La incorporación de las nuevas terapias para la hepatitis C en la prestación farmacéutica del SNS ha puesto de manifiesto las insuficiencias de la política sanitaria que lleva a cabo Ana Mato.

Por una parte, la enorme tardanza en la incorporación de la innovación en nuestra cartera de servicios. Muchos son los fármacos innovadores que suponen avances relevantes que desde 2012 se han encontrado con enormes retrasos y dificultades para que puedan estar disponibles para los pacientes.

Quiero señalar aquí, que soy conocedor que no todos los fármacos llamados innovadores suponen avances relevantes para la salud de los pacientes. Mis reflexiones no se refieren a ellos, por tanto.

Por otra parte, la grave desigualdad de acceso que aparece una y otra vez cuando analizamos cada uno de los casos. Si nos referimos a la hepatitis C, son numerosos los pacientes que cumpliendo los requisitos planteados en los protocolos para el uso compasivo en tanto se negociaba un precio definitivo para las últimas terapias no han tenido acceso, mientras otros pacientes, sí.

La política de Ana Mato fracasa en materia de equidad. Esto es una evidencia cada vez más constatada que está generando gran malestar entre pacientes, profesionales y población general.

En tercer lugar, hay un enorme problema de sostenibilidad para la aplicación de estas terapias por dos motivos: la falta de transparencia en las condiciones de precio y autorización es uno de ellos, y la falta de dotación presupuestaria específica para que las comunidades autónomas puedan hacer frente al enorme coste económico que suponen las nuevas terapias para los presupuestos sanitarios.

Las consecuencias de esta situación son claramente evidentes, reales y tangibles. Retrasos, desigualdad y falta de sostenibilidad de las decisiones ministeriales.

Es por eso que se hace necesario un cambio radical en la política farmacéutica ministerial para evitar que Mato se haga y nos haga "trampas en el solitario".

Urge un cambio de modelo en la financiación de la innovación para hacer partícipe al Ministerio de Sanidad de sus propias decisiones, presupuestariamente hablando, para dotar con fondos reales las decisiones que afectan a comunidades autónomas y a pacientes.

Urge la transparencia ante las comunidades autónomas, las Cortes Generales, los pacientes y la ciudadanía. Algo que Mato no practica. Es la ministra ‘incompareciente’ de la democracia española. Acumula casi dos centenares de peticiones de comparecencia en la comisión de sanidad, a la que no acude desde hace más de un año.

De no hacer esos cambios, no habrá garantía alguna de que las nuevas terapias estén disponibles para todos en condiciones de igualdad. Y de ser así, Mato incumplirá de nuevo la principal función y responsabilidad que tiene legalmente como Ministra de Sanidad del Gobierno de España.

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