En la memoria reciente de nuestros lectores emerge el escándalo de la gestión de datos personales de los usuarios de Facebook. Algo impactante si tenemos en cuenta que desde hace dos años es la red social más popular con 1.712 millones de usuarios activos que crecen de un 17 a un 21 por ciento anualmente y que supone que cada minuto 510.000 comentarios se exponen, que 293.000 estados son modificados, y 136.000 fotos son actualizadas, siendo la media de tiempo empleado por usuario en esta red social de 20 minutos diarios.

Es cierto que la gestión y protección de datos personales que ponemos a disposición ingenua o ignorantemente de estas empresas de la comunicación virtual interpersonal,es el pago en especies que hacemos con la Industria de las redes sociales. Nos preguntamos sobre su rentabilidad, ¿pero qué ganan Facebok, Whatsapp, Instagram,…? Y nos resistimos a responder: nos ganan a nosotros, les pagamos entregándoles datos de nuestra vida.

Pero no es la asimetría de este negocio lo que nos lleva desde las redes sociales a la Salud Mental. Lo que nos lleva es la constatación de cómo un gran número de personas establecen un vínculo con estas redes sociales en términos de tiempo empleado, de obligaciones abandonadas y aislamiento interpersonal. A veces este vínculo es tan intenso como para llegar a considerarlo como un problema de salud: Adicción a las Redes Sociales. Y se les aplica genéricamente el término adicción comportamental , o “adicción sin sustancia”,  porque al igual que ocurre con las personas adictas a sustancias, un pequeño grupo de usuarios de redes sociales muestran un “consumoexcesivo de tiempo enganchados a la red social (Abuso), una necesidad creciente de aumentar ese tiempo de conexión para alcanzar su nivel de satisfacción (Tolerancia), un gran malestar si por una razón técnica o coyuntural se les priva de su acceso (Abstinencia), y finalmente por la aparición de consecuencias negativas en su vida laboral y familiar.

¿Qué y cuáles son las redes sociales? A veces se confunden bajo el epígrafe de Redes Sociales cosas distintas. Por un lado están una serie de aplicaciones sociales que son proyectos colaborativos para compartir información y explotarla, como son las Wikis ( p.ej. Wikipedia), los blogs, Youtube, Delicious, Bookcrossing, etc.

Por otro lado otras aplicaciones como Facebook, Instagram, Snapchat y quizá en ocasiones Whatsapp, donde se busca la gratificación que supone el reconocimiento de las opiniones, experiencias e imágenes de uno mismo. Tener muchos “friends” y recibir muchos “like” sería por decirlo de alguna manera “lo adictivo”. Si bien el término adicción a redes sociales se dirige fundamentalmente a este segundo grupo, recordemos que de estos entornos surgieron aplicaciones a medio camino entre uno y otro. Me refiero al “Microblogging” que es una mezcla de blog y mensajería que se convierte en casi un diario personal que busca ser compartido y aceptado por “followers”.

En este caso lo que estimula la conducta es conseguir “seguidores” en vez de “amigos”. El ejemplo de “microblogging” más actual es Twitter que con más de 300 millones de usuarios activos ha conseguido que algunos “twitteros” aspiren ansiosamente a ser “virales” como un sinónimo de gran éxito personal. Otras aplicaciones consideradas también redes sociales son los juegos online multijugadores y el “online dating”. Los primeros proporcionan la gratificación no solo del juego sino de la interacción en un mundo virtual con otras personas. Y las páginas web de contactos para parejas de todo tipo y condición, se han convertido también en un medio de relación interpersonal (no solo sexual) entre personas que acaban anhelando con cierta ansiedad el estímulo que les produce –(por ejemplo en Tinder) ser aceptados y visualizarlo en la pantalla de su móvil con un “match”. Ciertamente ni el microblogging, ni los juegos multionline, ni las citas online encajan tan claramente con el concepto de adicción a redes sociales como ocurre con Facebook o Instagram.

