Ana Casas Fernández de Tejerina y María Fernández Abad.
El
abordaje integral del cáncer de mama se ha transformado profundamente en las últimas décadas, impulsado por el avance científico, el acceso a tratamientos innovadores enfocados en eficacia y calidad de vida, y la mayor comprensión de la biología tumoral. Así lo destacan
Ana Casas Fernández de Tejerina, oncóloga y presidenta de la Fundación Actitud Frente al Cáncer (AFAC), y
María Fernández Abad, oncóloga en el Hospital Ramón y Cajal, en un diálogo en
Redacción Médica con la colaboración de Novartis, centrado en la prevención y el riesgo de recaída en esta patología.
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Ana Casas Fernández de Tejerina, presidenta de la Fundación Actitud Frente al Cáncer y oncóloga médica del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla).
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Casas recuerda que desde mediados del siglo XX se asumió que “el tratamiento del cáncer de mama es una enfermedad sistémica”, una afirmación que, aunque hoy suena evidente, marcó el inicio de los tratamientos adyuvantes. Como explica, tras la cirugía “es muy posible que hayan quedado pequeños focos de tumor en el organismo y estos focos de tumor en un momento determinado pueden crecer y pueden dar lugar a metástasis”.
Esa comprensión permitió introducir radioterapia y quimioterapia de forma precoz para reducir tanto las recidivas locales como las recaídas a distancia.
La evolución científica ha llevado a un escenario mucho más complejo, en el que los avances moleculares han permitido identificar dianas terapéuticas y personalizar el tratamiento.
Casas subraya que el cáncer de mama “requiere un abordaje integral que puede ser la suma de varios tratamientos” y que este modelo es necesario porque “la propia enfermedad y la propia persona requiere un abordaje multidisciplinar y cubrir todas las necesidades de la persona como paciente de cáncer”.
Fernández coincide en que el cambio ha sido radical y defiende la importancia de que todas las pacientes reciban atención en itinerarios compartidos:
“Lo que es importante es que tengas un tratamiento en el que exista un comité multidisciplinar, un abordaje integral de tu tumor”. Esos comités permiten ajustar la secuencia terapéutica, porque “a veces cambiamos las secuencias” y esa variación responde a una valoración exhaustiva que busca “ofrecer los tratamientos más adecuados”.
Las especialistas resaltan la relevancia del tratamiento adyuvante para prevenir recaídas tardías. Fernández explica que aunque muchas pacientes piensan que tras la cirugía “ya no tienen el tumor y ya están curadas”, es clave informar de que existe un riesgo real de recurrencia:
“Sabemos que el cáncer es una enfermedad sistémica, que hay en muchos casos que hemos visto que pasados los años puede volver ese tumor”. Recuerda que subtipos agresivos como triple negativo o HER2 positivo presentan mayor probabilidad de recaída temprana, mientras que los tumores luminales, tradicionalmente considerados menos agresivos, “recaen a partir de los 5, 7, 10 o 15 años”.
Casas advierte de un problema persistente:
“Hoy en día hay una creencia social de intentar minimizar el cáncer de mama, se tiende a minimizar la importancia que tiene”. Por ello insiste en explicar con claridad que no se trata de una sola enfermedad: “Hay muchos tipos de cáncer de mama y dentro de cada estadio qué subtipo tiene”. Además, recuerda que un tumor “cogido a tiempo” puede no implicar buen pronóstico si pertenece a un subtipo desfavorable, porque “lo que manda es el subtipo y es la alteración molecular concreta que tiene el tumor”.
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María Fernández Abad, oncóloga médica en la Sección de Cáncer de Mama y Tumores Ginecológicos en el Hospital Ramón y Cajal.
