Cristina Ballesteros, Gonzalo López, Susana Carmona, Daniel Martín y María Paternina-Die.
Investigadoras del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid han descubierto que los cambios que se producen en dos áreas del cerebro de las mujeres al ser madres están relacionados con la experiencia del parto y los
síntomas de la depresión posparto. Concretamente, se han descrito
variaciones en el volumen del hipocampo y la amígdala, regiones cerebrales implicadas en la memoria y el procesamiento emocional.
Según las conclusiones del estudio, en el momento del embarazo no se produjeron diferencias anatómicas significativas en el cerebro de las mujeres que fueron estudiadas en comparación con las mujeres sin hijos que formaron parte del grupo control. Sin embargo, la estructura de dos regiones cerebrales sí mostró
cambios entre el final del periodo de gestación y los primeros meses tras dar a luz en función de la experiencia de parto y los
síntomas de depresión posparto.
De este modo, se ha determinado que las madres que tuvieron una percepción negativa de su experiencia de parto experimentaron un mayor
aumento en el volumen del hipocampo. Asimismo, en aquellas que mostraron un aumento significativo de síntomas depresivos en el posparto, se observó un incremento mayor en el volumen de la amígdala.
Este estudio, publicado en la revista
Science Advances, ha sido impulsado por las científicas del grupo de investigación en Neuroimagen ‘Neuromaternal’, del Instituto de Investigación Sanitaria del
Hospital Gregorio Marañón (IiSGM), liderado por la neurocientífica del centro madrileño,
Susana Carmona, junto con investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
La depresión postparto en el cerebro
Para llevar a cabo esta investigación se tomaron imágenes de
resonancia magnética de 88 madres primerizas en dos puntos temporales: al final del tercer trimestre del embarazo y durante el primer mes posparto. Como grupo control, también se evaluaron mediante resonancia magnética a 30 mujeres sin hijos en el mismo intervalo.
Las conclusiones establecen una correlación, por eso las investigadoras continuarán trabajando con el objetivo de determinar cuál es la relación causal entre estas variables, así como para conocer posibles implicaciones de los cambios o su persistencia en el tiempo.
Las investigadoras del Hospital Gregorio Marañón explican que
los cambios en el cerebro durante la transición a la maternidad pueden interpretarse como
adaptaciones a los eventos desafiantes del parto y la maternidad, así como indicadores de posibles vulnerabilidades. Esto refuerza la necesidad de seguir avanzando en el conocimiento del cerebro materno e investigando las implicaciones de las experiencias perinatales en este importante momento de la vida.
El trabajo contribuye tanto al avance en el conocimiento del cerebro materno como en la mejora de la salud de las madres. Gracias a este estudio, se genera conocimiento de gran utilidad para la búsqueda de modelos sólidos que permitan predecir, prevenir y tratar
patologías perinatales como la depresión posparto, un trastorno que afecta a casi una de cada cinco mujeres en el mundo. “El parto y el posparto son momentos de gran intensidad emocional que la madre recuerda durante toda su vida. Cambia su vida y puede cambiar su cuerpo, un cuerpo ubicado también en un contexto e influenciado por él”, concluye
Cristina Ballesteros, investigadora del grupo de Neuroimagen del IiSGM y una de las autoras del trabajo.
Línea de investigación consolidada
Esta línea de investigación continúa el camino trazado por un primer estudio científico lanzado hace siete años. Desde entonces, varios trabajos publicados en
Nature Neuroscience por las investigadoras del IiSGM junto a la UAB han demostrado que la transición a la maternidad se acompaña de
reducciones en el volumen de sustancia gris durante la gestación, a los cuales se acompañan incrementos en el inicio del posparto, sin llegar a alcanzar la línea de base inicial.
“En los últimos años, hemos visto como los cambios que acontecen durante el embarazo
son similares a los que ocurren durante la adolescencia, ambos periodos marcados por una reducción en el volumen de la sustancia gris en el cerebro”, explica
María Paternina-Die, también autora del estudio e investigadora del grupo de Neuroimagen del centro.
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