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Una facultativa desencantada con la profesión presenta un documental en el que denuncia las carencias del sistema

 María Montoya, directora del documental.
María Montoya, directora del documental.


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“Cuando me di cuenta de que no podía ejercer la Medicina como la profesión merece, decidí parar, cuidar de mí misma y hacer una película”. Así resume María Montoya la decisión más radical de su vida profesional. Esta médica especializada en Geriatría ha dejado su carrera clínica para dirigir ‘¿A mí quién me cuida?’, un documental en el que se denuncia la precariedad estructural del Sistema Nacional de Salud (SNS) y el impacto que tiene sobre quienes lo sostienen desde dentro.

Con testimonios de más de 20 profesionales sanitarios de diferentes comunidades autónomas, especialidades y generaciones, la cinta se presenta como una radiografía emocional y colectiva de un sistema que, según Montoya, “está construido sobre condiciones laborales abusivas, invisibles y totalmente normalizadas”. A través de una herramienta poco habitual como el cine documental, la directora intenta tender un puente entre la experiencia cotidiana del personal médico y una sociedad que, afirma, todavía desconoce lo que ocurre detrás de las puertas de los centros sanitarios.

“El relato del ‘héroe sanitario’ sigue vigente, pero no responde a la realidad”, explica Montoya a Redacción Médica. “Se nos sigue viendo como personas incansables, como privilegiados, cuando en realidad muchas compañeras y compañeros arrastran agotamiento crónico, culpa, soledad y en algunos casos enfermedades físicas o mentales”.

De la consulta médica al plató


La idea de realizar el documental comenzó a tomar forma hace dos años, cuando Montoya, entonces adjunta sin plaza fija en la sanidad pública, empezó a cuestionar su futuro profesional. “Hacía contratos de cinco o seis meses enlazados, cubriendo bajas, sin estabilidad ni garantías”, recuerda. “Después de la residencia, esperas que todo mejore. Pero nada cambia: las jornadas siguen siendo de 80, 90 o incluso 100 horas semanales, las plantillas están bajo mínimos, y la presión asistencial hace imposible ejercer la Medicina con dignidad”.

Esa acumulación de frustración fue acompañada por el descubrimiento de una realidad compartida. “Empecé a hablar con colegas de otras partes de España y me di cuenta de que vivíamos procesos muy parecidos, pero cada quien lo afrontaba desde la soledad y el sentimiento de culpa”, afirma. “Ahí entendí que el problema no era mío, sino del sistema”.

Antes de abandonar su puesto, decidió hacer algo para visibilizarlo. Buscó apoyo en una productora murciana y puso en marcha una campaña de micromecenazgo que permitió financiar la primera etapa del proyecto. “La productora se sorprendió mucho al conocer la realidad que vivimos. Eso me confirmó que hacía falta contarlo”.

Diversidad de voces, un mensaje común


Durante meses, Montoya recopiló testimonios de profesionales sanitarios de todo el país. Eligió deliberadamente voces diversas: jóvenes y veteranos, de Atención Primaria y Hospitalaria, de distintas comunidades y con trayectorias dispares. El objetivo: mostrar que el malestar no es aislado ni circunstancial, sino estructural.

“La diversidad era importante, pero más aún que todos compartieran una idea: que este sistema nos está haciendo daño”, explica. El resultado es una película de 65 minutos que ya ha tenido varias proyecciones en salas de Murcia y Barcelona, además de un pase especial ante miembros de la Organización Médica Colegial (OMC) y su Fundación para la Protección Social.

La acogida, asegura Montoya, ha sido positiva. “Los representantes colegiales valoraron mucho el documental como herramienta para trasladar un mensaje que ellos también comparten, aunque lo hagan desde un discurso distinto”. Aun así, subraya que el objetivo no es provocar una reacción institucional inmediata, sino encender una chispa en la ciudadanía. “Lo que espero es que la población entienda lo que hay detrás, y que sean los propios pacientes quienes exijan el cambio”.

Más que precariedad: una cuestión de salud pública


Montoya insiste en que el problema no se limita a condiciones laborales indignas. “Esto afecta directamente a la seguridad del paciente”, sostiene. “Un médico agotado, saturado, que no ha dormido, es un médico que puede cometer errores. Y si eso pasa, no solo sufre el profesional: sufren todas las personas a las que atiende”.

Por eso, considera que la crisis del SNS debe abordarse como una cuestión de salud pública. “Si no cuidamos a quienes nos cuidan, la calidad de la atención se resiente para todos”. En ese sentido, su mensaje final es claro: “Esto no va de privilegios, va de garantizar una atención digna y segura. Y eso solo es posible si quienes trabajan en el sistema están bien cuidados”.

¿Qué tendría que cambiar en el SNS?


Preguntada por los cambios imprescindibles para plantearse volver al SNS, Montoya menciona tres: el fin de las jornadas maratonianas, el refuerzo real de las plantillas y la incorporación de espacios para la gestión emocional dentro del trabajo sanitario.

“No se puede normalizar que una médica tome decisiones vitales después de llevar más de 12 horas trabajando”, denuncia. También recuerda que nunca ha trabajado en un servicio donde se sustituyera al personal de baja. “Eso nos obliga a asumir la carga de dos o tres personas, con todo lo que eso implica”.

Por último, destaca una carencia menos visible pero igual de urgente: la falta de espacios para procesar el sufrimiento que conlleva el día a día médico. “Estamos constantemente en contacto con la muerte, el dolor, las malas noticias. Y no hay margen para gestionar emocionalmente nada de eso”.

Actualmente, Montoya trabaja en la Universidad Autónoma de Barcelona y no contempla regresar al sistema público “si las cosas no cambian profundamente”. Aunque en el futuro no descarta volver a ejercer la Medicina. “Esta película es mi forma de seguir cuidando de la salud colectiva sin tener que sacrificar la mía”, concluye.
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