Los veteranos reivindican el trato humano, mientras las nuevas generaciones piden mejorar condiciones laborales

Vocación y tradición: la farmacia comunitaria busca atraer a los jóvenes
José Luis Echevarría, María Amparo Pulido, Claudia Casas y Ana Moreno.


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La oficina de farmacia vive un momento de transformación. Entre la digitalización, la irrupción de nuevos modelos de negocio y la fuga de jóvenes licenciados hacia otros ámbitos, la profesión se debate entre mantener su esencia vocacional y ofrecer un futuro atractivo para las nuevas generaciones.

Precisamente, dos generaciones de farmacéuticos han compartido para Redacción Médica sus experiencias y propuestas para asegurar la continuidad de este pilar sanitario, con visiones que reflejan tanto la tradición de décadas como las demandas de quienes buscan redefinir la profesión.

La mirada tradicional: vocación y trato con el paciente


Para José Luis Echevarría, que ha regentado una farmacia en Toledo durante más de 40 años y acaba de jubilarse, el mayor cambio en la profesión ha sido "la evolución hacia una atención mucho más asistencial". El farmacéutico destaca la implantación de la receta electrónica como un avance fundamental, ya que permite al farmacéutico tener una visión global del tratamiento del paciente y detectar interacciones o duplicidades.

Pese a la digitalización, Echevarría insiste en que "nunca debería perderse el contacto directo con el paciente, el profesional que mira a los ojos de su interlocutor con una mirada empática y con un interés infinito de querer ayudarle". A su juicio, el futuro de la profesión debe sustentarse en "la formación continuada y un amor infinito al prójimo", y recuerda que el conocimiento y la atención humanizada "son inseparables" de la labor del farmacéutico.

Una visión similar que comparte María Amparo Pulido, farmacéutica en Jaén desde 1988 y cercana a la jubilación. Para ella, la receta electrónica supuso en su momento "todo ventajas", pero asegura que lo esencial sigue siendo la atención al paciente, porque según explica, "la farmacia es un sitio de consulta y de salud. El que piense que la farmacia es un sitio para vender muchos medicamentos rápidamente, está muy equivocado".

Pulido subraya el carácter vocacional de la profesión y se muestra crítica con el profesional "que quiera hacer farmacia por prestigio o por dinero". Y añade: "aquí no estamos repartiendo caramelos. En las profesiones sanitarias hacemos una labor importante para la sociedad y para la humanidad".

Aunque reconoce que muchos jóvenes huyen de la oficina por horarios partidos o sueldos poco competitivos, insiste en que "si no fuera por la farmacia, ¿qué sería de la gente que no sabe ni cómo ponerse un inhalador?". Su mensaje a los recién titulados es claro y gira en torno a que la farmacia comunitaria es para quienes sienten pasión por cuidar.

Demanda de los jóvenes: condiciones y nuevos horizontes


Las jóvenes farmacéuticas Claudia Casas y Ana Moreno pasaron por la oficina de farmacia antes de dar el salto a la industria. Ambas reconocen el valor social de la atención al mostrador, pero coinciden en que las condiciones laborales limitan el atractivo de la profesión.

Casas, que trabajó casi cinco años en farmacia comunitaria, recuerda con cariño el contacto con los pacientes y destaca que lo que más le gustaba de su trabajo "era sentir que formas parte de la mejora de la sociedad, que ayudas a mucha gente a pie de calle". Sin embargo, señala dos grandes carencias: el sueldo y el reconocimiento social. "Para alguien que ha desarrollado una carrera de cinco años, los convenios deberían actualizarse. Además, falta que la sociedad nos vea como profesionales sanitarios, no simples dispensadores de ibuprofenos".

A su juicio, una forma de revitalizar la oficina sería ampliar sus competencias. "Si ese tipo de servicios, como el cribado del cáncer de colon, se derivaran más a las farmacias, el trabajo sería más atractivo. También serviría para descongestionar la sanidad pública". Y es que, en países como Reino Unido o Alemania, recuerda, los farmacéuticos ya pueden prescribir ciertos medicamentos de uso común.

Por su parte, Ana Moreno coincide en que la atención en mostrador es enriquecedora, pero considera que las condiciones laborales son el principal freno. "Lo menos atractivo de la oficina son los horarios. Horarios nocturnos, festivos, trabajar domingos, no tener flexibilidad… Eso es lo que más quema".

Además, advierte de la presión que ejercen las grandes plataformas como Amazon o Primor, que obligan a las farmacias a especializarse en servicios para sobrevivir. "Las farmacias que triunfarán serán las que ofrezcan atención personalizada y servicios añadidos, más allá de la dispensación", reclama.

Moreno reclama mejores condiciones y posibilidades de crecimiento profesional. "La farmacia toca techo muy pronto. Para que las nuevas generaciones quieran quedarse, hacen falta mejores horarios, mejores sueldos y formación que permita crecer dentro del sector".

El equilibrio entre tradición y futuro, clave


El contraste entre generaciones refleja un debate profundo. Mientras los más veteranos insisten en que la vocación y la cercanía con el paciente son irrenunciables, los jóvenes reclaman un modelo laboral más motivador y sostenible, con salarios competitivos, horarios racionales y más protagonismo en la cadena asistencial.

La farmacia comunitaria sigue siendo el recurso sanitario más accesible para la población, pero necesita "adaptarse para atraer y retener talento", tal y como demandan las nuevas generaciones. Tal vez la clave esté en unir ambas visiones de cara a preservar la tradición asistencial que reivindican unos, mientras se responde a las demandas de los otros por una profesión reconocida, moderna y con futuro.
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