EDITORIAL
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27 sept. 2017 18:10H
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Cuando se está en una huida hacia adelante se va improvisando sobre la marcha, y es fácil cometer errores, barbaridades e incluso atrocidades. El devenir político en Cataluña está llegando estos días previos al intento de consulta del 1-O a extremos graves que ponen en riesgo la integridad de las personas y la paz social.

El consejero de Salud de Cataluña, Antoni Comín, está colaborando a ello de una forma muy preocupante, convirtiendo los centros sanitarios, lógicamente destinados a la atención a pacientes, en focos de crispación. Parece como si el verdadero mandato que hubiera recibido al ser nombrado hace un año y medio no fuera el de liderar el sistema sanitario catalán, sino ser una pieza más o menos decisiva en la culminación del llamado 'procès'.

Comín ha dado un auténtico 'golpe de Estado sanitario' quitando la autoridad a decenas de directivos para que este domingo en los centros de salud convivan urnas fuera de la ley con pacientes que demandan atención urgente. Su ego nacionalista no le está dejando ver la gravedad del asunto, o si lo ve está claro que antepone la gloria de pasar a la posteridad como uno de los 'libertadores de la patria catalana'.

La sanidad enfangada en la política, en la confrontación, pervertida por intereses personales. Un contrasentido, cuando el profesional sanitario cura, repara o acompaña en el dolor, sana. Hoy los trabajadores de los centros de salud están "hasta los cojones" (como han expresado textualmente a Redacción Médica) de que se les entorpezca su único fin, atender al paciente en las mejores condiciones.

Desde luego, la credibilidad de Antoni Comín para seguir al frente de la sanidad catalana ha quedado dañada irreparablemente, y ha arrastrado la de David Elvira en el CatSalut, un hombre que sí era bien considerado dentro del sector sanitario.

Puede que de aquí hasta que amanezca la semana que viene nos queden por ver escenas dantescas en emplazamientos destinados a la salud: insultos, discusiones, peleas, o tal vez sucesos peores. Todo irá desde ahora sobre la espalda de Comín y de quienes hayan sido cómplices de la tropelía de arrebatar a los profesionales y a los pacientes unos centros que deberían ser sagrados para la asistencia sanitaria.

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