Salud, dinero y gestión
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16 may. 2013 22:30H
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Por Carlos Alberto Arenas, gerente del Departamento de Salud de Orihuela

 

A los que trabajamos en sanidad no se nos escapa que la estancia media y las camas son magnitudes intrínsecamente ligadas. Sin embargo, éste es un tema sometido a permanente demagogia cuando se usa la sanidad como instrumento de desgaste político, invocando el número de camas como un mantra salvífico y equiparando mal servicio sanitario a menor número de camas por habitante. Si bien debe haber un número mínimo de camas por habitante, este estándar baja cada vez más y seguirá bajando con la medicina que nos espera en el futuro, que en algunas partes es más presente, basada en la teleasistencia y la asistencia a domicilio.

El número de camas instaladas en un hospital o una provincia o comunidad autónoma no se puede invocar ya como parámetro de calidad de atención, sino a veces al revés. Así, las camas de asistencia sanitaria públicas instaladas por habitante y la estancia media hospitalaria en toda Europa desciende sistemáticamente año tras año desde hace más de 20 años.

El motivo es que la medicina avanza por varios frentes y entre ellos el de ser cada vez más ambulatoria, resolutiva y segura. Más ambulatoria y resolutiva, ya que trata de resolver el problema del enfermo lo más cerca posible de su entorno evitando que ingrese en los hospitales para la realización de pruebas e intervenciones médicas y quirúrgicas que se hacen ahora ambulatoriamente y sin ingreso, que antes suponían ingresos innecesarios. Más segura porque desde principios de los años 90, con el auge de los estudios de seguridad del paciente, sabemos que cuanto menos tiempo este el paciente en el hospital menos riesgos tendrá para su seguridad. Efectivamente, los hospitales son lugares de sanación pero también fuentes de riesgo desde infecciones hospitalarias, donde los gérmenes son más resistentes a los antibióticos, hasta errores en la medicación.

Realmente el ingreso en un hospital de agudos tiene sentido en la medida en que no es posible resolver el proceso de manera ambulatoria y por tanto sólo debería permanecerse hospitalizado mientras se realizan los procedimientos que no pueden hacerse en otros dispositivos más cercanos al paciente o en su propio domicilio, mientras exista descompensación del estado de salud o riesgo de esa descompensación de manera inmediata que haga necesario mantener al paciente con unos cuidados especializados que no pueden ofrecerse en otra parte. Es un error pensar que los hospitales son para recuperarse, o para convalecientes, eso es simplemente mala praxis, ya que la mejor recuperación, a no ser que se necesiten unos cuidados especiales muy tecnologizados y sofisticados, es la que se hace en el domicilio. Actualmente, cada vez más tanto la atención primaria a través de sus programas de cuidados domiciliarios, como las unidades de hospitalización a domicilio y las unidades de cuidados paliativos, ofrecen cuidados a domicilio cada vez más tecnologizados y complejos.

Bajo estas premisas, hay que interpretar los datos de un cada vez menor número de camas en España que ha ofrecido recientemente el INE y una cada vez menor estancia media en centros tanto públicos como privados. La mayoría de las comunidades autónomas están desarrollando cada vez más la atención domiciliaría. En la  Comunidad Valenciana, por ejemplo, hay hasta ocho programas que contribuyen a bajar la necesidad de camas de hospital como son la potenciación de la atención domiciliaria a través de atención primaria, la hospitalización a domicilio (siendo la primera comunidad autónoma que instauró unidades de hospitalización a domicilio en todos los hospitales de agudos, hace más de 10 años), el programa de atención a crónicos a través de la enfermería de enlace y el programa valcronic de monitorización permanente de determinados pacientes con enfermedades crónicas importantes desde su propia casa.

Otro programa importante es la potenciación de los cuidados paliativos a domicilio. Cuando ya no podemos curar y sólo queda aliviar mientras se produce el desenlace de una enfermedad mortal, la mejor manera, más humana y eficaz de hacerlo es el propio domicilio donde el paciente puede tener el calor de los suyos en esa transición. Hay que reivindicar el derecho a una muerte digna, humana y rodeado de los tuyos en el domicilio, algo que culturalmente se ha perdido al desarrollarse una excesiva dependencia del sistema sanitario y estigmatizar la muerte dejando de ser el proceso natural que es y por el que todos tendremos que pasar. En la actualidad, hay recursos para que la muerte digna en casa, bien atendido y sin dolor, sea una realidad más humana que la muerte en una cama de hospital, lleno de tubos, cables e inconsciente.

La potenciación de los hospitales de día en los centros hospitalarios ha supuesto una revolución en muchos tratamientos y pruebas que antes ingresaban. Sin embargo, ahora sólo tienen que estar los pacientes unas horas en el centro, recibir los cuidados que necesitan y volver a sus casas. Con todas estas premisas se entiende, por ejemplo, que dicha comunidad sea líder en estancia media baja y destaque por tener un número ajustado de camas por debajo de la media nacional.

Igualmente, a futuro los programas de teleasistencia, telemedicina y la expansión de la telemonitorización en muchas enfermedades, sobre todo crónicas, permitirá a futuro necesitar aún menos camas transformando los hospitales, como ya está pasando, en centros de alta resolución ambulatoria, con áreas de urgencias, pruebas, tratamientos ambulatorios y hospitales de día muy desarrollados y pocas camas que cada vez serán menos necesarias.
 


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