El retrato y las pinceladas
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27 jun. 2013 20:08H
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Por Ismael Sánchez, director editorial de Sanitaria 2000

 

Cuando las cosas se acaban, se acaban y no hay más vueltas que darles. Francisco Javier Álvarez Guisasola es de esas personas que cierran etapas con la misma naturalidad con la que se levantan cada mañana. No echa de menos ninguno de los cargos que ha tenido, y eso que ha tenido unos cuantos. Entre ellos, el de consejero de la Junta de Castilla y León, por partida doble. Primero en Sanidad, luego en Educación. Ahora acaba de añadir otra responsabilidad a la lista: nuevo presidente de la Comisión Nacional de Pediatría. Lo cual bien podría ser el cierre perfecto a una amplia y coherente trayectoria que parece haber culminado en el papel en el que siempre se ha sentido más a gusto y gratificado: el de docente.

El profesor Álvarez Guisasola parece de cualquier parte de la ancha Castilla, de Salamanca, donde estudió, o de Valladolid, donde triunfó académica y políticamente. Pero no. Es asturiano, con sangre gallega, y mantiene férreas sus raíces. Las mismas que le unen a la Hematología y, sobre todo, a la Pediatría. Su pasión por la medicina le viene de familia, como a muchos otros médicos. Pero él la ha convertido en la base de una proyección profesional fantástica: no sólo en lo asistencial, también en la formación, dirigiendo tesis doctorales, en lo académico, llegando a vicerrector y rector, en la investigación, con una decena de premios en el haber. En la política, con dos responsabilidades consecutivas, primero en Educación, luego en Sanidad. Todo un hito en la habitual ruleta rusa de la administración.

Su paso por la Junta tocó los dos extremos. Porque en Educación prima más el paso largo, pensando casi en la posteridad, porque de otra manera no se ven los efectos. Y en la Sanidad es todo lo contrario: urge el día a día, no hay descanso, no puede haberlo cuando es posible que ocurra cualquier cosa insospechada a la que tenga que acudir un sanitario.

En realidad, Álvarez Guisasola era un político bastante atípico, con ese aire refinado, de inconfundible aroma académico. No nos lo podíamos imaginar apostado en los atriles de los mítines, arremangado, clamando por el progreso e inventando el feliz titular del día siguiente en el periódico de la provincia. Demasiado humano para él, demasiado para cualquiera que esté de paso por la política, que la conciba más como responsabilidad momentánea, tan alta como complicada, tan volátil.

Como consejero recibió el aplauso de sus compañeros médicos, por su impulso a la lucha contra las agresiones a los profesionales, que llevó a Castilla y León a ser una de las autonomías con una mayor conciencia activa en esta materia. También recibió el elogio y el reconocimiento de los directivos de la salud, por su defensa de la profesionalización de la carrera de los gerentes. Y pese al momento en el que encabezó la Sanidad, en pleno inicio de la actual crisis, aún pudo marcharse presumiendo de haber elevado el procentaje de recursos destinados al Sacyl.

El profesor llega ahora a la Comisión Nacional de su especialidad preferida, esa que comparte con su mujer, y la misma que le hizo ir hasta Valladolid en busca de la excelencia en su propia formación. La Pediatría aguarda avances importantes en su futuro, como el desarrollo de las áreas de capacitación específica, así como la nueva especialidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil. Con trabajo y honradez, sus dos orientaciones básicas en la vida, es muy posible, que también aquí, alcance el éxito. Y que luego, sin nostalgias, deje su misión cumplida y marche rumbo a ese triángulo mágico, entre Valladolid, Asturias y Galicia, disfrutando por siempre de los días de niebla…

 


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