Como
cirujano que trabaja en uno de los
programas de cirugía robótica más avanzados del país, he sido testigo (y partícipe) de una transformación quirúrgica sin precedentes. Esta posición me permite compartir algunas reflexiones que no cuestionan el valor de la robótica (al contrario), pero
sí invitan a pensar cómo integrarla de forma crítica, justa y sostenible.
En el último congreso nacional, uno de los pioneros de la cirugía robótica comentaba que, tras años operando con robot,
volver a la videotoracoscopia convencional era como "conducir en peores condiciones". Muchos lo entendimos. La robótica mejora la precisión, la visión, la ergonomía. Pero a la vez abre una pregunta legítima: ¿cómo garantizar que los nuevos cirujanos mantengan
también competencia plena en técnicas convencionales?
La cirugía robótica no debe borrar la progresión formativa clásica, sino complementarla. Es esencial que los programas docentes integren ambos mundos. En nuestro centro, esa combinación ha sido uno de los pilares del éxito del programa, y puede servir como referencia para otros hospitales que inician su camino.
¿Dónde está el equilibrio?
Los beneficios técnicos del robot están ampliamente reconocidos. Sin embargo, su introducción en el sistema sanitario también implica
costes considerables. Aquí la clave no es señalar culpables, sino abrir el debate:
¿en qué procedimientos concretos se justifica esa inversión adicional?
Los
estudios de coste-efectividad disponibles son aún limitados, y no siempre se trasladan a la práctica clínica diaria. Este no es un reproche institucional, sino una oportunidad: contribuir desde los propios centros a generar evidencia sólida y rigurosa. Una robótica bien aplicada no solo es técnicamente brillante, sino clínicamente justificable y económicamente sostenible.
Tecnología y territorio: un mapa desigual
Durante ese mismo congreso, varios colegas compartieron una realidad que persiste:
la distribución de la cirugía robótica en España sigue siendo desigual. Mientras algunos centros disponen de múltiples plataformas, otros aún esperan su primera.
Si la robótica representa un avance real (y lo representa), su acceso no puede depender únicamente de factores presupuestarios o geográficos.
Debemos avanzar hacia una planificación territorial más equitativa, que priorice las necesidades asistenciales y no solo las capacidades de inversión.
Los centros de referencia tenemos aquí una doble responsabilidad: seguir desarrollando programas robustos y, a la vez, colaborar en una
estrategia nacional más equilibrada.
Hacia una integración crítica y responsable
La cirugía robótica ha llegado para quedarse. Y eso es motivo de celebración. Pero su consolidación exige algo más que entusiasmo:
necesita dirección, método y visión de sistema.
Algunas propuestas que podrían ayudarnos a avanzar:
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Protocolos basados en evidencia, que definan con claridad qué procedimientos se benefician más del abordaje robótico.
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Programas formativos integradores, que combinen tecnología con fundamentos quirúrgicos clásicos.
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Planificación territorial coherente, que evite desigualdades estructurales.
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Evaluación continua de resultados, tanto clínicos como económicos, con datos transparentes y accesibles.
La verdadera innovación
no está solo en lo que incorporamos, sino en cómo lo hacemos. Una tecnología puede ser excelente y, al mismo tiempo, mal utilizada. La cirugía robótica es una oportunidad inmensa. Pero solo si se implementa con criterio, será también una herramienta justa.