Muchos pacientes esperan al regreso de su médico al ir a consulta, lo que puede ser un reto para los profesionales

Raúl Calvo cuenta en Redacción Médica cómo afecta la logitudinalidad a la presión asistencial en Familia después del verano
Raul Calvo, presidente del Colegio Oficial de Médicos (COM) Toledo


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Llega el verano y, como en cualquier otro sector, los médicos de Familia también se toman un merecido descanso. Con suerte, al colgar la bata blanca pueden disfrutar de unos días de desconexión. Pero, al volver, no es raro que se topen de frente con la llamada 'cara B' de la longitudinalidad: una sobredemanda asistencial que convierte el regreso en una auténtica cuesta arriba. "Realmente no es que la cara B sea mala. A lo mejor es que no es tan buena como la cara A”, señala Raúl Calvo, presidente del Colegio Oficial de Médicos (COM) en Toledo a Redacción Médica. Así, asegura que la fuerte demanda asistencial por quienes han esperado a que su médico vuelva de vacaciones puede generar un fuerte estrés a los profesonales.


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Calvo es un defensor convencido de la longitudinalidad, pero reconoce que esta ventaja asistencial también tiene un precio. “Cuando llevas mucho tiempo en tu puesto, los pacientes crean una cierta dependencia de ti. Quieren contarte lo que les ha pasado en tu ausencia”, explica. Así, todos los veranos se repite un mismo patrón: durante las semanas en las que el profesional está de vacaciones, muchos pacientes optan por esperar a su regreso en lugar de acudir a otro médico. “Los primeros días después de las vacaciones suelen ser de bastante presión asistencial. La gente espera a que vuelvas para contarte todo lo que ha pasado”, cuenta. En consecuencia, en función del centro, la demora puede alcanzar hasta dos semanas.

El asunto no es menor. "Afecta a la atención. Vienes de haber desconectado, y las dos o tres primeras semanas son especialmente duras. Mucha gente quiere verte, contarte cosas, y eso requiere tiempo y atención”, confiesa. Entre los problemas asociados, podría pensarse que esto dificulta la detección de patologías más graves. Sin embargo, Calvo insiste en que la longitudinalidad también ofrece una protección clave: el conocimiento profundo del paciente permite detectar señales de alerta que podrían pasar desapercibidas para un profesional ajeno. “Somos capaces de que no se nos pasen esas cosas más urgentes o importantes”, asegura. De hecho, recuerda que hay estudios que relacionan la continuidad asistencial con una reducción de hasta un 25 por ciento en la mortalidad.


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En este escenario, se necesitan soluciones organizativas que refuercen el modelo sin sobrecargar a los profesionales. Pero sobre esto, Calvo es claro: “las sustituciones con personas que aterrizan en consultas que no conocen no funcionan. La gente necesita referentes”, subraya. Propone, como alternativa más eficaz, el modelo de “sustituciones en espejo”, en el que un mismo compañero cubra siempre al mismo médico durante sus ausencias.

Eso sí, para que esta fórmula funcione, advierte que es imprescindible contar con plantillas bien dimensionadas. “Si tienes 1.500 pacientes y te vas, quien se quede debe poder asumir 3.000 sin sobrecarga”, apunta. A su juicio, la clave está en mantener la longitudinalidad incluso en las sustituciones. Que el paciente sepa que, si no está su médico de siempre, está su suplente de siempre”, concluye
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