Abel Murgio, galardonado por la European Academy of Paediatrics.
Abel Murgio, reconocido por la
European Academy of Pediatrics como mejor
pediatra de Europa, por su labor científica y humanitaria, además de por su larga trayectoria en dicho campo, denuncia la mala
alimentación infantil en España, el uso excesivo de pantallas y la escasa dedicación a la nutrición desde la consulta. “Le dedicamos muy poco tiempo a hablar sobre el tema”, lamenta.
“Es una gratificación recibirlo por el hecho de que tantos años de esfuerzo no fueron en vano”, afirma Murgio sobre el premio concedido por esta prestigiosa entidad europea. Este pediatra, con más de cuatro décadas de trabajo a sus espaldas, destaca que la distinción reconoce no solo la parte científica, sino también
“la parte humanitaria”, al haber trabajado en varios países y contar con el respaldo y apoyo de muchos de sus sus colegas.
A día de hoy, Murgio ejerce en el
Hospital Ochoa, en la malagueña Costa del Sol, donde lleva un año y medio trabajando. “Antes trabajaba en otro centro, estuve en Italia muchos años, llegué en el
periodo de Covid-19, y antes en la India, Filipinas y varios países africanos”, detalla.
La mala alimentación de los niños españoles
Con una
triple especialidad en pediatría, nutrición infantil y
cardiología infantojuvenil, Murgio expresa una preocupación central: la alimentación actual de los niños, concretamente en España donde actualmente desarrolla su labor. “Lo respondí hace muy poco. La respuesta fue muy concreta:
M-A-L, mal”, sentencia con contundencia sobre como es la dieta infantil en el país.
En su opinión, el problema está vinculado a los
productos de la industria alimentaria: “No hay certeza de que lo que comemos sea realmente beneficioso para la salud del niño. No sabemos con seguridad qué estamos consumiendo”, afirma.
A ello se suman factores estructurales como el
ritmo de vida familiar: “Tanto la mamá como el papá trabajan, no se pueden dedicar mucho a lo que era la cocina hogareña. Hoy hay alimentos que consideramos frescos, pero muchas veces no sabemos qué
pesticidas se han utilizado. Las aguas están contaminadas, los peces están intoxicados con arsénico y metales pesados”, reflexiona.
Desde la consulta, los pediatras tienen herramientas, pero falta tiempo: “Todo está escrito, hay normas, hay programas, pero los pediatras en realidad le dedicamos
demasiado poco tiempo a hablar sobre el tema particular que es la nutrición”.
El momento más propicio para abordar estos aspectos, explica, son las
consultas de seguimiento del crecimiento y desarrollo. “Ahí es cuando el pediatra tiene que hacer énfasis en qué tipo de alimentación debería utilizar la familia. No obligar, pero sí orientar. El problema es que muchas veces ese espacio se desaprovecha”.
El problema de la tecnología en menores
Otra preocupación recurrente es el
uso excesivo de tecnología en los menores. Aunque no se declara en contra, Murgio insiste en la necesidad de limitarla: “Estoy a favor, pero siempre y cuando sea controlando el tiempo de utilización. Los excesos son malos. Nos olvidamos de que el niño necesita jugar en un parque, en una playa, en una terraza, necesita jugar con sus padres”.
La combinación de una dieta deficiente, la falta de actividad física y la sobreexposición a dispositivos electrónicos, señala, tiene consecuencias claras: “Por eso
España es uno de los países que lidera el
grado de obesidad”.
Desafíos en la Costa del Sol y en la especialidad
Murgio trabaja en una zona que define como “una serie de población mix de gente desde el punto de vista cultural”, con personas procedentes de Europa, África y Asia. Ante esta diversidad, considera que el pediatra debe adaptarse: “Vienen con determinadas
ideas de no vacunar, de hacer analíticas todos los años etc. Tenemos que educarlos en que no es así. Que simplemente hay indicaciones precisas para todo y evidencia científica”.
“No digo que sea imposible, pero sí que es difícil”, resume sobre el contexto asistencial en la Costa del Sol, donde la
multiculturalidad exige una labor adicional de pedagogía por parte del profesional.
En cuanto a la especialidad, constata una
falta de relevo generacional y problemas de reconocimiento profesional: “Hay cada vez menos pediatras, es lógico. Están viniendo
pediatras de otros países con muy buena formación. Solo que el Gobierno no actúa de manera correcta en estimular la especialidad. Lamentablemente, muchos de ellos no pueden ejercer en España al no serles reconocida la especialidad y son muy buenos profesionales”.
Aunque reconoce que existen cursos, sociedades científicas e instituciones que velan por la formación continua, insiste: “Somos pocos los que quedamos en este campo”. Y al analizar las causas, no duda: “Muy poca gente se está dedicando a la especialidad de Pediatría. La gente se está superespecializando en carreras que sean
beneficiosas más desde el
punto de vista económico que desde el punto de vista de la vocación”.
El contraste con su propia historia es evidente: “Yo no la elegí hace 43 años para hacerme rico. Lo elegí porque
me gustaba lo que hacía. Y me sigue gustando”. Por eso, su mayor anhelo, más allá de premios o reconocimientos, es ver que “los hijos que atiendo sean sanos, no solo físicamente, sino
como personas. Eso para mí es una ilusión que espero que se cumpla”, concluye.
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