No conozco personalmente a Mónica Lalanda. Mi única imagen suya es la que de manera habitual refleja en sus abundantes mensajes a través de Twitter y que hablan de una mujer con convicciones, abierta a la polémica y poco dispuesta a dejar charcos sin pisar. Se define como médico vocacional y aunque este papel sea el dominante de su figura pública, trufa su labor sanitaria con reflejos de otras dos de sus actividades predilectas: la ilustración y la participación en medios sociales, particularmente en Twitter.

En el peculiar entorno que ofrece esta red social se despliegan algunos ecosistemas específicos como el de los sanitarios, en el que Lalanda es un referente. Su constancia en el uso de la herramienta y la seguridad con que se manifiesta hacen de ella una figura reconocida, con todo lo que supone de bueno y también de negativo: por un lado, el reconocimiento de los habituales del Twitter sanitario; por otro, el rechazo que provocan en muchos usuarios quienes se exponen con tanta asiduidad. Lalanda es rotunda, persistente y a veces mordaz, como ha podido comprobar en algunas ocasiones este mismo medio al ser objeto de sus críticas. El choque de trenes ha sido prácticamente inevitable: ni este periódico es siempre amable en sus planteamientos ni ella es de dejar pasar las cosas sin más. Pero bendita sea la discrepancia.

En los últimos días ha sido noticia por la publicación en su blog de un artículo en el que de forma seca y directa explica las razones que le han llevado a tomar una decisión traumática: renunciar a su puesto en la sanidad pública. La mala organización, la impotencia de enfrentarse a situaciones que se dan por inamovibles y la precariedad han sido los acicates de este paso. En su artículo expone crudamente la reflexión que le lleva a dar un corte por lo que quede de sano en su relación con la sanidad pública.

En una entrevista que concedió en mayo a La Revista de Redacción Médica ya esbozó las claves de este proceso, y explicó que tenía un dibujo en el que representaba la situación de la sanidad española: "Un barco que se hunde con el médico que se queda al final". En concreto, decía:

"Se está abusando de lo que los médicos podemos aguantar, se sigue hablando de que tenemos muy buen sistema pero no se dan cuenta de que nos están quemando (…) Pero se nos está estrujando demasiado y el médico va aguantando un sistema que está sufriendo mucho y todo tiene un límite, pero no se dan cuenta".

Llega al extremo máximo al que puede llegar un profesional de cualquier ámbito: renunciar a su puesto e iniciar un camino incierto. Mujer tenía que ser: se dice que los hombres nunca dejamos una relación sin un recambio más o menos garantizado, pero las mujeres son capaces de renunciar a la seguridad de un estatus consolidado si la química no funciona.

La relevancia pública del personaje por vía de los medios sociales ha hecho que el gesto no pase desapercibido. Su propio blog recoge en la mencionada entrada más de 80 reacciones, la mayoría de apoyo. En Twitter se han sucedido los mensajes de ánimo y respaldo a la autora, muchos de ellos con argumentos sólidos que rebaten o apuntalan lo dicho por Lalanda, en general desde el respeto. El tono cambia en los comentarios que bastantes usuarios han vertido en blogs y periódicos online que se han hecho eco del asunto, como VozPopuli o Burbuja.info. Un botón de muestra:

"Es mejor para todos que te dediques a otra cosa, la medicina no es lo tuyo"; "Pobre señora, qué pena da. Ha descubierto con cincuenta años que trabajar es muy jodido"; "Que hacía guardias de 24 horas... ¡Como casi todos los especialistas! Además las cobraba"; "Pues vete a ejercer a otro país y luego nos cuentas"; "¿Y por qué no saca la plaza? Ya es mayorcita, ¿no?".

El carácter anónimo de los comentarios da pie a lo mejor y lo peor: el desahogo de quien se identifica con la situación y no se atreve a denunciarla por miedo a las represalias y, al lado, el ladrido de ‘haters’ que encuentran carnaza fácil. Unos extremos a los que debe acostumbrarse quien se expone públicamente: ni se es tan bueno como la suma de mensajes positivos podría hacérselo creer al propio ego ni vale la pena hacer caso a los trolls.

Una última reflexión a vuelapluma: coincidiendo con la publicación del mencionado post de Lalanda en su blog han aparecido en medios diversos artículos que llaman la atención sobre la precariedad laboral que sufren los sanitarios, pero no solo los médicos. ¿Estamos en el inicio de una nueva sensibilidad al respecto, hay un clamor latente que empieza a ser sonoro?

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