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14 ene. 2014 18:47H
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Desde que dejó la presidencia de Semergen, Julio Zarco se afanó en no caer en el olvido y, sin ser nada, fue más que muchos. Es lo que tiene el escaparate público de nuestros días, que no te exige salir en los papeles para estar en la pomada. Ahora la relevancia parece dirimirse en las redes, y Zarco, aficionado a la literatura y al cine, asumió con aplomo el reto de construir su imagen, de cuidarla y engrandecerla, en espera de mejores tiempos. Al fin le ha llegado el premio, en forma de Dirección General, en el Servicio Madrileño de Salud, para gestionar todo lo referido a la Atención al Paciente. Está por ver si es el premio definitivo o solo una etapa más en el ascenso de este médico de familia que siempre apuntó alto.

Es poco probable que, a partir de ahora, cambie el nombre de su blog -Ser médico- por el de su nueva condición -Ser alto cargo-.  También será difícil que mantenga su ritmo productivo, no porque no tenga cosas que decir, sino porque le será más difícil decirlas siendo alto cargo que siendo médico. Puede que aún no lo sepa, pero ahora le toca dejar de ser lo que siempre quiso y presumió ser: un clínico docente. Entre otras cosas, porque a partir de ahora no es momento de serlo, no al menos como lo son los clínicos y los docentes de verdad: los que no son ni políticos ni gestores.

Puede que parezca una condena, pero no lo es. Todo lo contrario. Sus críticos (y también sus amigos) siempre han visto en él una incansable voluntad de iniciar proyectos, con una indisimulable inclinación a la posteridad. La política es muy desagradecida, y también muy ruin, pero mantiene ese brillo arrebatador que la une directamente al poder, que es la capacidad de cambiar la vida de los demás, según Suárez, o de escribir en el BOE, que vino a decir Zapatero. Zarco ya está en esa pasarela de la decisión, que no es la del clínico sobre su paciente, sino la de un alto cargo sobre un colectivo. O sea, una decisión mayor.

Algunos dicen que elevó a los cielos a la Semergen, pero yo solo sé que el que la puso en la tierra, a la Semergen, fue Felipe Chavida. Por lo general, los presidentes de sociedades científicas son poco políticos, porque son fundamentalmente profesionales, casi científicos, y una cosa no cuadra con la otra. Julio Zarco fue un presidente muy político, aunque es verdad que tuvo logros básicamente profesionales y que la Semergen, visto lo visto ahora, aún los recuerda y quién sabe si echa en falta.

Estuvo a punto de hacer algo grande, para el serial de la posteridad, en la Real Academia Nacional de Medicina. Quería abrir la institución, modernizarla, darle otro aire, con otro fuelle, con otro tino. Pero la Real Academia parece en realidad un palacio y las cosas, pues van como van. Y perseverando en ganar hueco en el escaparate del sector, se hizo con la corresponsalía sanitaria de la primera cadena, para contarle a la gente cómo hay que cuidar el corazón, el estómago y la mente. Imagino que tampoco podrá ya ser divulgador, porque ser alto cargo es muy estresante, y muy acaparador y, generalmente, incompatible.

De entre sus muchos reconocimientos, que los tiene, puede que el de más valor sea el que le dieron el año pasado sus compañeros neurólogos por su contribución a la formación en neurología de los médicos de primaria, durante su presidencia en Semergen. Desde luego, nada sabe mejor que los halagos de tus propios colegas. Ahora, con su nombramiento, también está recibiendo elogios y cientos de felicitaciones, que se harán más ruidosas y espléndidas en la toma de posesión, como corresponde a un alto cargo que quiere ser alto cargo. Que quizá haya querido serlo desde hace tiempo, que ha sabido esperar su oportunidad, que también ha sabido ganársela, conservando sus opciones cuando no había ningún otro cargo que las sostuviera.

Julio Zarco pasa de ser médico a ser alto cargo. Y no le imagino deteniéndose ahí.


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