El directivo conversa con Redacción Médica sobre la situación del sector



6 sept. 2013 10:57H
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Sandra Melgarejo / Imagen: Miguel Ángel Escobar. Madrid
Dice Javier Urcelay que se ha convertido en “un trapero del tiempo” y que procura no perderlo. Antes, el vicepresidente y director general para España y Portugal de Shire, veía la televisión; ahora, invierte su tiempo libre en escribir y seguir aprendiendo acerca de temas tan variopintos como la historia, el mundo de la empresa, el arte, los avances en medicina, las órdenes monásticas, los libros antiguos, los lepidópteros, la cría de aves de jaula, la filosofía… A este biólogo vocacional fascinado por Félix Rodríguez de la Fuente le gusta observar a la industria farmacéutica como si fuera “un organismo o un ecosistema que experimenta cambios y se adapta a ellos con mayor o menor fortuna”. A sus inquietudes humanísticas y profesionales se suma una fuerte vocación política, a pesar de que se trata de un ámbito en el que no es “demasiado optimista” últimamente.

Javier Urcelay, vicepresidente y director general
para España y Portugal de Shire.

¿Estudió Ciencias Biológicas por vocación?

Sí, y la sigo teniendo. Pertenezco a la generación fascinada por los programas de Félix Rodríguez de la Fuente, al que tuve el gusto de tratar. Él me dio el último empujón.

¿Desde el principio tuvo claro que completaría esta formación con la empresarial?

¡No! En la facultad se daba por descontado que un biólogo se dedica a la investigación. Todo lo que no fuera eso se consideraba una forma de traición vocacional. En la facultad se despreciaba el mundo de la empresa y, probablemente, así ocurra todavía hoy. En mi caso, como para tantos otros, acabar trabajando en la industria farmacéutica fue una de esas sorpresas que te tiene reservada la vida.

Antes de entrar en la industria fue becario en la Fundación Juan March y en el CSIC, ¿en qué trabajó allí?

La Fundación Juan March financió un proyecto de estudio de la migración de aves a través del estrecho de Gibraltar en el que participé. En el CSIC fui becario para la realización de la tesis doctoral. Mi tema de investigación eran los crustáceos copépodos ciclopoides de las aguas freáticas de la cabecera de los ríos de la provincia de Madrid. ¡Imagínate! Me entró tal crisis que no llegué a leer la tesis a pesar de estar muy avanzada.

¿Cómo se llega a ser directivo de una multinacional farmacéutica?

Paso a paso y empezando desde abajo. Supongo que también hay que valer para ello.

Ahora está en Shire, ¿qué le gusta de esta compañía?

El cuadro de principios de la empresa, su visión y su misión, como dicen los anglosajones, su vocación dentro de la industria farmacéutica: productos innovadores para enfermedades tratadas por especialistas, terapias para enfermedades raras, medicina regenerativa… ¡Y la gente! Personas con las que disfruto trabajando todos los días.

La compañía destina muchos esfuerzos al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ¿por qué?

El TDAH es un trastorno de enorme impacto personal y social. Apenas empezamos a reconocer sus relaciones con el fracaso escolar, las adicciones a sustancias, la delincuencia juvenil, los accidentes de tráfico… Se trata de una condición que afecta a un porcentaje de niños –muchos de los cuales lo acarrearán en su edad adulta- estimado en torno al cinco por ciento de la población infantil. Shire ha sido una compañía pionera en su atención al TDAH y es hoy la compañía líder a nivel mundial en investigación, comercialización de productos y formación médica continuada en apoyo de los pacientes que sufren el trastorno. 

Existe el mito de que el TDAH es un trastorno inventado, ¿cómo afecta esto a la industria farmacéutica y qué se puede hacer desde el sector para acabar con esta creencia?

La ignorancia sólo puede solucionarse con formación y con información. Hoy hay una grandísima cantidad de publicaciones y evidencias científicas, llevadas a cabo por muy distintos grupos de investigadores en todo el mundo, que avalan la existencia del trastorno y los beneficios de su tratamiento multimodal. No conozco ningún foro científico serio que cuestione la existencia del TDAH. En España existen más de setenta asociaciones de personas afectadas por el TDAH que ayudan a las familias. No creo que se hubieran constituido espontáneamente si el TDAH no fuera una realidad que, desgraciadamente, afecta a sus vidas.

