“Nunca es tarde para bien hacer; haz hoy lo que no hiciste ayer”, dice el refrán. Inicio el artículo con esta máxima porque es una forma fácil de entender lo que quiero decir. Hablaré de cómo, a veces y de forma tardía, se logran los objetivos que, aun siendo justos –manifiestamente justos–, tardan años en lograrse. Y no por falta de interés o por falta de insistencia, no.

Cuando una Administración incumplidora de sus propios compromisos, de sus acuerdos y de sus obligaciones se mantiene cerril y persistente en sus incumplimientos, el hecho de que, de repente, se plantee un cambio radical suena extraño y, para muchos, no resulta creíble. Yo, que me declaro ingenuo y bien pensado, quiero creer en ello. Y deseo no equivocarme. Seguro que lo que hoy escribo no gustará a todos, e incluso tendrá muchos críticos. Pero es lo que pienso y tengo que decirlo.

Desde 2007, cuando se firmaron unos magníficos acuerdos que obligaban a la inmediata elaboración de un decreto de selección y provisión para el acceso a las plazas del Sermas, han pasado casi 10 años. Unos años en los que hemos pedido reiteradamente la necesidad de proceder a su cumplimiento. Fruto de este incumplimiento se explica la lamentable situación que hemos vivido. No se han celebrado traslados en las especialidades hospitalarias y se han realizado dos oposiciones para estas categorías, cada diferente de la otra.

Recientemente, escribía en un foro diferente un artículo titulado “Sr. Consejero: actúe y evite los miedos en la OPE”, un artículo que ponía altavoz a los miedos y comentarios que llegaban de los compañeros aspirantes a alguna de las oposiciones que se están desarrollando en estas semanas. Miles de facultativos se juegan un puesto de trabajo al que aspiran tras muchos años de estudios, formación, trabajo y también de ansiedad por las renovaciones de contratos. En definitiva, de esperar pacientemente a tener la posibilidad de estabilizar su futuro, pues no olvidemos que más del 32 por ciento de los facultativos no son fijos.

Y no lo escribía sin ningún sentido; lo hacía con la seguridad de quien tiene información cercana sobre los miedos que se viven. Tengo que admitir que este artículo y lo que se quería lograr con él ha tenido respuesta. Una respuesta que despeja el futuro, que pone en evidencia que lo que se reclamaba es de derecho, que es una necesidad. Unas oposiciones basadas en el acuerdo, la transparencia, la certeza de que respetan algo tan necesario como el derecho al acceso en igualdad.

El consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos, en una noticia de Redacción Médica titulada Madrid planea una revolución para sus OPE sanitarias, hace públicas sus intenciones de modificar el modelo, de cambiar el método de selección de tribunales, de dar participación a la mesa sectorial, de cambiar de forma radical la elaboración de las preguntas, etc.

Muchos cambios que –espero y confío– se puedan dejar acordados y cerrados en el ansiado decreto de selección y provisión que tantos años llevamos esperando. Algunas de las cosas que plantea deben valorarse y pensarse con calma. Y a mí me alegra que este cambio de modelo se entienda como una necesidad. Se podrán criticar muchas cosas a este consejero, pero, al menos, atrevido sí que es.

No quiero dejar pasar la ocasión para dirigirme a todos los opositores y decirles que seguiremos defendiendo la transparencia y el derecho a la igualdad y, que a pesar de nuestra insistencia de poner en el centro del debate que el modelo hay que cambiarlo, que era posible hacerlo ya en estas próximas oposiciones, que aún estamos a tiempo de hacer que sea imposible la filtración, parece que, de momento, tendremos que esperar.

Se anuncia una revolución para las OPE. Se quiere hacer un cambio profundo. Y se hace tras hacer públicas las dudas y los miedos. Eso sí: se hace, pero no se pierde la ocasión de “matar al mensajero”. No es cuestión de protagonismos, no se trata de ver quién es el ideólogo, se trata de hacer entre todos un modelo justo, trasparente, que respete el derecho a la igualdad en el acceso a las plazas.

Sé que hay compañeros que cuestionan todo el modelo. Que lo que piden es un sistema diferente. Un modelo de “laboralización”, de contratación no indefinida, de acceso por valoración de competencias, capacidades, etc. ¿Acaso el modelo de relación laboral es incompatible con un proceso de selección justo? Lo que está en cuestión no es el modelo de relación laboral, sino el cómo se accede. Pero todos sabemos que siempre que se valoran conocimientos de forma subjetiva, hay espacio para la discrecionalidad e incluso la arbitrariedad.

Definir perfiles ad hoc, subespecialidades reconocidas o a la carta, y las múltiples triquiñuelas que ya conocemos, no es el camino. Un temario conocido, un examen tipo test y una posterior valoración de méritos iguala a todos, nos pone en la línea de salida en las mismas condiciones, permite la libre competencia y, en definitiva, nos iguala en derechos. Lo que hace que todo sea correcto es el método de elaboración de preguntas y su blindaje ante filtraciones. Y, además, me atrevo a decir que es necesario hacer una validación posterior mediante un estudio estadístico de los resultados, pues no siempre la distribución de los aprobados soportaría esta valoración.

Y para terminar como empezaba, decir que bienvenido sea un modelo justo y transparente de oposiciones, aunque sea tarde. Y que este cambio no quede solo en esto. Hace 10 años se pusieron muchas buenas ideas, muchas mejoras y soluciones en unos acuerdos que es hora de implementar en todos sus términos. No puede ser que la Administración incumpla reiteradamente lo que acuerda, que deje sin efecto lo que no quiere acometer, y que lo haga sin más necesidad que escribir en una Ley de medidas fiscales que así sea. Lo que se acuerda se debe cumplir y, si no es posible, se debe volver a negociar con los firmantes. Ésta es la esencia de la confianza, el respeto entre las partes. Y, por desgracia, hace años que esta confianza no existe.

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