El médico novato. Un espécimen único, que tras seis años de amargura tiene que seguir autofustigándose para poder obtener su plaza de especialista.

Un arduo esfuerzo de motivación, planificación e ilusión. Que te pongan la miel en los labios, pero que no puedas ejercer como tal.

Te toca estudiar a piñón luchando contra la neurosis, viendo como el mundo gira a tu alrededor cuando tú sólo giras en torno al MIR, privándote de tiempo libre, de estar con familia y amigos, de vivir. Algunos optamos por intentar compaginar lo incompaginable: estudiar el MIR y trabajar de médico.

En determinadas situaciones de necesidad, el Sistema Nacional de Salud hace una excepción y permite a los médicos "generales" ejercer en Atención Primaria e incluso en Pediatría. Como si fueras especialista de estos campos, pero sin serlo. Ejerciendo como médico global que sabe de todo un poco, pero no sabe de nada. Una situación temporal muy jugosa a nivel personal, ¡cuántos años soñando con ejercer... y puede hacerse realidad! Por supuesto, es un estatus inestable, un limbo atractivo en el que algunos nos estamos amparando frente al temporal MIR. Pero ocultarte de la tormenta no te libra de ella.

Si estabas pensando en esta opción: piénsalo muy bien. Preparar una oposición requiere una concentración del 100%, requiere centrar todos tus esfuerzos, tu alma, tu mente, todo: estudiar a tope. El simple hecho de ejercer de médico ya te ocupa gran parte de ese porcentaje. Cansa mucho, muchísimo. Es un trabajo que requiere una gran capacidad, que estruja tu cerebro intentando solventar los problemas que te trae cada paciente, manejando no sólo lo médico... también lo humano. Las 8 o 10 horas mínimas que debes estudiar para poder competir en el MIR se te quedan en 4 o 6 horas (como mucho), llegas más cansado a los simulacros, terminas priorizando el trabajo al estudio, etc. Al final, lo que pensaste que sería un equilibrio termina desestabilizando tu propia balanza vital y tienes que elegir.

Ser opositor MIR y trabajar es muy difícil. Obtener una plaza en estas condiciones es una labor quijotesca, inverosímil. Aspirar a los mejores puestos es prácticamente imposible. El sistema de acceso a las plazas de especialista no está diseñado para asumir situaciones "particulares". Es un sistema pensado para que sigamos en la rueda académica una vez salidos de la facultad, para que no nos salgamos de la burocracia y de la meritocracia, para que el rebaño siga su camino.

Si sacas los pies del tiesto, todo se vuelve cuesta arriba. Es cierto que la satisfacción que sientes ejerciendo como médico no es equiparable a estar todo el día enclaustrado estudiando. Es cierto que las cosas que aprendes trabajando jamás serán comparables a un libro de texto o a una pregunta tipo test. Es cierto que trabajar "parece maravilloso", especialmente cuando estamos tan ansiosos y deseosos por hacerlo, pero a largo plazo...no es la solución. A largo plazo y mientras el MIR siga existiendo, hay que pasar por el aro sí o sí. Es total y absolutamente necesario. Hay que asumir que, a menos que se cambie este sistema, estamos obligados a invertir uno (con suerte) o varios años de nuestra vida para poder alcanzar el puesto que deseamos. Lo que hagamos hasta empezar y terminar esta etapa son parches.

Por tanto (y respondiendo a la pregunta), o estudias, o trabajas. En el MIR no hay término medio y si eres capaz de lograrlo: o eres un genio o tienes una capacidad de organización y motivación que supera lo normal. Si estás recién salido de la carrera y te has dado cuenta que éste no es tu año, que aún no te apetece ir a por todas en el MIR, que necesitas trabajar, que te hace falta económicamente... piénsate trabajar como médico general temporalmente. Si de verdad quieres un futuro más estable, ejercer la especialidad que te gusta, optar a una plaza fija y no estar en "tierra de nadie", céntrate sólo y exclusivamente en el MIR.

Me gustaría decirte lo contrario. Asegurarte que es posible tenerlo todo, pero lo cierto es que no lo es. Quizás es planteable si aspiras a "cualquier plaza", a los últimos puestos, a irte a una ciudad en la cual jamás habrías pensado que acabarías, quizás y sólo quizás. Las estadísticas no engañan: la competencia es cada año más dura, menos plazas para más opositores, más temario, novedades, mayor influencia de las academias, etc. Al final, todo esfuerzo tiene su recompensa.