¿Es difícil trabajar en un sector que siempre está en el punto de mira?

Trabajar en la industria farmacéutica tiene un gran valor añadido para todos los profesionales del sector. Los medicamentos han sido y son claves en la lucha contra las enfermedades, el alivio del sufrimiento, la mejora de la calidad de vida  y el incremento de la expectativa de vida respecto a épocas pasadas. Cualquiera de nosotros podría referir abundantes testimonios al efecto.

Por otra parte, no me parece mal que la industria farmacéutica esté en el punto de mira. El bien que protegemos, la salud, es muy importante y es comprensible que la sociedad pida al respecto un número razonable de garantías.

El ditrector general de Shire, durante la entrevista.

¿Qué hacen para intentar cambiar la imagen que tiene la sociedad de las farmacéuticas?

Cada uno sólo puede hacer lo que está bajo su ámbito de control. En Shire tenemos muy claro que el paciente constituye el centro y el motivo de todo lo que hacemos, y que no sólo importa lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.

De todas formas, siempre habrá una corriente de opinión social que vea mal que se mezcle la enfermedad con el beneficio empresarial, pero la experiencia demuestra que es el mejor modelo para favorecer el avance y el progreso. De la industria farmacéutica estatalizada del mundo soviético, que representó otro modelo posible, no salió un sólo avance farmacológico destacable en setenta años de vigencia.

Como exvicepresidente de Farmaindustria, ¿cree que la patronal va por buen camino?

La industria farmacéutica es hoy un conglomerado de empresas muy diferentes, a veces con intereses puntualmente contrapuestos. Farmaindustria tiene que armonizar todas esas diferencias para hacer valer los intereses del sector en su conjunto, y creo que así lo hace. En mi opinión, es una de las asociaciones empresariales más profesionales y equilibradas en la representación de su diversidad interna.

¿Afecta la crisis a Shire? ¿Más a la filial en España que en el resto del mundo?

Hasta ahora la industria farmacéutica siempre se había considerado un sector acíclico e, incluso, un valor refugio en épocas de turbulencia económica. Sin embargo, esta crisis tiene al déficit público como uno de sus epicentros y el Estado es, en España y la mayoría de los países europeos,  nuestro principal cliente. El Estado ha elegido la fórmula de los recortes y, en el caso del presupuesto sanitario, ha optado por la vía fácil de cercenar la factura farmacéutica. Ello ha supuesto para el sector farmacéutico la pérdida de un tercio del valor del mercado, una década de retroceso y la eliminación de miles de puestos de trabajo en nuestras empresas.

En el caso de Shire, una empresa joven y en fase lógica de crecimiento, las medidas adoptadas por el Gobierno han supuesto un lastre claro a nuestras expectativas de desarrollo, que tratamos de contrarrestar exigiéndonos un mayor esfuerzo si cabe y unos mejores resultados.

Desde el punto de vista de la economía, ¿se ve la luz al final del túnel?

No hay mal que cien años dure. Pero creo que no debería desaprovecharse esta oportunidad para hacer las reformas que la sociedad española está reclamando desde hace mucho tiempo, fundamentalmente el adelgazamiento del Estado y las comunidades autónomas. No soy, sin embargo, demasiado optimista al respecto. Si no se hace, simplemente perderemos competitividad a nivel internacional, como ya lo estamos haciendo.

A la industria farmacéutica le afectan otras cuestiones, no sólo la economía. ¿Qué otros obstáculos encuentran en el camino?

La crisis económica lleva asociado otro número de problemas, tal como la morosidad en los pagos por parte de las comunidades autónomas, la proliferación de iniciativas de contención del gasto que rompen la unidad de mercado y generan duplicidades, las barreras a la innovación y el retraso en las aprobaciones de nuevos productos… Frente a todo ello, la industria viene reclamando desde hace años un marco estable y predecible, único, que permita operar de manera eficiente desde un punto de vista empresarial. Lejos de tenerlo, vivimos sometidos a un régimen de continuo sobresalto y aparente improvisación.

En 2003 escribió el ensayo Clonación humana, ¿progreso o amenaza para los derechos humanos? ¿Qué argumentaba entonces y cómo lo ve diez años después?

