El Centro Nacional de Supercomputación espera resultados este mismo año



30 ago. 2015 16:30H
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Javier Barbado. Madrid
Los cálculos de los superordenadores con aplicaciones científicas desempeñan un papel fundamental en el proyecto pan-cáncer, empresa internacional iniciada en 2012 que persigue analizar mutaciones comunes entre distintos linajes de tumores para diseñar terapias específicas más efectivas. Un consorcio mundial trabaja en el empeño y España no queda malparada, pues contribuye a ella a partir del supercomputador Marenostrum, situado en el Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC).

Modesto Orozco, del BSC-CNS.

La misión de este aparato de extraordinario rendimiento (1,1 petaflop, unidad de medida equivalente a una capacidad de 1.100 millones de operaciones por segundo) incluye el recabado de datos de análisis dentro del proyecto pan-cáncer: “El BSC es uno de los principales repositorios de esta información, que sirve para discriminar si el enfermo es susceptible de responder a un tratamiento específico diseñado a partir de las peculiares mutaciones detectadas en su tumor”, ha explicado a Redacción Médica el director del Departamento de Ciencias de la Vida del BSC-CNS (Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación), Modesto Orozco.

Tanto el departamento encabezado por este científico como el de Ciencias de la Computación del propio BSC cooperan en el proyecto en cuestión y esperan los primeros resultados para este mismo año.

Pero las aplicaciones del Marenostrum no acaban ahí. Otra de las más potentes reside en el estudio de las posibles interacciones de los fármacos, aspecto fundamental para su diseño, fabricación y comercialización. El supercomputador español trabaja, en este sentido, con moléculas útiles en epigenética, con las que tienen por diana al cáncer y también en el diseño de proteínas con mejores funciones, de acuerdo con el correlato de Orozco, quien reconoce no poder revelar el nombre comercial de las empresas (farmacéuticas y biotecnológicas, entre otras) que reclaman los servicios del BSC, dado que la información es confidencial.

“De hecho, muchas farmacéuticas disponen de sus propios centros con grandes potencias de cálculo que utilizan solo para ellas cuando disponen de datos sensibles; es decir, si se esperan unos beneficios de entre 1.000 y 1.500 millones de dólares anuales por una nueva molécula, es lógico que no quieran que su estructura ‘se pasee’ por centros y universidades de dominio público”, ha razonado Orozco.

Financiado por el Gobierno en su mayor parte

Aunque el Gobierno central financia el grueso de los gastos del BSC (en concreto, la compra de los superordenadores, que deben reciclarse cada dos años y medio o tres), también proporcionan parte del presupuesto ordinario del centro (“en todo caso pequeño”) la Generalitat de Cataluña y la Universidad Politécnica de esta comunidad autónoma.

En el panorama mundial, sin embargo, España todavía queda muy por debajo en capacidad de supercomputación a pesar de disponer del Marenostrum: “Para hacernos una idea, en Alemania disponen de al menos cuatro de estos superordenadores –de 1 petaflop como mínimo–; en China, los que poseen son hasta 80 veces más grandes que el nuestro y no digamos ya si nos fijamos en Estados Unidos”, reconoce Orozco.

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