La técnica logra reducir el riesgo de complicaciones postoperatorias y mejora la calidad de vida del paciente

El Hospital de Sant Pau devuelve a la vida a un abdomen
Hospital de Sant Pau.


8 nov. 2023 12:00H
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Sant Pau es hospital pionero a nivel global en la reconstrucción microquirúrgica combinada estructural y muscular funcional de la pared abdominal. Para ello, se utilizan colgajos microquirúrgicos con componente muscular antólogo reinervado en pacientes con grandes defectos estructurales y funcionales en la pared abdominal fruto de grandes resecciones oncológicas, secuelas de traumatismos o de radioterapia, o de complicaciones postquirúrgicas de reconstrucciones anteriores.

El nuevo músculo no sólo reemplaza la pared muscular lesionada o resecada, sino que adicionalmente es capaz de contraerse como el músculo original al cabo del tiempo una vez culminada la reinervación, logrando una función exactamente igual al original.

Este tipo de intervención la lleva a cabo un equipo multidisciplinar integrado por distintos Servicios del Hospital -Cirugía Plástica, Cirugía General, Anestesiología, Enfermería...- y supone ofrecer una opción reconstructiva ideal a pacientes que, sin ella, o bien eran considerados como inoperables (paliativos) o las secuelas de la intervención disminuían radicalmente su calidad de vida. Con ello, no sólo pacientes paliativos son candidatos a cirugía curativa, sino que se obtiene un aumento de la supervivencia global y la recuperación de la calidad de vida normal. Adicionalmente, este tipo de reconstrucción ofrece una protección ante los tratamientos post quirúrgicos -sobre todo la radioterapia- en pacientes oncológicos con sarcomas.

Según Manuel Fernández-Garrido, adjunto del Servicio de Cirugía Plástica de Sant Pau, “hemos conseguido restaurar completamente la función muscular abdominal normal que el paciente tenía antes de la intervención. El nuevo músculo recupera la capacidad de contraerse y es capaz de mantener la misma actividad del músculo original y su tono. Con esta reconstrucción estructural y funcional los pacientes vuelven a hacer vida completamente normal”. De hecho, José A. González, jefe clínico de Cirugía General y Digestiva de Sant Pau asegura que “incluso en algunos pacientes es imposible diferenciar si el músculo es original o se ha sustituido”.
 

Complicaciones postoperatorias


Los especialistas explican que la idea surgió en las reuniones semanales de la Unidad Funcional de Tumores Mesenquimales Malignos Óseos y de Partes Blandas (Sarcomas), área donde Sant Pau es centro de referencia nacional (CSUR) y cuenta con profesionales altamente expertos en microcirugía reconstructiva y en patología de la pared abdominal, donde los equipos de Cirugía General y Digestiva y de Cirugía Plástica trabajan estrechamente. 

Hasta hoy, la reconstrucción de la pared abdominal era sólo estructural: una vez extirpado el tumor, se colocaba una malla para sujetar los órganos internos y se cubría la zona con piel. “Esto suponía la pérdida del músculo, que es la estructura funcional más importante de la pared abdominal, la que mantiene los órganos abdominales internos en su sitio, y que es imprescindible para hacer cualquier movimiento natural, como levantarse de una silla, por ejemplo, y ya no digamos para hacer esfuerzos o ejercicio”, explica Fernández. “Y también exponía al paciente a un amplio abanico de complicaciones postoperatorias: fístulas, infecciones crónicas, seromas o acumulación de líquido en la herida, alteraciones funcionales (no poder hacer deporte o levantar pesos...), hernias gigantes...”
 
Estas complicaciones son especialmente graves en pacientes oncológicos que tras la reconstrucción abdominal deben continuar el tratamiento de radioterapia, “porque la herida se puede abrir dejando expuesta la malla, porque la piel puede ulcerarse... y esto limita mucho su calidad de vida. Pero ahora, con la reconstrucción funcional tenemos un tejido vivo que está revascularizado y reinervado, con lo que no se atrofia y es más resistente a la agresión de la radioterapia local”, según González. También cabe destacar que “las secuelas en la zona del músculo donante son mínimas en el caso del uso del musculo gracilis y asumibles en el uso del musculo latissimus dorsis. Tenemos musculatura que compensa su ausencia y, por tanto, al cabo del tiempo el paciente puede hacer una vida completamente normal”. 

Este tipo de cirugías, refiriéndonos a los pacientes oncológicos, son largas, pudiendo durar hasta 12 horas, y los expertos explican que son tres etapas bien diferenciadas. La primera es la preparación del campo quirúrgico previa a la intervención, donde los cirujanos plásticos identifican los vasos donantes y receptores mediante distintas técnicas, como ecografías, Doppler...

Resección del sarcoma


La segunda fase consiste en la resección del sarcoma según los márgenes quirúrgicos oncológicos indicados en cada paciente, una labor que realiza el equipo de Cirugía General y Digestiva encabezado por González. El especialista explica que “podemos ser generosos con el margen oncológico, porque sabemos que no haremos un cierre simple, sino una reconstrucción funcional. También preparamos los vasos sanguíneos receptores del nuevo músculo, que pueden ser los habituales o en ocasiones es necesario buscarlos dentro del abdomen, cerca del intestino, para la tercera fase de la intervención”. Aquí los cirujanos generales también ponen una malla sintética que “cubre los órganos internos”. 
 
La tercera parte es la restauración de la estructura y función de la pared abdominal, una labor que realiza el equipo de Cirugía Plástica encabezado por Fernández-Garrido y que consiste en restituir el músculo eliminado en la resección del tumor por otro procedente de otra zona del cuerpo. El especialista explica que “extraemos un músculo donante, que suele ser el músculo gracilis o el músculo vasto lateral, ambos ubicados en el muslo, o el músculo “latissimus dorsis” (dorsal ancho), localizado en la espalda. La elección depende del tamaño de la zona a reconstruir. Estos músculos son prescindibles, aunque siempre utilizamos el que genere las mínimas secuelas tanto funcionales como estéticas. Modelamos y colocamos el nuevo musculo en la zona receptora igual a como estaba el resecado. Después, unimos los vasos sanguíneos y nervios del nuevo músculo a los de la zona receptora, utilizando el nervio del musculo original”.
 
Una vez estos nervios se regeneran, el músculo donante hace exactamente la misma función que el original. La reinervación total se suele recuperar al cabo de un año, mientras que la funcionalidad muscular se recupera antes. De no hacerlo así, los músculos no reinervados se atrofian, “se produce una fibrosis y se quedan como una estructura rígida”, mientras que de este modo “no sólo conseguimos mantener su función y que se contraiga de modo natural, sino también que mantenga su tono y por tanto la contención estructural característica de la pared abdominal”, explica Fernández-Garrido. 
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