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1 feb. 2016 21:32H
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Cuando decides encaminar tu futuro profesional hacia la sanidad pública, partes de la base de que los primeros años serán duros: vivirás pendiente del teléfono, te darán contratos de un día, no podrás hacer planes para el siguiente y rotarás por distintas especialidades sabiendo que en cuanto empieces a orientarte en un servicio, se te acabará el contrato y volverás a empezar en otro…Pero te sacrificas porque crees que es solo al principio, que con el paso del tiempo conseguirás una estabilidad laboral, la que tantas y tantas veces nos han prometido a lo largo de nuestra vida de estudiante. Un futuro para poder independizarte, formar una familia y vivir con tranquilidad…Pero, en esta profesión, nada más lejos de la realidad.

Me llamo Bel González Silva, soy enfermera/opositora permanente y 10 años después de mi primer contrato sigo igual. Aquí estoy frente a los libros y manuales subrayados a lápiz y fluorescente, con mil anotaciones, con tantas horas de estudio encima…Son las once de la mañana, en unas horas tengo que volver al trabajo, en unas horas tengo que seguir cuidando de mi familia, en una horas dormiré, poco por las preocupaciones, y en unas horas volveré a estar aquí…frente a estos libros…tratando de grabarlos en mi cabeza en la cada vez, por el inevitable paso del tiempo, se acumulan más pensamientos, y no sólo unas oposiciones, como ocurrió la primera vez que me presenté.

Esta oposición será la tercera a la que me presente... la tercera sin esperanzas.

La primera (2007) la aprobé sin problemas…apenas conseguía contratos, no tenía cargas familiares y mis jóvenes neuronas se aprendían el temario casi con solo mirarlo; no tenía tiempo trabajado para poder optar a plaza en la fase de concurso así que me presenté sin presiones…y  sin esperanza.

La segunda (2009) la aprobé con más dificultad. El estrés compaginar el trabajo, con los estudios, y con mi vida  personal hizo que sacara peor nota que en la oposición anterior a pesar de que mis aptitudes y actitudes como enfermera habían mejorado mucho. Seguía sin tener suficiente tiempo trabajado así que tuve que posponer mis esperanzas para la próxima.

Dentro de unos días volveré a Silleda, cansada de aprobar oposiciones sin sentido. Porque tras cubrir unos folios, en los que no podré demostrar todo lo que he podido retener en mi cabeza, durante estos meses de frenética carrera opositora, compaginada con la vida cotidiana, no habré demostrado lo buena enfermera que soy; con horas y horas de trabajo al pie de la cama de mis pacientes, con los que me vuelco cada día, dando lo mejor de mí.

Dejándome en el camino la energía para seguir estudiando en las horas libres para, al final, sacar seguramente peor nota que nunca. Y es que el número irrisorio de plazas que ofertan, sumado a que, como ya he dicho, la vida familiar avanza al margen de las imposiciones  del Servicio gallego de Salud (Sergas), lo que dificulta (si no imposibilita) el estudio, harán de nuevo de esta oposición otra OPE sin apenas esperanzas.

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