El facultativo asegura que el 70% de las decisiones clínicas se toman en base a los resultados de su especialidad

Javier Azúa defiende en Redacción Médica la labor de la especialidad de Patología, muchas veces desconocida e incluso "invisible" de cara a los pacientes
Javier Azúa, patólogo.


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Javier Azúa ha sido reconocido con el premio Doctor Fleming a la Excelencia Sanitaria, un galardón que distingue a quienes combinan investigación, docencia y práctica clínica con un compromiso que trasciende la rutina diaria. Para él, este premio no es solo un reconocimiento personal, sino que "es un orgullo, una satisfacción, y sobre todo, un reconocimiento a la especialidad", asegura en Redacción Médica. Y es que la Anatomía Patológica es muy poco conocida. Por eso, este tipo de galardones suponen una "mayor visibilidad" y sacar a estos facultativos "de los sótanos de los hospitales", donde Azúa dice que parecen estar "confinados", de manera que ni los pacientes saben cómo funciona su trabajo ni a qué se dedican.

Su carrera refleja un equilibrio entre rutina clínica, investigación y docencia, lo que, sin duda, ha influido en la entrega de dicho premio: "Creo que vieron una trayectoria bastante sólida y diversificada". Así, reivindica la labor docente y la importancia de "trasmitir lo que aprendes a las generaciones que vienen por detrás". 

Un arte invisible


La Anatomía Patológica, explica Azúa, es la columna vertebral de la Medicina moderna, pero el problema es que su visibilidad es limitada: "El 70 por ciento de las decisiones clínicas se toman en base a nuestros resultados y, en cuanto al proceso quirúrgico, me atrevería a decir que más del 90 por ciento de los procedimientos quirúrgicos se deciden en base a los resultados de la anatomía patológica previa".

La responsabilidad, entonces, es enorme. "Al final lo vivimos como una rutina porque es la especialidad la que hemos elegido y sabemos que esto es así, continúa el facultativo, que apunta a una gran presión y responsabilidad: "Es cierto que hay veces que te genera ansiedad o te genera mucha inquietud pensar que dependiendo de lo que digas con la muestra de un paciente, este va a someterse a una cirugía más o menos agresiva... Es decir, vas condicionar todo un tratamiento". 

Entre los mayores desafíos a los que se enfrentan los patólogos, destaca la detección de lesiones: "Los errores más frecuentes pueden ser en las lesiones mamarias borderline. No son claramente benignas o malignas, lo que provoca que a lo mejor un patólogo diagnostique una lesión benigna y otro una lesión maligna". "Nuestro mayor reto es poder sacar esas lesiones de la zona gris y poder clasificarlas adecuadamente", asegura. 

"Es una especialidad muy bonita, que tiene mucho recorrido y con unos retos futuros increíbles", continúa Azúa, que define la figura de los patólogos como "los notarios de los hospitales". "Al final, somos los que damos fe de lo que hay. Es una especialidad fascinante que no se tiene que quedar con la imagen de laboratorio".

Retos del sistema y desgaste profesional


Azúa señala que el gran desafío actual es acelerar los diagnósticos: "Sin duda, lo prioritario es reducir la lista de espera, porque cuanto antes diagnostiquemos, más sencillo va a ser el tratamiento de una persona en un estadio inicial de la enfermedad". Además, subraya la importancia de la Medicina Personalizada: "Sería un gran reto dejar de hablar de pacientes como un todo, sino tratar de conseguir que nuestros diagnósticos y nuestros tratamientos vayan dirigidos concretamente a una persona".

Al estudiar a ese paciente desde el punto de vista genético, "saber qué genes influyen en su enfermedad, qué genes van a influir en su tratamiento, qué tratamiento es mejor para esa persona en concreto es fundamental". El objetivo final, matiza, "sería dejar de decir, por ejemplo, que tratamos un cáncer de mama, sino que tratamos el cáncer de mama de una persona en concreto". Aunque esta atención tan específica no es tan sencilla, sobre todo por las largas listas de espera que entorpecen la atención sanitaria. "Hay pacientes que requieren un minuto y hay pacientes que requieren una hora, así que deberíamos ser capaces de llegar a poder dedicarle al paciente el tiempo específico que necesita", afirma.

Falta de formación en IA


Lo que tiene claro, es que el patólogo del siglo XXI necesita "competencias digitales y genéticas avanzadas". "Ahora tenemos que saber manejar la Inteligencia Artificial o la red aumentada, y tenemos que saber integrarlo en todo el tema informático", señala. A parte, apunta a que actualmente es necesario "manejar conceptos de patología molecular que hace unos años no existían".

Azúa considera que la IA amplifica el juicio humano sin reemplazarlo: "Creo que ha venido para ayudarnos y tene muchísimas herramientas para poder hacer que los médicos alcancemos sobre todo diagnósticos o ajustar los tratamientos". En Patología, dice, ayudaría a "establecer protocolos de diagnóstico más estrictos y a dar pasos más seguros, o a recopilar información". Aunque para ello, es necesario saber utilizarla correctamente, algo para lo que, según concluye el facultativo, "faltan cursos de formación".
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