Martina Marchió, coordinadora del equipo médico de MSF en Gaza.
Más de 60.000 personas han muerto en la
Franja de Gaza desde el inicio de la ofensiva israelí en octubre de 2023, según los datos reportados por el Ministerio de Salud de Palestina. El deterioro de la población crece y
la hambruna es cada vez más grave. “No hay reglas. El derecho internacional ya no tiene importancia en Gaza”, cuenta la enfermera
Martina Marchió, coordinadora del equipo médico en Gaza de
Médicos Sin Fronteras (MSF). Durante semanas, ha estado en primera línea, atendiendo como enfermera a hombres, mujeres y niños heridos por misiles o disparos, afectados por la desnutrición o por enfermedades infecciosas. "He visto más amputaciones que en toda mi vida", cuenta.
Marchió regresó a Italia de su última estancia en Gaza hace aproximadamente un mes. Era la segunda vez que estaba; la primera fue entre abril y mayo de 2024. Pero la situación se ha vuelto mucho más drástica en el último año. “Las personas humanitarias somos un objetivo. El 3 de julio perdimos a otro compañero, ya hemos perdido a 12 de MSF y, desde el 7 de octubre de 2023, más de 79 trabajadores humanitarios y más de
1.580 trabajadores sanitarios han sido asesinados”, revela. En una entrevista con
Reacción Médica asegura que “nadie sabe qué pasará en las próximas semanas. Algunas zonas humanitarias han sido atacadas. El espacio físico donde se puede estar es muy pequeño, los materiales son escasos y la seguridad empeora cada día”. Con todo, la asistencia sanitaria se vuelve cada vez más compleja. “Es una catástrofe humanitaria”, asevera.
P: La Franja de Gaza está cerca de cumplir los 700 días desde el inicio de la ofensiva. Algunos de los últimos recuentos del Ministerio de Sanidad hablaban de 100 muertes en 24 horas. Se sabe que la situación es muy complicada, pero usted ha estado allí en primera persona. ¿Qué es lo que ha visto?
R: La situación ha cambiado mucho en el último año. En este momento, Rafah ya no existe y la parte central de la comunidad también está muy destruida. La ciudad de Gaza, donde estuve,
está realmente devastada. Actualmente, el 88 por ciento de las calles están bajo evacuación o bajo ocupación militar. Cuando estuve allí, la situación ya empezaba a ser muy grave. Desde el 15 de mayo, la población se ha visto obligada nuevamente a evacuar hacia las zonas costeras y la parte occidental de las comunidades situadas en la ciudad de Gaza. Son las denominadas "zonas seguras", aunque en realidad ya no hay ninguna zona segura, ni siquiera para los servicios médicos. Cuando yo estaba allí, atacaron el hospital de Nasser, el de Shifa y los hospitales en los que trabajamos. También atacaron a 50 metros de la clínica, a 50 de nuestro hospital de campaña, a 70 de nuestra farmacia y a 90 de nuestra casa.
Desde el cierre de la frontera el pasado 2 de marzo, la situación ha empeorado drásticamente. Ahora la gente no solo muere por los disparos, que continúan día y noche, sino también por la hambruna. Es muy difícil encontrar comida y agua potable. Además, las fuerzas israelíes están atacando infraestructuras civiles, sistemas de abastecimiento de agua, zonas densamente pobladas, así como hospitales y clínicas. La población está desesperada y la situación empeora cada día. La desnutrición es ya una realidad. En nuestra clínica en la ciudad de Gaza, dentro del programa de nutrición para niños, mujeres embarazadas y lactantes, antes atendíamos a menos de 300 personas. En estos momentos tenemos más de 1.000 pacientes en ese mismo programa. Muchas mujeres embarazadas están desnutridas o deshidratadas. Hay numerosos partos prematuros. En nuestro hospital, en la ciudad de Gaza, las incubadoras están completamente desbordadas, con hasta cinco o seis bebés compartiendo una sola incubadora. Existe un problema evidente con las infraestructuras, la
falta de medicamentos y la escasez tanto de leche materna, como de leche de fórmula.
Me imagino que habrá visto muchas cosas y muy duras, pero ¿cuál ha sido la parte más difícil de su trabajo en Gaza?
Lo realmente frustrante cuando estás en Gaza es ver que la desnutrición y la hambruna se deben a decisiones que son totalmente humanas. Cuando salí, crucé la frontera y vi, al otro lado del muro, todos los camiones llenos de ayuda humanitaria. Esto está justo al otro lado de las puertas, mientras que dentro la gente se está muriendo. Lo más extraño fue ver cómo un muro puede determinar quién come, quién bebe y
quién recibe ayuda humanitaria.
Todas las cocinas comunitarias y toda la distribución dejaron de estar en manos de las ONG que suelen gestionar esto. La única ONG que ahora puede y tiene permiso para distribuir comida es la Fundación Humanitaria de Gaza. Lo cual, para mí, es una demostración de que la ayuda humanitaria puede militarizarse y de que realmente se puede jugar con la desesperación de la población. La Fundación Humanitaria solo tiene cuatro puntos de distribución y recibimos muchos pacientes que resultaron heridos en estos lugares. La gente tenía que recorrer muchos kilómetros para llegar a esos puntos. Y luego, a veces, solo abrían durante 15 o 20 minutos sin ninguna regla. Todo el mundo se peleaba por llevarse todo lo posible. Muchas personas que no eran lo suficientemente fuertes se quedaban sin recibir nada. En un momento dado, los israelíes y los mercenarios empezaron a disparar contra la gente que esperaba allí. Recibimos muchos casos en los hospitales que tenemos en la zona central y sur por este motivo. A veces, los israelíes permitían la entrada de algunos camiones llenos de alimentos, que luego aparcaban en esa zona. Pero los soldados decían a la gente: ‘Tenéis una hora para coger todo lo que podáis. Si seguís aquí, os mataremos’. Y esto ocurrió.
