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21 abr. 2013 19:20H
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Por Álvaro Gándara del Castillo, presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos

 

Hace ya más de 25 años que lo pioneros en una nueva disciplina llamada Cuidados Paliativos volvieron a España, tras formarse en otros países. Los Gómez Sancho, Sanz Ortiz, Gómez Batiste, Porta, Núñez Olarte y otros muchos más, que espero no se molesten por no citarlos, nos transmitieron su experiencia y su conocimiento, y crearon las primeras unidades de Cuidados Paliativos. Fueron tiempos intensos, apasionantes y en los que, gracias a su empuje, se fueron construyendo los cimientos de un edificio que ha ido creciendo hasta la actualidad, a veces de forma un tanto desordenada, a veces demasiado lenta, pero al fin y al cabo creciendo.

Pero el edificio, valga el símil, no está terminado. Hacen falta muchos detalles, algunos muy importantes. En primer lugar, después de tanto tiempo, los profesionales que se dedican a los cuidados paliativos no tienen una acreditación reglada. En los países donde los cuidados paliativos están mejor implantados, existe una especialidad, o al menos, una subespecialidad. Esto es absolutamente necesario y urgente, pues es la única forma de garantizar que los cuidados paliativos sean dados por lo mejores profesionales. Y no basta con acreditar sólo a los médicos, sino a todas las profesiones que integran a los equipos. Trabajar con ellos es lo que ha distinguido siempre a esta disciplina sobre otras. En fechas próximas, el Gobierno va a sacar a la luz el nuevo decreto de troncalidad médica, y en el último anteproyecto, los cuidados paliativos no estaba contemplados en él. Sería un grandísimo error; hay cientos de profesionales a los que su precariedad laboral está unida a la falta de reconocimiento y acreditación. Conozco casos de plazas asociadas a urgencias, otras a medicina interna; este disparate sólo puede ser reparado con el Área de Capacitación Específica.

Pero existen muchas más deficiencias. Otra muy acusada es la de la falta de uniformidad en la formación de grado. En los países anglosajones, los cuidados paliativos forman parte de la formación, como asignatura troncal y obligatoria, en todas las carreras de las profesiones relacionadas (enfermería, medicina, trabajo social, psicología, etc). ¿Por qué no aquí? Me temo que nuestros mejores aliados no son precisamente los decanos y claustros de la Universidad Española, muy poco amiga de innovaciones. Mientras no garanticemos que todo futuro profesional de la salud tenga unos conocimientos básicos sobre la filosofía paliativa, el afán curativo se seguirá imponiendo y transmitiendo. En una sociedad con cada vez mayor cantidad de personas mayores, con una mayor supervivencia, pero con mayor morbilidad asociada, no nos podemos poner una venda en los ojos y negar la realidad del nuevo paradigma sanitario.

¿Y cómo se podría solucionar esto? Con la promulgación de una Ley Nacional de Cuidados Paliativos, necesaria y urgente. No se trata de legislar sobre muerte digna, o en contra de la eutanasia. Se trata de legislar sobre la garantía de que vamos a poder atender mejor a nuestros enfermos al final de la vida. Los cuidados paliativos ahorran dinero al sistema público de salud; hay sobrada evidencia científica que así lo demuestra, restando así argumentos a los actuales responsables de la política sanitaria sobre los necesarios recortes en la sanidad.

La futura Ley debería contemplar la identificación de todas las profesiones implicadas y reconocidas por la comunidad científica internacional, la formación de grado o de postgrado de dichas profesiones, y desde luego, la acreditación oficial. Sólo así tendremos la garantía de que nuestros mayores van a ser atendidos por los mejores expertos en cuidados paliativos, como ya ocurre en el resto de las especialidades. Los cuidados paliativos son ya un derecho reconocido por el Consejo de Europa, la OMS y también por el Sistema Nacional de Salud de España, al estar perfectamente reflejado en la cartera de servicios tanto de primaria como de especializada. Así pues, dicha ley no debe sino garantizar dicha prestación, que por desgracia hoy en día no está cubierta en casi un 40 %. Hacen falta más de 300 equipos, muchos de ellos domiciliarios, que garanticen la posibilidad de que los pacientes, si así lo desearan, puedan seguir su proceso en el domicilio y fallecer en él.

Señores gobernantes: por favor, créanme. No se trata de gastar, sino de invertir. No se trata de muerte digna, sino de calidad de vida. Los cuidados paliativos han demostrado eficiencia y eficacia. Pregunten a las miles de familias que han tenido el privilegio de que sus pacientes fueran atendidos por equipos de paliativos en su enfermedad avanzada; pero también pregunten a los que no tuvieron esa suerte. Como decía el viejo anuncio televisivo, “busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo”.


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