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1 dic. 2013 21:02H
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Cuando conocí a Carlos Alberto Arenas no pensé en un gerente de hospital ni en un directivo de salud. Imaginé a un sabelotodo de las nuevas tecnologías, un técnico en el exacto significado de la palabra, capaz de encontrar la solución donde los demás solo vemos cientos de problemas. Con desparpajo inusual, instaló en un abrir y cerrar de ojos una retransmisión en streaming de la que luego resultó ser su propia ponencia. Y es que la visibilidad pública empieza en cada uno, no sólo en lo que seas capaz de decir sino, casi más importante, en que lo sepas transmitir, difundir y amplificar.

Aquel técnico era en verdad un usuario avanzado del universo 2.0 y también, aunque no lo parecía a primera vista, un inquieto directivo de la salud, con experiencias en centros de Murcia (Rafael Méndez, Morales Meseguer) y de la Comunidad Valenciana (Elche, Elda, San Juan y Orihuela). Hoy es el nuevo gerente del Complejo Hospitalario de Toledo y, sobre todo, ejemplifica al nuevo directivo que trata de abrirse paso en el Sistema Nacional de Salud (SNS): versátil, comunicador, abierto al cambio, dando más valor a los conocimientos económicos que a los clínicos y, por encima de todo, profesional, sin vínculos políticos.

Sin necesidad de enseñar el carnet del PP, Arenas se ha hecho con una plaza muy codiciada: Toledo, capital del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, a tiro de piedra de Madrid. La ha ganado tras vencer a 19 candidatos, en un proceso seguramente inédito en el SNS, que habla a las claras de que la apuesta del consejero Echániz por la profesionalización de sus directivos no parece una proclama política sin contenido, precisamente. Ahora bien, el recorrido de este cambio profundo en las estructuras del Sescam solo se podrá apreciar en su dimensión auténtica cuando ni Echániz ni el gerente Luis Carretero estén ya en sus actuales puestos y sus sucesores decidan (o puedan) mantener en sus cargos a los Arenas y compañía, a los gerentes profesionales.

En este sentido, Arenas es el gerente que viene, el que lleva anunciando por todos lados su sociedad científica, una Sedisa indesmayable en su reivindicación más conocida: profesionalización, profesionalización y profesionalización. Desde luego, el nuevo gerente de Toledo va a contribuir en mayor medida a la consecución de este objetivo a partir de ahora, porque es verdad que en Orihuela su proyección no era tanta.

Toledo es también la ciudad de un hospital que quiso ser grandioso, y que terminó siendo grandilocuente, y que ahora solo quiere ser un buen hospital con un buen gerente.

Contrario al todo vale en sanidad, partidario de una gestión clínica ética y responsable con el enfermo, pero también con la sociedad, convencido de que las estructuras funcionariales y administrativas son la perdición del sistema, y por tanto firme defensor  de otras fórmulas de gestión que no sea la clásica, entusiasta de la racionalización de costes, que no de los recortes, y defensor de la transparencia, y la rendición de cuentas, es decir, la evaluación según resultados en salud en todos los órdenes y a todos los niveles, Carlos Alberto Arenas tiene poco o nada que ver con los gerentes de toda la vida, esos sabios demasiado escondidos en su atalaya, solos en su lucha contra la rigidez del sistema, pero incomprendidos por el resto de agentes.

El gerente que viene es accesible, opina, contrasta y discute en ambas direcciones, hacia abajo, pero también hacia arriba, y sobre todo en horizontal, con sus homológos, porque no hay verdades absolutas ni inmutables, tampoco en la gestión sanitaria. Las consejerías deberían preservar su libertad de ejercicio, una libertad controlada y responsable, pero necesariamente auténtica, sin favores al político de turno ni peajes por la intrincada fauna sanitaria y, más aún, hospitalaria.

En el nuevo periplo de Carlos Alberto Arenas, que se abre ahora con expectación, no solo está en juego la trayectoria profesional de uno de nuestros directivos de salud más prometedores y aguerridos; nos jugamos también, y ahí estamos todos, si es posible que las estructuras sanitarias se gestionen, poco a poco, de otra manera, con otras dinámicas y, si es posible, con otros resultados. Tiene la palabra el gerente que viene.


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