La clonación humana con fines reproductivos debe ser prohibida y condenada sin paliativos. En eso parece que hay acuerdo general. Es respecto a la clonación con fines terapéuticos donde hay más controversia. Las células madre ofrecen teóricamente un gran potencial, tanto de conocimientos como de posibles utilidades terapéuticas. Pero en investigación no vale todo, por muy elevados que sean los fines. La dignidad del embrión humano marca unas líneas rojas. La dignidad de la persona y la inviolabilidad de la vida humana son el presupuesto mismo de toda civilización verdaderamente humana. Ignorarlas, por atractivos que sean los beneficios resultantes, no conduce al progreso, sino al desorden o a la tiranía.

En el caso de la energía nuclear, todos entendemos muy bien la diferencia entre ser técnicamente posible y ser ética o socialmente aceptable. Lo mismo ocurre en la investigación embriológica. Afortunadamente, los avances científicos han permitido hoy obtener células madre por procedimientos que no conllevan la destrucción de embriones. Ese debe ser, en mi opinión, el camino.

¿Cuáles son los temas relacionados con su profesión sobre los que le gusta escribir o reflexionar?

Me interesa mucho la bioética, en particular lo concerniente al principio y el final de la vida humana. También la deontología específica de la industria farmacéutica en cuestiones como la investigación, las patentes, las publicaciones científicas, etc.

La otra vertiente que me atrae es la observación de la industria entendida como un sistema complejo en evolución adaptativa. Mirada con ojos de biólogo, como si la industria fuera un organismo o un ecosistema que experimenta cambios y se adapta a ellos con mayor o menor fortuna. 

Pero también escribe libros de investigación histórica, ¿de dónde surge esta afición?

Pues de la constatación de que, cuando uno se dedica a algo con perseverancia, se puede acabar siendo un experto, y eso produce más satisfacción que ser un ignorante de todo. A mí me interesa la historia, pero no sólo la historia. También me interesa el mundo de la empresa, los avances de medicina, la filosofía y la literatura, el arte y las antigüedades, los lepidópteros, los libros antiguos, las órdenes monásticas, la cría de aves de jaula…

Acaba de publicar un nuevo libro, ¿qué encontrará el lector?

Las Memorias Políticas de Don Manuel Polo y Peyrolón, un filósofo, escritor, apologista y político carlista que fue testigo de un período histórico particularmente interesante: la España finisecular del XIX y las dos primeras décadas del siglo XX. El régimen canovista, la dolorosa pérdida de Cuba, los primeros balbuceos del nacionalismo periférico, el caciquismo electoral, la pretensión de crear un partido católico... Nunca pensó que sus memorias se publicarían, así que las escribió sin cortarse un pelo.

Urcelay, fotografiado en los estudios de Sanitaria 2000.

¿Tiene más ideas para futuras obras?

Está en imprenta una edición privada de la historia del linaje familiar de los Urcelay, que se remonta a la fundación de la villa de Zumárraga en el siglo XIV, en la que intervino el primer antepasado mío del que tengo noticia histórica. También estoy trabajando ahora en un episodio histórico en la naciente Castilla … Me he metido en la Alta Edad Media –una época llena de luces, en contra de lo que se cree– y ya veremos por dónde salimos. Lo apasionante de la investigación histórica son sus efectos colaterales imprevistos.

También ha sido candidato al Senado, ¿por qué esta vocación política?

Porque me preocupa eso que antes se llamaba el bien común y porque me gustaría aportar ideas distintas de las que hoy se oyen en la tribuna pública.

Cargo de responsabilidad en una multinacional, investigación histórica, familia… ¿De verdad hay tiempo para todo?

Una vez le preguntó una joven periodista al prolífico escritor Fernando Díaz-Plaja: “Usted escribe mucho, ¿cuál es su secreto?”. Y el veterano autor la replicó: “No, señorita, no se equivoque, yo escribo muy poco. Solamente escribo dos folios al día. Pero no hay ningún día que no los escriba”. Yo sólo dedico a estas cosas un par de horas al día, normalmente después de cenar y sólo cuando puedo. Me sirve de bálsamo y me carga las pilas. Antes veía la televisión. Ahora me he convertido en un trapero del tiempo y procuro no perderlo.

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