"Empezamos a tener escasez de antibióticos, de materiales para vendajes y de instrumental para cirugía"
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¿De qué manera está amenazando el aislamiento a la asistencia sanitaria?
En lo que respecta a la Medicina, el problema no es solo la nutrición. La frontera está cerrada y muy pocos camiones pueden entrar. Según los datos del Ministerio de Salud, en julio solo entraron unos 700 camiones. Se necesitan más de 600 camiones al día para responder a todas las necesidades de la población.
Empezamos a tener escasez de antibióticos, de
materiales para vendajes y de instrumental para cirugía. Así que es muy complejo. Pese a todo, seguimos en Gaza. Tenemos dos hospitales de campaña y alrededor de diez clínicas. Además, apoyamos a otros tres hospitales grandes: uno en el sur, el Hospital Nasr; otro en el centro; y otro en el norte. Hacemos todo lo posible, pero es una catástrofe humanitaria.
En un contexto como el de Gaza, donde el número de pacientes que requiere atención sanitaria es extremadamente elevado, con llegadas masivas y casos clínicos muy complejos, ¿cómo se puede afrontar esta situación desde el punto de vista médico?
Cuando trabajamos en el
hospital de campaña, las heridas de combate son nuestra responsabilidad. Se trata de una actividad de gran envergadura, en la que nos detenemos, y también contamos con personal que colabora con nosotros. En los hospitales, el trabajo es en equipo. Intentamos potenciar los servicios, aunque está claro que, en Gaza, ahora mismo, no hay hospitales que funcionen al cien por cien: operan de forma parcial y con un número extremadamente elevado de pacientes que llegan cada día.
Por ejemplo, en el hospital Shifa, donde estuvimos en urgencias, se atendía a más de 600 pacientes diarios. Estaban desbordados todo el tiempo. También en términos quirúrgicos: no había suficientes recursos para operar. Cuando tienes una gran cantidad de víctimas, debes tomar decisiones críticas sobre a quién vas a salvar y quién tendrá prioridad para pasar al quirófano. Mucha gente tiene que esperar sin saber si podrá sobrevivir, y también hay casos en los que, con los recursos que tienes, decides que no es posible hacer nada. La mayoría de esas personas mueren con dolor, porque no hay suficientes analgésicos ni medicamentos para sedarlas.
Vimos niños a los que les dispararon en la cabeza o en el tórax de forma muy precisa, pero también a niños y adultos a los que les dispararon en las piernas con la misma precisión. Vi muchas amputaciones en Gaza, más que en el resto de mi vida. Y una media de diez niños al día perdían extremidades. Las personas que se quedan sin piernas, por ejemplo, no pueden recibir sillas de ruedas u otro material para fisioterapia porque Israel considera que tienen doble uso y no permite su entrada, ya que son de metal y cree que pueden utilizarse como arma. Te quedas con la discapacidad y no puedes recibir el material que necesitas.
"Hay qué elegir mucho qué hacer con el material que se tiene"
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¿Qué medidas se aplican para prevenir infecciones?
El control de infecciones y las infecciones en las heridas son algo muy crítico en este momento. Como mencioné, el material de vendaje también escasea en muchas ocasiones. Por lo tanto, no se pueden realizar las curas con la frecuencia que sería necesaria. Además, en términos generales, cuando las personas regresan a sus hogares, la mayoría vive en tiendas de campaña, sin acceso a agua limpia ni a servicios de higiene. Así que la tasa de infección es también muy alta. La
desnutrición es otro factor que está teniendo un impacto en la curación de la herida. Cuando estás desnutrido, la recuperación es muy lenta.
El desabastecimiento de medicamentos es también una de las principales preocupaciones. ¿Cómo se hace frente a esto?
Todavía tenemos algunos medicamentos, sobrevivimos. Pero tenemos que decidir cómo utilizarlos. Por el momento, los medicamentos importantes siguen ahí. Pero, sin duda,
tenemos que racionalizar todo el tiempo porque, si no, no podemos continuar con nuestro trabajo. Algunos medicamentos no están presentes, pero encontramos la manera de compensar.
Quizás no tiene sentido hablar de un futuro, pero sí de necesidades urgentes. ¿Cuáles son las principales necesidades en Gaza en este momento?
Ya nadie habla del futuro. Cada noche, la gente se despide pensando ‘Espero verte mañana’. Nadie está seguro de que haya un mañana. Nadie sueña. Ni los niños, ni los adultos. La cuestión es que es muy difícil predecir algo. Ahora, en las últimas horas, el primer ministro israelí hablaba de una invasión total de las calles. Y, quiero decir, realmente esperamos que esto no suceda y que la comunidad internacional tome una posición antes de que esto ocurra. No queda casi nada, el tiempo se ha acabado. Así que la situación ya es muy difícil.
Estamos al final de la historia. Creo que Gaza está realmente muriendo, está realmente al límite, está sangrando mucho y no hay tiempo que perder. Se necesita un alto el fuego, se necesita reabrir la frontera y se necesita la posibilidad de realizar evacuaciones médicas para los
12.000 pacientes que necesitan salir. 4.500 de ellos son niños, no pueden recibir la atención que necesitan en Gaza. Necesitan salir.
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