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24 feb. 2019 11:20H
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#MIR2019 y los nervios están a flor de piel antes de entrar al examen. Caras de angustia y ansiedad. El nerviosismo es tal, que algunos no aciertan a encontrarse en el listado y piensan, con horror, que tal vez no puedan examinarse.

Los padres rodean a sus hijos con un instinto protector, queriendo reconfortarlos antes de lo que saben que será uno de los exámenes más importantes de su vida, si no el que más. Es la prueba que decidirá su destino profesional hasta el día de su jubilación.

#MIR2019 con 15.000 aspirantes para unas 6.500 plazas. Las cifras no mienten: más de la mitad no podrá completar su formación y quedará fuera de un sistema que los deja sin opciones reales de trabajo tras una dura carrera y los sacrificios que han tenido que hacer incluso antes de acceder a la Facultad de Medicina.


Son los olvidados de un sistema que ya antaño dio lugar a toda una generación de mestos


Formar médicos para que luego no puedan ejercer ya es, de por sí, preocupante; pero, además, tiene la paradoja de que ocurre en un Sistema Nacional de Salud en el que ni siquiera el recambio generacional de los médicos en activo está asegurado.

Años de estudio, de esfuerzo, de dedicación y de olvidarse de todo. Años de renuncias para entrar en Medicina, esfuerzos económicos de sus familias y apoyo emocional para esos hijos que llegarán a ser futuros doctores. Años para poder hacer una selectividad que les pide más que la excelencia para poder acceder a Medicina. Una vez en Medicina, seis años de bibliotecas y encierros, de clases magistrales, de comisiones de apuntes. Años de más renuncias, más encierro y más estudio. Meses de academias y de preparación intensiva, de nervios y estrés, de una montaña rusa de momentos positivos y negativos, de no poder contener la ansiedad, de incertidumbres… Y, al fin, llega el examen.

En un examen puramente teórico, que no mide las cualidades que tiene que tener un buen médico, solo sus conocimientos, se juega a una sola carta y la apuesta es tan alta que el estado emocional puede llegar a influir mucho en el resultado.

A pesar de todo el esfuerzo y dedicación, a pesar de ser alumnos brillantes y con grandes cualidades, muchos no tendrán un futuro laboral como médicos porque el número de plazas #MIR es insuficiente para cubrir las necesidades de médicos de este país.

Son los olvidados de un sistema que ya antaño dio lugar a toda una generación de mestos. No podemos repetir los mismos errores una y otra vez, no podemos apostar por un sistema #MIR que ha demostrado que funciona, que es excelente, pero que se convierte en un problema si nadie se sienta a hacer una planificación a largo plazo de las necesidades que tenemos de médicos por especialidades. El número de plazas de #MIR de Pediatría, por ejemplo, es insuficiente año tras año. En Atención Primaria hay más de un 30 por ciento de plazas cubiertas por médicos de Familia. Aunque desde el Sindicato Médico CESM no hemos dejado de denunciarlo, la Administración no plantea soluciones.

La Pediatría no es la única especialidad que padece este déficit. Ocurre en muchas. Sin embargo, cada político de turno, con su visión cortoplacista, no quiere hacer frente a este problema, que ya lo tenemos encima y que seguirá agravándose hasta que alguien no decida escuchar a los profesionales y hacer algo tan sencillo como planificar las necesidades de médicos de un país para cuidar la salud de sus ciudadanos.


Nos vienen años muy duros, con pocos médicos y con dificultad para cubrir la asistencia sanitaria


Frente a los médicos que faltan están los olvidados del sistema como decía antes. Esos médicos que necesitan completar su formación sanitaria especializada para poder ejercer y que el sistema obvia.

Sirvan estas líneas de reconocimiento a todos ellos, los olvidados por el sistema, pero que valen muchísimo y que han sido y serán capaces de llegar hasta el examen #MIR, pasando por una carrera muy dura.

Con este artículo, recordamos a nuestros políticos y a la sociedad en general que nos vienen años muy duros, con pocos médicos y con dificultad para cubrir la asistencia sanitaria por la ceguera de un sistema que no es capaz de planificar.

Esto no termina aquí. Otro día hablaremos de los olvidados que, después de 11 años (6 de carrera y 5 de especialidad), solo consiguen contratos de días o meses, que son víctimas de unas cifras escandalosas de temporalidad y que no encuentran más salida que abandonar nuestro país en busca de oportunidades profesionales más estables.

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