El grupo sanitario destaca la importancia de la detección precoz en esta enfermedad y recuerda que es incurable

HLA celebra el "arsenal terapéutico" disponible para la artritis reumatoide
Imagen de archivo de HLA Grupo Hospitalario.


17 oct. 2022 16:10H
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Jesús Marzo, reumatólogo de HLA Centro Médico Zaragoza, aborda la realidad de la artritis reumatoide (AR), una enfermedad que se caracteriza por la infamación de las articulaciones y que, además, es crónica e incurable. Es por esta razón que el experto subraya en esta entrevista que el "arsenal terapéutico" que existe en la actualidad supone una "esperanza real de mejora" para los pacientes. Por otro lado, también destaca la importancia de una detección precoz para que los síntomas "altamente incapacitantes" asociados a esta enfermedad no aparezcan. 

¿Tenemos datos actuales de qué tanto por ciento de población en España padece esta enfermedad?

El estudio más importante relativo a la prevalencia de la AR en la población española es el estudio Episer (2016) de la Sociedad Española de Reumatología (SER). En este estudio se observa que esta es del 0,82 por ciento de la población y con una media de edad de 60 años y una relación hombre/mujer de 1/3. En este estudio se observa un ligero incremento con respecto al estudio anterior (Episer 2000). Está en discusión si este incremento es real o si se debe a un diagnóstico más precoz y a una derivación más pronta de los casos problema.

El síntoma más común es el dolor de las articulaciones, pero son muchas las patologías con esta sintomatología. ¿Qué diferencia a la artritis reumatoide?

La AR forma parte del grupo de las poliartritis inflamatorias. Fuera de casos atípicos, la clínica (poliartritis simétrica que afecta a pequeñas articulaciones de manos y pies y de grandes y medianas articulaciones), así como las manifestaciones radiológicas con la ayuda de los datos ecográficos, permiten establecer un diagnóstico de sospecha. Los recursos de laboratorio a su vez ayudan a identificar algunas especificidades que lo favorecerán. A este respecto tienen gran importancia la presencia de factores reumatoides (FR) y de anticuerpos antipéptidos cíclicos citrulinados (APCA o ACCP).

En definitiva, la presentación clínica, poliartritis, confirmada por un reumatólogo por medio de la exploración con el concurso de los datos de imagen y de laboratorio permiten establecer un diagnóstico positivo. Una cuestión importante que aclarar es que ningún dato por sí solo permite establecer el diagnóstico de certeza. Efectivamente son muchas las poliartritis (infecciosas, psoriásica, sistémicas como el Lupus, etc.). Es, como se ha dicho, el criterio clínico y los datos complementarios los que permiten al médico experto la confirmación del diagnóstico.

Es una enfermedad que aún no se puede curar, pero ¿existen tratamientos que la puedan controlar?

En estos momentos disponemos de un arsenal terapéutico que era imaginable hace apenas unos años. En primer lugar, existen tratamientos que permiten disminuir los síntomas, los llamados tratamientos sintomáticos (analgésicos, antiinflamatorios y corticosteroides) de gran utilidad para aumentar el confort del paciente y mejorar su calidad de vida hasta que empiecen a actuar los llamados fármacos modificadores de la enfermedad (FAME). Estos están destinados a disminuir la actividad o incluso paralizar la enfermedad. Entre ellos destacan los ya clásicos tratamientos sintéticos (metotrexato, leflunomida, sulfasalazina, hidroxicloroquina y corticosteroides). Con estos tenemos más de cuatro décadas de experiencia, son seguros y efectivos, si bien exigen controles clínicos frecuentes.

En las últimas dos décadas se han sumado los tratamientos biológicos. Estos se dirigen contra determinadas dianas celulares (receptores) o humorales, que son las líneas de comunicación entre las células que dan lugar a la inflamación que caracteriza a la enfermedad. Son muchos los fármacos de los que disponemos. Los hay que se dirigen contra un factor llamado TNF o factor de necrosis tumoral (Infliximab, Adalimuma, Etanercept, Certolizumab, etc.). Estos fármacos actúan contra los denominados factores de coestimulación o contra determinadas interleucinas. En muchos casos se usan conjuntamente a los tratamientos sintéticos clásicos. Tienen un perfil de seguridad muy alto y unos efectos secundarios conocidos y en muchos casos se pueden prevenir. En la última década se han sumado los tratamientos sintéticos dirigidos, también conocidos como Jak-inib, con un alto grado de respuesta solos o en combinación y con perfiles de seguridad muy aceptables.

