Médicos y de Enfermería, y como socios numerarios empresas reconocidas del sector como Janssen, Novartis, Pfizer, Fresenius y Otsuka. Y esto es solo el comienzo...

En estos años de desarrollo desigual de la RSE, los ciudadanos y la sociedad en su conjunto no han tenido muy claro en qué consistía y tampoco qué era lo que se suponía que tenían que hacer las empresas. Algunas encuestas apuntan el dato de que existe una mayoría que identifica la RSE con políticas activas de empleo, es decir, que la responsabilidad social de las empresas se concretaría en su capacidad de contribuir a la generación de puestos de trabajo.  Es cierto que, en los tiempos que corren, no parece haber medida más oportuna y perentoria. Pero obviamente, la RSE es más, mucho más que creación de empleo.

Junto a este problema de visibilidad, la RSE se ha topado también con la especificidad de algunos sectores en los que esta estrategia parecía quedarse corta e incluso no respondía al espíritu de lo que debería ser, en esos campos, la responsabilidad social. Es el ejemplo de la universidad, que ha desarrollado su propio concepto (responsabilidad social universitaria). Y ahora es el turno del ámbito sociosanitario. Porque la actividad asistencial tiene un marcado y tradicional componente social que trasciende sus propios objetivos económicos. Por lo tanto, la RSS sería un concepto casi inevitable, que caería por el propio peso del sector que lo origina y le da sentido.

Una vez definida, la cuestión es hacia dónde dirigir la RSS. Ya se ha determinado que la generación de empleo no puede ser el principal propósito de las acciones. Es aquí donde aparece el término por excelencia y que lleva tiempo en el centro del sistema sanitario, aunque no es sencillo llegar a él: se trata del paciente, o, si se quiere y por hacerlo más universal, del ciudadano, en tanto en cuanto, en algún momento de su vida, alcanzará, tarde o temprano, aquella denominación. Por lo tanto, la RSS estará centrada en el paciente, para responder a la creciente inquietud y la permanente expectativa que, en torno a su salud, los ciudadanos trasladan permanentemente a los servicios sanitarios y, por extensión, a autoridades, empresas y agentes de toda índole.

En este escenario teórico, es preciso articular una medida tangible, que pueda dar un marchamo de verosimilitud a esta transformación conceptual de gran alcance. Nace así Inidress, acrónimo del Instituto de Innovación y Desarrollo de la Responsabilidad Sociosanitaria, con la intención de agrupar, impulsar y dar visibilidad a las acciones socialmente responsables de los stakeholders del sector sociosanitario, y también de aquellos otros que tengan interés en este ámbito aunque no pertenezcan a él ni por origen ni por actividad.

Inidress aspira a convertirse en un punto de encuentro necesario en el que podrán ir confluyendo todas las iniciativas en RSS, las actualmente en marcha y aquellas que todavía no se hayan realizado, ni siquiera esbozado. Inidress servirá, entre otras cosas, para sacar a la luz a estas últimas. La innovación y la investigación serán dos de sus líneas preferentes, y el fin de sus acciones será el paciente/ciudadano.

Comienza por tanto una nueva etapa en el desarrollo de la responsabilidad social, por lo menos en el ámbito sociosanitario. La RSS, una nueva disciplina, ya está pidiendo paso. Tendrá un aliado impagable: Inidress. Y Sanitaria 2000, como miembro de Inidress, aportará lo mejor de su actividad editorial para ayudar a impulsar y consolidar el nuevo concepto. Su primera acción ya está en marcha: una sección dedicada a la RSS en Redacción Médica y una publicación específica sobre el particular, de inminente aparición.

Es solo el principio de una larga historia que comienza ya.


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