Por Ofelia De Lorenzo
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30 oct. 2013 11:55H
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La paciente en el 2008 fue intervenida quirúrgicamente de una patología nodular tiroidea de varios años de evolución por los acusados. El primer acusado actuó como cirujano principal y el segundo como primer ayudante.

Posteriormente la paciente fue trasladada a la sala de Reanimación, donde quedó bajo la responsabilidad, así establece la Sentencia, del tercer acusado de profesión ATS. La paciente entra en parada cardiorespiratoria y acaba falleciendo.

La Juez absuelve al primer ayudante y ATS, pero condena al cirujano principal como autor de un homicidio imprudente a 3 años de inhabilitación profesional y año y seis meses de prisión al establecer como hecho probado que, “siendo que el cirujano principal con desprecio absoluto a sus obligaciones de prevención y previsión y asumiendo el riesgo que ello ocasionaba, no adoptó como medida de seguimiento una prueba hemostática antes del cierre de la herida operatoria que sirve para apreciar la existencia de posibles hemorragias y, además, durante el postoperatorio, no diagnosticó, ni adoptó ninguna medida que tuviera por objeto analizar los síntomas alarmantes que presentaba la paciente mientras estaba en la sala REA (reanimación) de los que tenía pleno conocimiento por el volumen de drenaje acumulado (150-200 ml/h) durante las dos primeras horas de reanimación, el apósito manchado de sangre, y las quejas constantes de la paciente por dolor incesante, a la que tuvieron que suministrar morfina en cinco ocasiones en intervalos de apenas 10-20 minutos, desde las 11:00 horas hasta las 12:05 horas”.

La presente resolución establece como algunas de las funciones y las responsabilidades del cirujano principal; (i) desarrollar y ejercitar su criterio, lo que permitirá tomar decisiones rápidas y seguras en los momentos necesarios (por ejemplo: situaciones imprevistas o complicaciones que obliguen a variar los pasos de la cirugía); (ii) trabajar rodeado de las mejores con condiciones: buena luz, buen instrumental, lencería suficiente, adecuada anestesia, debiendo haber previsto con anterioridad todos los elementos que utilizaría durante el acto quirúrgico; (iii) trabajar con orden y minuciosidad; (iv) no realizar una cirugía careciendo del conocimiento de la patología y/o de la técnica que debe aplicar (iv) exigir orden y trabajo sistemático a todo el equipo y señalar los errores a quienes lo asisten, pues es el responsable de su formación y perfeccionamiento.

En el presente caso la Juzgadora entiende que el cirujano principal debe de responder por la muerte por imprudencia grave de la paciente  tanto por no haber tomado la medida de precaución y preventiva de una eventual hemorragia origen de un posible hematoma sofocante consistente en la prueba de la hemostasia antes de proceder al cierre de la herida mediante la elevación de la tensión arterial y, por no haber investigado, ni tomado ninguna precaución en el seguimiento del curso de la evolución de la paciente cuando la misma presentaba evidentes síntomas de estar sufriendo una hemorragia grave.

Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 3 de Arrecife de 9 julio 2013.
 


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