En conjunto, como vemos, disponemos de una gran cantidad de fármacos que son una esperanza real de mejora del paciente e incluso capaces de hacer entrar la enfermedad en estado de remisión.


"Disponemos de una gran cantidad de fármacos que son una esperanza real de mejora del paciente"




¿En qué medida es importante su tratamiento precoz?

Entre el comienzo de la enfermedad y la aparición de lesiones irreversibles transcurre un tiempo variable. Cuanto antes se inicie el tratamiento más probable será que estas lesiones estructurales y altamente incapacitantes que provoca la AR no aparezcan. En este sentido, la preocupación por el diagnóstico precoz de las sociedades científicas dedicadas al estudio de la artritis queda de manifiesto en el desarrollo de nuevas herramientas. Estas herramientas están destinadas al reconocimiento precoz y, por lo tanto, a su tratamiento temprano. Conceptos novedosos como el de “ventana de oportunidad”, definido como el mejor momento para iniciar determinado tratamiento, o el concepto de preartritis reumatoide, de cara a identificar a aquellos pacientes en riesgo de padecerla, son demostrativos de esta preocupación.

¿Existe relación entre la artritis reumatoide y los trastornos cardiovasculares?

La AR es una enfermedad sistémica, es decir, que afecta a todos o a casi todos los sistemas orgánicos. La enfermedad presenta sintomatología dérmica, pulmonar, ocular, cardiaca, renal, etc. En el terreno concreto de la afectación cardiovascular tiene manifestaciones cardiacas tales como pericarditis, miocarditis y/o endocarditis, así como, a largo plazo, arterioesclerosis que se salda con una disminución de la esperanza de vida y un aumento de riesgo de eventos graves.

Actualmente la AR está considerada como un factor de riesgo independiente de enfermedad coronaria, que persiste incluso después de eliminar los factores de riesgo clásico (tabaco, alcohol, sobrepeso, hipertensión, etc.). Además, entre los efectos nocivos de la enfermedad hay que considerar el aumento de riesgo asociado a algunos tratamientos (AINEs y corticosteroides) que, por otro lado, y esa es la buena noticia, mejoraría con el uso de metotrexate o de fármacos biológicos.

¿Se puede prevenir esta enfermedad?

En la prevención de cualquier enfermedad se intentan definir aquellos agentes causales que son modificables y aquellos que no lo son. En el caso de la AR está claro, en estos momentos, que en su génesis intervienen múltiples factores (enfermedad de origen multifactorial). Algunos de ellos son de carácter genético y por lo tanto no modificables. Este sustrato está aún por ser dilucidado completamente, pero parece que podría situarse en una heredabilidad de aproximadamente el 60 por ciento, pero con múltiples genes implicados, lo que dificulta su identificación en casos o familias individuales concretos.

No obstante, esta base genética sería insuficiente para el desarrollo de la enfermedad. Sería la interacción entre este sustrato y el medio ambiente, el que daría lugar al desencadenamiento de la AR. Entre los factores medioambientales claramente definidos y modificables está el tabaco, implicado en el origen y en la mala respuesta al tratamiento. Otros factores modificables que se han implicado en el desarrollo de la enfermedad y en su gravedad son la obesidad y el alcohol. No existen a fecha de hoy estudios serios que claramente impliquen variaciones en la dieta (eliminar determinados alimentos) o la suplementación dietética en la prevención de la AR. Probablemente la adherencia a la dieta mediterránea y los hábitos de vida saludables tienen un papel en la prevención y en la gravedad de la enfermedad.


"Otros factores modificables que se han implicado en el desarrollo de la enfermedad y en su gravedad son la obesidad y el alcohol"


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