Entonces… si las aplicaciones denominadas Redes Sociales no dan lugar por sí mismas a una adicción comportamental, ¿por qué hay personas que llegan a vivir esclavizadas y experimentar consecuencias negativas por su uso de alguna de estas aplicaciones? La respuesta es la misma que con las adicciones a sustancias: se convierte en adicta la persona que tiene una vulnerabilidad biopsicosocial para padecer una adicción. Se ha constatado que personas que sufren ansiedad social y depresión, así como los que tienen pocas habilidades sociales tienen más posibilidades de sufrir consecuencias en su vida personal, familiar y laboral a causa de su vínculo con las redes sociales. Sin embargo hay otros motivos más específicos.

Una de las razones más señaladas por los investigadores en este campo para que algunas personas tengan un comportamiento adictivo con Facebook, Instagram, S, WHATSAPP, etc… es el FOMO. Este acrónimo inglés significa Fear Of Missing Out, es decir “miedo a quedarse fuera”. Si, aunque cueste reconocerlo, muchas personas inmersas en este vínculo con las redes sociales no soportan la idea de que otros puedan estar viviendo experiencias gratificantes en las que ellos están ausentes o excluidos. No en vano Przybylski en 2013 constató que las personas que reconocían que su relación con Facebook era perjudicial para su vida académica, laboral y personal, presentaban manifiestamente sintomatología depresiva y ansiosa así como una insatisfacción crónica vital que era clínicamente significativa y les llevaba a pedir ayuda en Salud Mental.

Otro factor determinante, teniendo en cuenta que el 75 por ciento de los usuarios de Facebook lo hacen a través de sus móviles, es el temor a no tener acceso a su smartphone. Este temor generó el constructo de nomofobia que significa: miedo a no tener acceso al teléfono móvil. Son personas que prefieren la interacción personal online, que repetidamente comprueban si tienen nuevos mensajes, que experimentan “ringsiedad” que es la ansiedad de no tener disponible ni operativo el móvil y por tanto no escuchar el “ring” habitual en sus vidas.

Pero independientemente de estos factores relacionados con la salud mental de los individuos, no podemos negar que el uso de internet, móvil, en general nuevas tecnologías y como consecuencia de ello el uso de las Redes Sociales son parte de la “vida normal” de las generaciones más jóvenes. Que a las generaciones más mayores nos parezca excesivo o aberrante el uso de estos dispositivos por los menores, no puede cegarnos para reconocer que las redes sociales son una manera de vivir, que es imposible para estas generaciones más jóvenes imaginar una vida sin estar conectados y que entre adolescentes estar en conexión online continua es la norma cultural.

Para finalizar algunas recomendaciones para los profesionales sanitarios que eventualmente afronten este problema en sus pacientes. En primer lugar, tanto el FOMO ("miedo a quedar fuera" en inglés) como la nomofobia deberán ser evaluados en cada paciente y por tanto incluidos en las escalas, cuestionarios, y pruebas que los investigadores desarrollen para estudiar la eventual adicción a redes sociales. En segundo lugar hay que medir cuantitativamente y precisar cualitativamente el uso de las redes sociales independientemente de si se accede a ellas a través de internet desde el ordenador, la tablet o el teléfono móvil.

Todos ellos son meros vehículos que llevan a las personas al consumo adictivo o no de todas ellas. En tercer lugar los trastornos mentales (patología dual) que inician, precipitan o mantienen el uso problemático de estas redes sociales, han de ser identificados para diseñar mejor una intervención preventiva y en cuarto y último lugar, los tratamientos han de ir dirigidos a que los supuestos pacientes hagan un uso más adaptativo de las redes sociales. No nos podemos plantear como objetivo terapéutico la abstinencia completa como se hace en las adicciones a sustancias. En nuestro actual mundo, internet y la interconexión de las personas a través de las redes sociales son parte esencial de nuestro modo de vivir y esto no podrá ser modificado en el sentido de un decremento de su utilización. En conclusión, Facebook tiene un problema con el uso de los datos de sus usuarios, pero los usuarios podrían tener un problema con uso excesivo de Facebook.