Entre las muchas acepciones que pueden encontrarse del término justicia, hay una especialmente pertinente en este caso que nos ocupa: “principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”.

Subrayo esta última expresión porque desde el Colegio de Enfermería de Madrid (y me consta que también desde otras organizaciones de diferentes ámbitos), llevamos muchos años trabajando por conseguir lo que precisamente por justicia creemos que nos corresponde como profesión y como profesionales.

Y resulta llamativo (justicia poética lo denominan) que haya sido un Tribunal, en este caso el Tribunal Superior de Justicia de Asturias, el que, con su sentencia, ratifique nuestra reivindicación en relación a que las enfermeras pueden ocupar altos cargos en una consejería, por formación, capacitación y competencia.

Esta buena noticia para la profesión trasciende más allá del ámbito geográfico del Tribunal que ha dictado la sentencia, pero por otro lado invita a una reflexión profunda que deben hacer quienes se oponen a ello, con posiciones excluyentes, por no decir casi exclusivas. ¿Cómo es posible que necesitemos una sentencia judicial que avale, a estas alturas, que una enfermera es perfectamente competente para ocupar un cargo tan ligado a su profesión como, en este caso concreto, el de directora general de Cuidados, Humanización y Atención Sociosanitaria? Máxime cuando la función gestora de las enfermeras ya viene contemplada en nuestro ordenamiento jurídico, concretamente en la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias. ¿Por qué debemos llegar a los tribunales?

"Oportunidad perdida para los ciudadanos"


No hay razón alguna para que una enfermera no sea consejera de Sanidad, directora general, directora de un Centro Sociosanitario o ministro o ministra. Sinceramente, es una oportunidad perdida para los ciudadanos el que se estén poniendo impedimentos a que la visión y el valor enfermero llegue a todos los niveles donde se toman decisiones sobre la salud de las personas.

Llegados a este punto, pediría a los Gobiernos que pierdan el miedo y permitan y faciliten, en base a sus méritos, que las enfermeras puedan estar en el lugar que les corresponde, allí donde se toman las decisiones sobre la salud y bienestar de las personas, también en los más altos niveles.

Y a las arcaicas visiones elitistas les invitaría a que pierdan sus complejos de una vez e inviertan sus recursos y esfuerzos en otros asuntos más provechosos. Venimos a trabajar en equipo y a mejorar la vida de las personas.

Lo que parece una evidencia, visto lo visto, es que la rigidez imperante en el sistema no facilita todavía la implantación de los nuevos modelos de gestión que, como decía antes, venimos reclamando desde hace tiempo.


"No podemos hablar de modelos de calidad o excelencia sin la mirada de las enfermeras"



Modelos que defienden la presencia de las enfermeras en todo el proceso sanitario, lo que implica por tanto su presencia también en el ámbito de la dirección y la gestión. Presencia que es fundamental a la hora de obtener resultados en salud. Porque no podemos hablar de conceptos como la calidad y la excelencia en el contexto de nuestro Sistema Nacional de Salud sin la mirada enfermera.

La profesionalización de los cuidados ha venido acompañada también de una profesionalización en lo que a gestión se refiere, y la gran formación de muchas enfermeras choca en ocasiones con los impedimentos y concepciones primitivas del sistema respecto al acceso de los profesionales de enfermería a los puestos directivos y de gestión en igualdad de condiciones que cualquier otro profesional de la sanidad pública o también de la privada. 

Por todo ello, y espoleados por sentencias como la dictada en Asturias, puedo asegurar que no vamos a permitir que nadie impida u obstaculice la función gestora o directiva de las enfermeras y que forma parte de la naturaleza de nuestra profesión junto con la asistencial, la docente y la investigadora.

Es de justicia, para todos.