Durante el pasado 47º Congreso de Semergen tuvo lugar el simposio “Depresión, ansiedad y burnout en atención primaria” en el que Eva Trillo, especialista en medicina de familiar y comunitaria, y miembro del grupo de trabajo de salud mental de Semergen, analizó el impacto del desgaste profesional en los profesionales médicos. Esat experta responde a los aspectos más relevantes de este problema que afecta a 1 de cada 4 médicos en España.
¿Cómo definiría el burnout en el contexto de la AP actual?
El Burnout (desgaste profesional) puede definirse como un estado de agotamiento emocional, despersonalización (actitud cínica o distante hacia los pacientes) y una disminución de la realización personal o profesional, derivado de una exposición crónica al estrés laboral que no ha sido abordado por recursos adecuados.
En el contexto de la atención primaria, este síndrome adopta rasgos específicos: elevada presión asistencial, cupos amplios, cargas burocráticas crecientes, menor autonomía, frecuentes interrupciones en la consulta y exigencias de gestión de la cronicidad. Estos factores hacen que el burnout no sea un problema individual, sino organizativo.
¿Qué magnitud tiene actualmente entre los profesionales médicos? ¿Hay datos en AP?
Sí, hay datos, aunque con variabilidad metodológica importante (criterios de diagnóstico, dimensiones consideradas, instrumentos utilizados).
Una revisión sistemática con metaanálisis en médicos de España estimó una prevalencia global del 24 % (IC95%: 19‑29%), considerando 46 estudios con 8.821 participantes. Si se exige que se cumplan las tres dimensiones clásicas (agotamiento emocional + despersonalización + baja realización personal) la estimación baja al 18 %.
En Atención Primaria específicamente, un estudio multicéntrico en dos áreas de la Comunidad Valenciana (profesionales de medicina y enfermería) encontró: 56,8 % agotamiento emocional, 39,2 % despersonalización, 36 % bajo nivel de realización personal. Otro estudio en Cataluña central en equipos de AP mostró también alta prevalencia.
Por tanto: sí, en AP la magnitud es considerable, posiblemente mayor que la media de la profesión, aunque como digo los estudios son muy heterogéneos.
¿Qué factores considera que son claves en el burnout?
Hay factores estructurales/organizativos, donde podemos destacar la carga asistencial, la alta demanda de pacientes, la burocracia, el tiempo limitado, la falta de autonomía, la escasez recursos y el precario equilibrio entre la actividad clínica, docente e investigadora. Además, de un clima laboral deficiente, falta de apoyo social, y falta de formación en gestión del estrés.
Pero también son claves los aspectos personales y profesionales: como el agotamiento, la vulnerabilidad al estrés, la mala conciliación, o el deterioro del autocuidado.
¿Hay perfiles más vulnerables en el colectivo médico?
Sí, aunque la evidencia también muestra variantes y matices. Algunos perfiles con mayor riesgo son, como hemos dicho, los profesionales de la Atención Primaria frente a otros ámbitos, aquellas personas con más años de ejercicio o en etapas de desgaste profesional, aquellos que tienen una menor autonomía o una alta rotación, y personas con un alto patrón de perfeccionismo o alta implicación emocional. Además, aunque con estudios que muestran resultados diversos, las mujeres sanitarias.
¿Cómo se manifiesta en la práctica diaria?
Se presenta en tres dimensiones clásicas: agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. En la consulta de Atención Primaria puede verse como: mayor número de pacientes esperando, menos tiempo por persona, más derivaciones, más errores, irritabilidad, aumento del deseo de abandonar la consulta. También aparecen signos clínicos como insomnio, ansiedad, irritabilidad y absentismo.
¿Cómo repercute en la atención al paciente?
Las repercusiones no solo afectan al profesional, también a la calidad y seguridad asistencial, produciéndose una disminución de esta: menor tiempo de consulta, menos empatía, mayor riesgo de errores clínicos, mayor tasa de rotación profesional y pérdida de continuidad asistencial.
Y esto se traduce en un impacto en la experiencia del paciente que percibe menos atención, y por tanto menor satisfacción.
¿Qué consecuencias tiene el burnout?
Para el profesional las consecuencias son claras: un deterioro de la salud mental (ansiedad, depresión, insomnio), fatiga crónica, absentismo y posible salida del sistema.
Para la organización médica podemos hablar de pérdida de talento, reducción de eficiencia, aumento de errores. Y para los pacientes: peor continuidad asistencial, menor satisfacción y seguridad clínica.
¿Qué medidas considera prioritarias para abordar el burnout desde las instituciones sanitarias?
Hay que establecer un diagnostico sistemático y monitorización del burnout. Se debería reducir la carga asistencial y optimizar los recursos. Por supuesto, mejorar las condiciones laborales y el reconocimiento de los médicos. Pero además hay que fomentar la formación en resiliencia, autocuidado a través de programas de salud laboral y bienestar profesional. En mi opinión habría que incorporar la salud mental en las políticas de recursos humanos.
¿Existen programas eficaces implantados en España o en otros países que puedan servir de modelos?
Sí, aunque la evidencia aún es limitada. En España existen programas de salud laboral con evaluación de riesgos psicosociales. En otros países, los programas combinan reducción de carga asistencial, cambio organizativo, coaching, mindfulness y apoyo en equipo. Las intervenciones organizativas son las más eficaces.
¿Cuál es el abordaje terapéutico del burnout?
El abordaje debe ser multimodal. Hay que incidir en la prevención, como hemos dicho anteriormente, incidiendo en formación en afrontamiento, autocuidado, supervisión, ajustes organizativos. Pero también hay que intervenir, mediante la evaluación psicológica/psiquiátrica si hay comorbilidad, reducción de carga, terapia cognitivo‑conductual, grupos de apoyo profesional.
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