El consumo de tabaco también afecta a los ciclos de descanso nocturno.
Aunque la relación entre tabaco y enfermedades respiratorias como
la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el
cáncer de pulmón está ampliamente documentada, menos conocido es su impacto directo sobre la calidad del sueño. Fumar altera de forma significativa los
ciclos de descanso nocturno, afectando tanto a la arquitectura del sueño como a la eficacia de tratamientos respiratorios como el CPAP (presión positiva continua en la vía aérea), esencial en
la apnea obstructiva del sueño (AOS).
La nicotina estimula el sistema nervioso central, eleva la frecuencia cardíaca, incrementa la presión arterial y activa el cerebro, interfiriendo en los procesos fisiológicos que inducen el sueño profundo. De hecho, diferentes investigaciones publicadas en prestigiosas revistas como
Journal of Clinical Sleep Medicine concluyen que
el consumo de nicotina reduce el sueño de ondas lentas y el sueño REM, y aumenta la latencia del sueño, lo que conduce a un descanso menos reparador. Además, fumar provoca inflamación crónica en las vías respiratorias superiores, engrosándolas y favoreciendo su colapso, lo que incrementa la frecuencia e intensidad de
los episodios de apnea.
“El tabaquismo produce inflamación crónica en las vías respiratorias superiores, las engrosa y favorece su colapso, aumentando la frecuencia e intensidad de los episodios de apnea”, explica
Sandra Vañes, directora médica de
Linde Médica. “Además, interfiere con la adherencia al tratamiento más común, el CPAP (presión positiva continua en la vía aérea), dificultando su eficacia y tolerancia”, sostiene.
Así, en el marco del
Día Mundial Sin Tabaco, los expertos hacen un llamamiento a ampliar el enfoque: no basta con visibilizar el daño pulmonar. Es necesario incluir también cómo el tabaco compromete el descanso, empeora patologías del sueño y limita la respuesta a terapias clave.
Fumar y apnea: un binomio de riesgo
La AOS afecta al
10-15 por ciento de la población adulta y se caracteriza por interrupciones repetidas de la respiración durante el sueño, con consecuencias como somnolencia diurna,
deterioro cognitivo, mayor riesgo cardiovascular y un descenso progresivo en la calidad de vida.
El
tabaquismo actúa como un agravante directo: además de inflamar e irritar la vía aérea superior, aumenta el colapso faríngeo que define esta patología. Un estudio publicado en
Scientific Reports señala que los fumadores presentan
un mayor índice de apnea-hipopnea (IAH) y niveles más bajos de oxígeno en sangre durante la noche (hipoxemia nocturna).
A esto se suma un dato preocupante: las personas fumadoras con AOS tienen menor
adherencia al tratamiento con CPAP. Requieren presiones más altas para lograr los mismos efectos terapéuticos y presentan con mayor frecuencia síntomas como congestión nasal, sequedad o sensación de ahogo, que pueden llevar al abandono del dispositivo. Esto se traduce en
un peor control de la enfermedad, mayor riesgo de complicaciones cardiovasculares y un deterioro acelerado de la salud general.
Vañes explica las dificultades en el abordaje de estos pacientes: “Las personas fumadoras requieren presiones más elevadas para mantener la vía aérea abierta, lo que puede generar molestias y reducir la comodidad del tratamiento.
También es frecuente la congestión nasal, sequedad o sensación de ahogo, lo que puede hacer que abandonen el uso del dispositivo prematuramente, lo que tiene consecuencias directas y graves en su salud: problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo y depresión. Y todo por un hábito evitable”.
Ante esta realidad, en este Día Mundial Sin Tabaco, los expertos insisten en la necesidad de
abordar la salud respiratoria de forma integral, detectando precozmente los trastornos del sueño y actuando no solo para prevenir, sino también para acompañar con soluciones innovadoras a quienes ya padecen las consecuencias del tabaquismo. “Dejar de fumar sigue siendo el mejor tratamiento. Pero para quienes ya arrastran los efectos del tabaco,
los avances en tecnología y la personalización de las terapias representan un horizonte de esperanza”, concluye Vañes.
Tecnología y personalización: un futuro posible
El tratamiento con CPAP consiste en
la aplicación de una presión positiva continua en la vía aérea, mediante una mascarilla, para mantenerla abierta durante el sueño. Este sistema ha demostrado reducir la somnolencia, mejorar la calidad del descanso y disminuir eventos adversos como hipertensión o
ictus. Actualmente,
los dispositivos CPAP se han vuelto más ligeros, inteligentes y conectados, permitiendo una mayor personalización, seguimiento remoto y mejor adaptación al paciente. Sin embargo, como advierten los especialistas, su efectividad se ve comprometida si no se aborda de forma integral la salud respiratoria. Dejar de fumar sigue siendo el mejor tratamiento disponible. Pero para quienes ya arrastran secuelas, los avances tecnológicos y la adaptación terapéutica suponen una vía real de mejora en calidad de vida.
Un ejemplo de esta innovación es la oxigenoterapia portátil, que permite mantener la movilidad y autonomía de pacientes respiratorios crónicos, facilitando su integración social y su participación en actividades cotidianas.
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