El secretario de Estado de Sanidad advierte de las implicaciones éticas de determinadas campañas de concienciación

Javier Padilla denuncia la expansión encubierta de indicaciones en adelgazantes
Javier Padilla, secretario de Estado de Sanidad.


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“Así se anuncia lo que no se puede anunciar”. Con esta frase arranca Javier Padilla, secretario de Estado de Sanidad, un artículo remitido a los medios de comunicación en el que denuncia la publicidad encubierta de medicamentos como Ozempic a través de campañas de concienciación, aparentemente neutrales, pero con un objetivo comercial.

Padilla describe una imagen impactante: un cartel con fondo blanco donde en letras grandes se lee "Puede matar", acompañado del logotipo de una empresa farmacéutica reconocida por sus tratamientos contra la obesidad y los emblemas de cinco sociedades científicas. A su juicio, esta forma de promoción elude la legislación que prohíbe la publicidad directa de medicamentos sujetos a prescripción, como los nuevos fármacos para perder peso.

“No es la primera vez que se promociona lo que no es promocionable”, advierte Padilla. Explica que muchas veces estas campañas se presentan como “hallazgos científicos de medicamentos concretos vestidos de información divulgativa”, y en otros casos la estrategia consiste en “despertar una mayor disponibilidad de la población para preocuparse por un asunto concreto de salud y consultar a su médico de cabecera”.

El secretario de Estado subraya que, en este caso, se va un paso más allá. “No es solo que exista una duda razonable sobre la posible publicidad más o menos encubierta de un medicamento cuya publicidad no está permitida”, afirma. También señala que “al promocionar la condición para la que el medicamento se dirige, se ensancha el ámbito de la indicación del mismo borrándose las fronteras del ‘problema-de-salud’”.

Padilla denuncia que la obesidad “no es un concepto neutro en nuestra sociedad”, sino que “tiene una vertiente de generación de problemas de salud, y también otra vinculada a la culpabilización de las personas, a la estratificación social de quienes no pueden permitirse ciertas cosas y al ejercicio uniformador de las instituciones académicas y los poderes públicos”.

Sobre Ozempic, indica que como medicamento “trata de abordar la obesidad en un contexto de morbilidad”, pero como fenómeno social “no distingue estados de salud ni comorbilidades”. En lugar de eso, “se suma a la visión de base individual de la obesidad, amplificando sentimientos de culpa y siendo carne de cañón para el posicionamiento basado en influencers”.

“Una vez se conquista el ámbito del imaginario público suelen desaparecer todas esas cosas que caracterizan los debates sobre los medicamentos”, añade. Entre ellas, menciona “las consideraciones sobre su efectividad, los análisis sobre los efectos adversos, los elementos vinculados a su coste, los planteamientos sobre alternativas posibles y, por supuesto, las afirmaciones sobre para quién está y para quién no está indicado”.

El medicamento como fenómeno mediático


Padilla critica que la transformación del medicamento en fenómeno mediático ha supuesto una “desvinculación de la salud y su abrazo a la indicación estética-normativa”, proceso en el que han influido “figuras públicas que han proyectado una imagen que parecía querer decir que quien no adelgazaba era porque no quería, ya que con el nuevo medicamento no existían las excusas”.

A esto se suma, denuncia, un “enorme sesgo de género, sólo comparable al sesgo de clase en el acceso”. Ilustra su análisis con el ejemplo de Estados Unidos, donde “la obesidad ha caído notablemente entre el famoseo mediático y se acumulan los casos de celebridades que han perdido peso de manera llamativamente rápida y drástica”.

Este fenómeno, sostiene Padilla, “invisibiliza dos elementos clave”: por un lado, “la obesidad como fenómeno social y distribuido de manera estratificada por clase social y nivel de renta”; por otro, “el hecho de que convertir un medicamento en un acelerador de la operación bikini tiene unas derivadas éticas y sociales que hemos de revisar antes de ir más allá”.

El secretario de Estado plantea que la respuesta desde lo público debe centrarse en la equidad. Para ello, propone un caso clínico reconocible por cualquier médico de familia: una mujer de 68 años, con artrosis grave de rodilla y obesidad, a la que no se le puede operar hasta que no pierda peso, pero que no logra adelgazar porque el dolor le impide moverse más. En ese contexto, se pregunta: “¿Puede tener utilidad un medicamento para catalizar esa pérdida de peso y romper un círculo vicioso que puede atrapar a esa mujer?”

En su reflexión final, Padilla defiende que “pensar cómo las innovaciones en vez de agrandar las brechas sociales pueden ayudar a reducirlas no es solucionismo tecnológico, sino poner la innovación y el avance científico al servicio de la resolución de problemas que no son individuales, sino sociales”.
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