Otros artículos de Carlos Rodrigo

27 ene. 2021 16:20H
SE LEE EN 6 minutos
Llevamos ya casi un año padeciendo una tremenda pandemia con unos resultados sanitarios, económicos y sociales terribles, y en la que estamos asistiendo a un ejercicio de incompetencia en cuanto a la gestión de la misma igualmente espantoso.

Al espectáculo inicial de los primeros meses, que los mas entusiastas justificaban aludiendo a “lo imprevisto de la situación”, más tarde asistimos a las compras de material obsoleto, o no homologado, pagos irregulares y pérdida de mercancía. Continuamos con la ocultación del número real de fallecidos, el comité de expertos que no existía, y un estado de alarma utilizado para legislar de forma partidista sobra aspectos que nada tenían que ver con la pandemia. No contentos con eso, en regiones como la valenciana se construyeron tarde y mal hospitales de campaña, o como he leído en las redes, “hospitales de patraña”, que primero no se utilizaron porque llegaron tarde, luego fueron calificados como peligrosos y finalmente, han tenido que ser evacuados de los pocos pacientes a los que se atrevieron a dejar allí porque el viento se los llevaba volando… Casi 8 millones de euros gastados, cuando quizás hubiera sido más alógico utilizar las instalaciones de la vieja Fe, el recinto ferial o medicalizar algún hotel. Demasiada incompetencia para ser solo eso.

A pesar del tiempo transcurrido, la tercera oleada está desatada, se han vuelto a tomar decisiones tarde y mal, vuelve a haber imprevisión, improvisación, desorganización y descontrol. Es imposible que no lo hubiera. Aquí nadie analiza qué se hace ni cómo se hace para intentar mejorar los errores y evitar repetirlos. Es la misma imprevisión que al comienzo, a pesar de los más de 10 meses transcurridos desde el inicio de esta pandemia.

¿Por qué nadie analizó lo que podía pasar en otoño y en invierno, tras un verano con una desescalada caótica, desordenada y viendo que un número importante de ciuda-danos sigue haciendo caso omiso a lo que los expertos (los de verdad) advertían?

Porque el otoño pasó con más o menos fortuna, según las regiones. Pero el invierno se ha demostrado dramático. Más aún incluso que la primera oleada. Pero las decisiones de cierre, toque de queda y confinamientos perimetrales parecen más aleatorias e improvisadas que al principio.

Con una importante diferencia. Los sanitarios llevan un año al 1.000 por 1.000, dejándose la salud, física y mental, en la lucha por salvar cada vida. ¿Y qué hacen muchos ciudadanos? Continúan con su vida como si no fuera con ellos. Se han reunido en Na-vidad como si no pasara nada. ¿Y nuestros dirigentes? Su responsabilidad es mucho mayor. No solo no han reforzado el sistema sanitario, sino que tampoco han previsto con antelación esta oleada, las Urgencias desbordadas, las UCIs llenas, la falta de per-sonal por la baja de profesionales infectados…

El Hospital universitario de La Ribera, que antaño llenaba portadas como ejemplo de modelo sanitario, ha abierto estas semanas los informativos de las televisiones de toda España por los enfermos que acumula en los pasillos y sus profesionales agotados y hartos de la falta de organización, la mala gestión y la improvisación. Lo han dicho ellos mismos ante las cámaras de las televisiones. Nunca pensaron que estarían así de mal. La presión asistencial es muy fuerte en casi toda España, pero en el Hospital de La Ribera la nefasta organización y gestión ha hecho que el centro colapse antes. Y no contentos con ello, quieren que el Hospital de Torrevieja acabe igual porque hasta la fecha, el Gobierno valenciano continúa empeñado en su “nacionalización”. Ni pandemia mundial ni nada. Su programa electoral y la ideología extrema de algunos de sus componentes parece que está por encima de todo.

Y ojo, porque seguimos con una Atención Primaria desbordada. Y después del virus habrá que enfrentarse a los problemas de salud no Covid de pacientes que no están siendo atendidos, ni se hace un seguimiento como corresponde a su edad o su pato-logía crónica.

Como colofón, nos hemos encontrado además con el espectáculo lamentable de la vacunación. ¿Para qué queremos disponer de más dosis o más tipos de vacunas, si al ritmo actual de vacunación tardaremos 5 años en estar vacunados? Por no hablar de la falta de abastecimiento de vacunas, la mala distribución, los problemas con las jeringuillas y las excepciones al protocolo de vacunación, que siempre favorece a los mismos, al parecer.

Parece increíble que nadie pensara que la vacuna de Pfizer necesita varias horas para descongelarse, que debe ser reconstruida y que cada vial contiene varias dosis y, por tanto, no está precargada, por lo que necesita una gran cantidad de recursos y tiempo para su administración. Y claro. Una vez más la diferencia entre quienes organizan bien un plan de vacunación efectivo, con recursos suficientes y un horario amplio para vacunar al mayor número de personas en el menor tiempo posible contrasta con quienes hasta para vacunar y frenar esta pandemia tienen horario de funcionario.

Nuestros dirigentes parecen no entender que nos encontramos ante una verdadera emergencia. La vacunación debe ser urgente y masiva y para ello hay que utilizar todos los recursos existentes, con una correcta organización y gestión de los mismos.

¿Qué pasa con los hospitales privados? ¿Y las farmacias? ¿No sería más lógico utilizar todos los recursos disponibles para vacunar a cuantas más personas mejor, y en el menor tiempo posible? Tenemos el ejemplo de países que han recurrido al ejército y ya tienen a casi toda la población vacunada. ¿A qué esperan?

Esta falta de análisis, de preparación y de previsión, ¿es solo incompetencia? No lo creo. Y las consecuencias son fatales y serán aún más terribles en los próximos meses.