La Revista

El director de Humanización de Castilla-La Mancha destaca la impronta de la política local y de su trabajo en paliativos

Rodrigo Gutiérrez, director general de Calidad y Humanización de la Asistencia de Castilla-La Mancha.


28 oct. 2017 20:00H
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POR SERGIO LÓPEZ
Rodrigo Gutiérrez se ha convertido en el rostro de la humanización en la Sanidad de Castilla-La Mancha, después de que esa región fuera –junto con Madrid– pionera en la creación de una Dirección General dedicada en exclusiva a este aspecto. Pero, antes de iniciar su carrera en la Administración pública, este médico toledano apasionado de los libros ha tenido otras vidas. Tras ejercer tanto en la sanidad pública como en la privada, se orientó a la gestión y obtuvo plaza como inspector médico. Después llegó a ser alcalde de su pueblo, Guadamur (Toledo). Diez años después volvió al Sescam, donde ha compatibilizado sus distintos cargos con la Presidencia de la Sociedad Española de Atención al Usuario de la Sanidad (Seaus) y la escritura de numerosos artículos. Guitiérrez, bloguero habitual, cuelga sus reflexiones, comentarios y lecturas recomendadas en Regimen Sanitatis 2.0.
 
¿Dónde y cuándo se inicia su carrera como médico?
 
Nada más terminar la carrera y completar el servicio militar, me incorporé como médico en el colegio mayor donde había residido, el Colegio Santa María de Europa, aquí en Madrid. Mi cometido básicamente consistía en atender esguinces, torceduras y pequeños resfriados u otros pequeños problemas que tenían los colegiales.
 
Alguna borrachera también, me imagino.
 
Sí, bueno, algún exceso alcohólico también, como es lógico (ríe). Fue una etapa curiosa. Poco después entré a trabajar como médico interno residente en el Servicio de Cirugía General del Instituto Nacional de Oncología, al lado del Hospital Clínico de Madrid. Me gustaba mucho la cirugía. Lo veía muy resolutivo, aquello que decían los tratados hipocráticos de que lo que no cura el medicamento, lo cura el hierro… Posteriormente estuve cubriendo contratos temporales, de los que hacía entonces el Insalud: en Barajas, en el barrio de Aluche… y después, contratado por el Ayuntamiento de Madrid, en una casa de socorro que ya no existe, en la calle del Gobernador, al lado del Ministerio de Sanidad. Hacía esquina con el Paseo del Prado. Ahora no sé qué es lo que hay ahí.
 

Rodrigo Gutiérrez comenzó su carrera profesional en Madrid. Su primer trabajo fue de médico en un colegio mayor.

Ahora es un centro social okupado Pero, volviendo a esa época ¿Algún recuerdo que guarde con especial cariño?
 
Bueno, en el Instituto Nacional de Oncología conocí a una persona que fue muy importante para mí, un buen amigo, Carlos Sanz Herranz. Ahora es cirujano en La Princesa. Cuando se me acabó el contrato, él y yo empezamos a trabajar en Sanitas, y una de las cosas más interesantes que hicimos fue poner en marcha una de las primeras unidades de hospitalización a domicilio de España. Se acababan de crear en el Hospital de Cruces, en Barakaldo, y en el Hospital Gregorio Marañón. Estoy hablando del 84 u 85. Supuso toda una experiencia desde el punto de vista personal y humano, más allá del aspecto sanitario. Atendíamos casos de personas en situación terminal y me resultó muy impactante. En la formación de grado en Medicina se nos generan ciertos delirios de omnipotencia, pensando que la Medicina puede resolverlo todo. Esto no es así, como todos sabemos. Pero hasta que no se encuentra uno frente a esa dura realidad, no se es muy consciente. 
 
¿En qué momento supo que quería ser médico?
 
No puedo decir que tuviera una iluminación o una vocación desde pequeñito. Fui un joven con muchos intereses. En bachillerato, uno de los tutores que tenía que orientarnos me recomendó químicas, biológicas, o, tal vez, Medicina. Pero también me dijo –cosa curiosa, porque yo era de ciencias– Periodismo. La razón era que me gustaba mucho escribir. Al final opté por Medicina, hablándolo en casa con mis padres. Ellos no habían estudiado, no tuvieron la oportunidad. Ese verano me aconsejaron leer un librito de José María López Piñero, Introducción a la Medicina, y dos novelas, La Ciudadela y Cuerpos y Almas. Aquello me terminó de decidir.
 
¿Fue siempre buen estudiante o tuvo alguna fase díscola? 
 
Tuve una cierta fase díscola, nada más llegar a la universidad. Estamos hablando de los últimos años del franquismo. Política y sociológicamente eran años de una actividad frenética: asambleas, movimientos estudiantiles, grupos y partidos políticos. También había fantásticos cineclubs. Recuerdo, por ejemplo, el de Ciencias de la Información. También formé parte del equipo de redacción de la revista del Colegio Mayor, del grupo del teatro, jugaba al fútbol y no sé qué más cosas… Con 17 o 18 años estaba muy deslumbrado. Hasta el punto que puse en riesgo los estudios.

“La gente quiere vivir bien y los responsables sanitarios tenemos que facilitarlo”, defiende Gutiérrez.

¿Y de la infancia, qué recuerda con especial cariño?
 
Tuve la suerte de nacer en Guadamur, un pueblo a 15 kilómetros de Toledo. Recuerdo con mucho cariño a mis maestros, Don José y Don Eugenio, que fue la persona que me enseñó a leer. Como he sido un gran lector, siempre he tenido un agradecimiento tremendo a esa persona que me abrió las puertas del mundo. Muchos recuerdos tienen que ver con el Castillo de Guadamur. Es un castillo renacentista del siglo XIV o XV, de propiedad privada y muy bien conservado. Pues bien, mi padre era el guarda del castillo. Así que yo he jugado en el castillo de pequeño, en sus estancias. Es como si conociera la Edad Media de siempre. El castillo se visitaba, estaba abierto a los turistas, y, como yo estudiaba francés, hacía de guía improvisado a los franceses que aparecían por allí. También se rodaban películas y yo salí de extra en alguna.
 
