Decía el genial Groucho Marx que “solo se sentaría a la masa de un político si paga él”. Una frase que resume el sentir general hacia los políticos y que a mi se me queda corta en estos momentos. Yo más bien diría que “no me sentaría a la mesa de un político, aunque pague él”.

La pandemia de la Covid-19 ha sacado lo peor de la política. Sufrimos una crisis sanitaria sin precedentes, lo más grave que hemos vivido en los últimos 100 años. Una crisis que ha ocasionado cientos de miles de infectados y decenas de miles de fallecidos. Una crisis que trasciende de lo meramente sanitario y afecta a todo el entramado socio económico, dando lugar a un drama social y económico que afecta a toda la población.

En esta situación, los políticos, nuestros representantes electos, en los que hemos depositado nuestra confianza y a los que damos el respaldo para “gobernar”, para hacer frente a estas situaciones, se dedican a lo suyo, a la política barata, partidista, a sacar todo el rédito posible de una situación tan grave. No se ponen todos a una a buscar soluciones, no hay colaboración ni acuerdos, solo pugnas partidistas enfermizas que pagamos todos los ciudadanos y los profesionales.

Bajo el “paraguas de los consensos de expertos inexistentes” se toman decisiones sin ningún sentido, unas decisiones que tienen poco respaldo científico, que solo buscan colgarse medallas políticas y, si es posible, denigrar al contrario. Un ejemplo de ello es lo que vivimos en Madrid. La pelea entre el Gobierno de España y el de Madrid es vergonzosa. Y, a mi parecer, lo es más pues entiendo que esta pelea de niños es debida en gran parte a las diferencias políticas y no sanitarias. Esto es vergonzoso.

Después de un duelo dialéctico en el que lo importante no era la situación sanitaria sino solo la política, el “y tú más”, “anda que tú”, se propició una reunión al más alto nivel que parecía poner fin a un enfrentamiento sin sentido. Una puesta en escena surrealista, con un escenario en el que lo que importaban no eran los discursos, el acercamiento, la tregua, lo que importaba era poner muchas banderas, que tal y como se demostró escasas horas después, era un simple paripé. Se crea un grupo permanente de trabajo, se propician unas reuniones al mas alto nivel, que lo que hacen es eso, elevar el discurso y la discusión al más alto nivel, no trabajar para frenar la pandemia, el entendimiento, hacer caso a los expertos. No, esto no era el objetivo.

La escalada de las diferencias políticas llega hasta el punto en el que se reúnen en el Consejo Interterritorial, supuestamente para acordar unas medidas que previamente se habían consensuado entre los dos bloques enfrentados. Claro que el que acordó parece ser que fue, por parte de Madrid, el Vicepresidente autonómico, que es de un partido diferente al de la Presidenta, y lo hizo con buena voluntad y con cierta lógica sanitaria, pero claro era un acuerdo con los “contrarios” y eso políticamente no puede ser. Cada uno siempre en su postura; que uno dice blanco, el otro negro, pero si mañana el negro acepta pasar a blanco, entonces el blanco cambia a negro. Qué pena, qué ridículo, qué nivel de nuestros políticos.

Entre tanto, los ciudadanos enfermando, muriendo, sufriendo las consecuencias. Los profesionales desbordados, aguantando la nave con dificultad, con un sobreesfuerzo que no se valora. Y por otro lado los políticos redactando y aprobando Reales Decretos Ley, como el RDL 29/2020, que permiten la movilidad forzosa, la contratación de recién licenciados que han superado el examen MIR pero no obtuvieron plaza, que se pueda ejercer funciones de otra especialidad, y lo que a mi juicio es más grave, que el personal de enfermería pueda “realizar funciones propias del personal médico de Atención Primaria”. Esto último es, de hecho, ¡una legalización del intrusismo profesional! Casi mejor que no hagan nada, que nos dejen a los profesionales organizarnos, que se asesoren por expertos de verdad, no por “expertos aduladores a la sombra del poder” que solo dicen aquello que sus jefes quieren oír.

Concluyo como empecé. “No me sentaría a la mesa de un político, aunque pague él”.