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Los efectos secundarios son otro factor que condiciona el éxito del tratamiento. Fernández destaca que en los tumores luminales la hormonoterapia implica tratamientos
“a 5, 7 o 10 años”, un periodo en el que la calidad de vida pesa mucho. Entre los síntomas más relevantes señala “esta labilidad emocional”, “los dolores articulares” y “la rigidez”, que pueden conducir al abandono terapéutico. De hecho, reconoce que “hay hasta un 50% de pacientes que incluso abandonan la medicación”.
Casas coincide: “La adherencia al tratamiento en los tratamientos endocrinos puede ser hasta casi un 50%” y subraya la importancia de implicar a las pacientes desde el inicio:
“Hay que explicarlo bien, lo tiene que entender la paciente”. Además, insiste en ofrecer herramientas para mitigar los efectos secundarios: “Son bastante prevenibles haciendo una serie de ejercicios, llevando una vida sana; es muy importante mantener una postura activa” frente al tratamiento.
La astenia, un síntoma difícil de objetivar, es otro de los obstáculos que describen:
“La astenia no se puede medir, es muy importante y te altera mucho en tu vida”. Pese a ello, Casas recuerda que puede mejorarse: “Esa astenia se cura muchas veces con ejercicio”.
Ambas aseguran de hecho que el ejercicio físico se ha convertido en una herramienta terapéutica clave. Como señala Fernández,
“hemos visto que el ejercicio mejora esos efectos secundarios y es un arma también para disminuir el riesgo de recidiva y mantener la calidad de vida”.
La información vuelve a aparecer como pieza central en la adherencia. Casas afirma que “un paciente que está bien informado, va a cumplir mucho mejor” y que la comprensión del subtipo tumoral, del estadio, del riesgo de recaída y del beneficio real del tratamiento es esencial para sostener la motivación terapéutica.
Sobre las plataformas genómicas, Casas destaca que han sido determinantes para promover tratamientos personalizados de acuerdo con el perfil del paciente:
“Han evitado en muchos casos la quimioterapia y se ha visto que con un tratamiento hormonal solamente era suficiente”. También permiten estimar el riesgo más allá del TNM, lo que sitúa al pronóstico en un marco más preciso.
El acceso a la innovación genera otro desafío. Casas recuerda que, aunque los fármacos aprobados deben estar disponibles en España y en todos los hospitales,
“no es lo mismo vivir en frente del hospital que vivir a 50 kilómetros”. Propone medidas que podrían mejorar la adherencia y la equidad, estableciendo soluciones que minimicen desplazamientos e impacten en la adherencia como “llevarle a la casa de la paciente el tratamiento que precisa”.
Ana Casas afirma que “un paciente que está bien informado, va a cumplir mucho mejor” y que la comprensión del subtipo tumoral, del estadio y del beneficio real del tratamiento es esencial para sostener la motivación terapéutica.
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Las asociaciones y grupos de pacientes cumplen un papel esencial en el acompañamiento. Casas destaca que entre pacientes “se establece una proximidad, un lenguaje común”, lo que facilita la comprensión y el alivio emocional. También advierte de que
un testimonio mal gestionado “te puede hacer daño”, por lo que considera importante formar a quienes acompañan desde la experiencia.
En el ámbito de la innovación,
Fernández recuerda que los ensayos clínicos y la investigación son clave para avanzar: “Son oportunidades nuevas que nos abren de poder acceder a nuevos fármacos”. A lo que Casas añade que seguir las “guías clínicas” es imprescindible para garantizar criterios homogéneos en todo el territorio. Todo ello en un país como España, puntero en realización de ensayos clínicos que luego deben llegar a los pacientes con el aval de la Comisión Europea.
Como conclusión, Fernández resume la importancia del acompañamiento y la comunicación:
“El tratamiento que no se hace desde luego no ayuda”. Un mensaje que refuerza su compañera con optimismo: “Toda esta nueva innovación está permitiendo notables cuotas de mejora de supervivencia y de calidad de vida en beneficio de las pacientes, de su entorno y del sistema sanitario”.
María Fernández resume la importancia del acompañamiento y la comunicación: “El tratamiento que no se hace desde luego no ayuda”.
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