¿Ah, sí? ¿En cuál?
 
En alguna de ese gran director de género que se llamaba Jacinto Molina, alias Paul Naschy. También recuerdo que se grabó ‘El Corsario Negro’ [producción italiana basada en el libro de Emilio Salgari]. Fue muy gracioso, porque, con el montaje, el castillo aparecía como si fuera un palacio en una isla. Así que cuando la estrenaron en el cine del pueblo la gente no podía parar de reírse.

Por lo que he leído en su blog, mantiene su pasión por la lectura, ¿de dónde saca tiempo para leer?
 
Me lo quito de dormir, si es necesario. Intento aprovechar el poco tiempo libre que me deja la actividad en la Dirección General. No sé si era Andrés Trapiello el que decía que él era un trapero del tiempo, que hasta los mínimos espacios de tiempo los aprovechaba. ¿15 minutos? Pues 15 minutos, concentrado, dan para mucho: Puedes leerte bastantes páginas.
 
En sus redes sociales también se ve le ve muy interesado en la política en general, más allá del ámbito sanitario.
 
Bueno, durante diez años, fui alcalde de mi pueblo. Y durante cuatro de esos años, fui también vicepresidente primero de la Diputación de Toledo. Fue a principios de los 90. Por eso digo a veces que la dirección general es mi nueva reencarnación...
 
De la política municipal, ¿qué le quedó? 
 
La política municipal es la rendición de cuentas en directo. Y más en una población pequeña. Mi pueblo tiene 1.800 habitantes y te sientes interrogado permanentemente por los ciudadanos. Vas por la calle y el tío Paco, la tía María o el tío Mariano se dirigen a ti para decirte: “Rodrigo, hay un problema”. Esa obligación de responder en una administración tan cercana es muy aleccionadora para las personas que después hemos tenido otra responsabilidad, en mi caso, en el Servicio de Salud. Para muchas personas que se dedican a la actividad política el ciudadano de a pie pilla como muy lejos, pero cuando eres alcalde, lo ves directamente. Te puedes llevar grandes sinsabores. Y a veces te plantean las cosas más insólitas.
 
EN CORTO
Un libro: Los diarios de Andrés Trapiello
 
Una película: 'North by northwest', de Hitchcock
 
Una canción: 'Smoke gets in your eyes', de Jerome Kern.
 
Una ciudad para vivir: Toledo
 
Una ciudad para viajar: Roma
 
Un objeto imprescindible: Una pluma o un bolígrafo.
 
Un personaje de su vida: Mi padre.
 
Un personaje histórico: Leonardo da Vinci
 
Equipo de fútbol: Atlético de Madrid.
 
Lema vital: Siempre hay que pensar en mejorar.
 
¿Qué le hace feliz? Mi familia y mis hijas… y un buen libro.
Me imagino que eso tiene que ver con la división de las competencias, que muchas veces los ciudadanos no la tenemos clara...
 
Efectivamente. Es muy difícil. El consultorio local, por ejemplo. Vale, lo mantenemos nosotros, el Ayuntamiento, es un edificio de titularidad municipal, pero que esté bien dotado o no, depende de la Consejería. Ese tipo de cosas. Creo que te ayuda a entender mejor a la gente ver cuáles son sus preocupaciones de verdad, diarias. La gente quiere vivir tranquila, tener una vida con las menores dificultades posibles, ayudar a su familia, que sus hijos reciban una buena educación y tener la mejor salud posible. Lo que tenemos que ser los responsables públicos es facilitadores de todo eso.
 
Dentro de los diferentes puestos que ha desempeñado como gestor sanitario ¿Qué le ha producido mayor orgullo?
 
Hubo un momento en la Dirección General de Calidad Asistencial y Atención al Usuario, en el Sescam, hacia el final de 2007, en el que pusimos en marcha una iniciativa en todas las gerencias de la Gerencias de Atención Especializada las llamadas Oficinas de Calidad y Atención al Usuario (OCAU). Conseguimos –así me lo han transmitido muchos profesionales y amigos– poner de relieve no sólo la calidad asistencial, sino la calidad percibida. Hasta entonces los servicios de atención al paciente en muchos hospitales no pasaban de ser unas meras oficinas un tanto burocráticas para presentar quejas y reclamaciones. Muchas veces con una percepción, digamos, dudosa por parte de la ciudadanía. Creo que se introdujo una cierta cultura de mejora continua, incorporando modelos como el EFQM.
 
De Castilla-La Mancha se habla mucho los retos que tiene: el reto demográfico, el problema hídrico… pero le quería preguntar por lo contrario. ¿En qué es puntera en comparación con el resto de España?
 
Los rankings siempre son discutibles, pero podemos decir que somos punteros desde luego en que somos el territorio geográfico más conocido de la lengua castellana gracias al Quijote y eso es incontestable.
 
Me gustaría saber que otras aficiones tiene. Mencionaba que de joven jugaba al fútbol...
 
Ahora lo que hago es correr algo los fines de semana y jugar al pádel. Los que jugábamos al tenis nos hemos pasado todos al pádel en masa, porque no encuentras a casi nadie que juegue al tenis.  
 
¿Qué hace para desconectar?
 
Los domingos por la mañana me voy a un pueblo vecino a comprar el periódico y me voy dando una carrera. Cojo una mochilita y en esa hora y media que tardo entre ir y volver, intento desconectar.
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