Miguel Ángel Morenas, farmacéutico.
Cuando terminan la carrera,
los farmacéuticos tienen diferentes vías para integrarse en el sector a nivel laboral pero, sin lugar a dudas, la opción que sirve a muchos de trampolín hacia la
industria, ya sea porque les proporciona un sustento económico o porque es su primera aproximación con aquello que han estudiado, es
trabajar como farmacéutico comunitario. Un puesto de trabajo que
Miguel Ángel Morenas, farmacéutico, describe como “sorprendente y enriquecedor”, aunque con sus pegas: “Tuve la frustración de haber estudiado una carrera de cinco años y terminar en un trabajo fundamentalmente enfocado a vender medicamentos.
Te sientes un poco sobrecualificado”, admite a
Redacción Médica. El especialista estudió Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid, impulsado por su interés en realizar algo sanitario pero con un componente social.
El farmacéutico trabajó en
oficina de farmacia para
costearse sus gastos mientras estudiaba Política y Economía, que menciona que “están muy relacionadas con la regulación de los medicamentos y con cómo la salud se complementa desde el Estado”. Aunque valora mucho el rol del farmacéutico comunitario, con el que vivió en primera persona lo que es ser un profesional sanitario de cercanía en el que confían los pacientes más envejecidos, junto con los médicos de familia,
decidió estudiar un máster especializado en industria farmacéutica. “Una de las razones que me hizo dar el salto fue la
necesidad de dar un sentido a mi formación universitaria y de aportar un mayor valor añadido a la sociedad conforme a los años de estudio que había dedicado tanto en Farmacia como en mis otras formaciones complementarias”, admite Morenas, que ahora trabaja como
especialista de farmacovigilancia en un laboratorio de genéricos español.
Unas buenas condiciones económicas
El farmacéutico valoró también cambiar el rumbo hacia la investigación, pero se decantó por la industria por dos motivos: “Por un lado, por
el entorno desafiante que supone la industria farmacéutica, una industria muy complicada, muy regulada, pero fundamental para el desarrollo de de la medicina y de las de las soluciones terapéuticas”, explica. El segundo de ellos es el de las
condiciones económicas para quiénes trabajan en esto: “Son excelentes y me parecen un incentivo interesante para sentir valorado todo ese esfuerzo que había hecho previamente en mi formación”, argumenta Morenas.
Cuando se le pregunta si se ve volviendo a trabajar como
farmacéutico comunitario, no cierra la puerta pero considera que no es el momento para hacerlo. “Creo que estoy en una etapa de mi vida, a mis 30 años, en la que
quiero seguir en un entorno como la industria farmacéutica, en el que me pueda desarrollar y pueda verdaderamente profundizar en todas las cosas que quiero aportar a la sociedad”, sostiene. No obstante, no descarta hacerlo en un futuro: “Me parece un trabajo que podría ser interesante para cuando sea más mayor, aunque que es verdad que no sé si como adjunto o con mi propio negocio, ya que creo que
la libertad del ser titular puede romper con ciertas dinámicas frustrantes que podemos sentir cuando estamos en oficina de farmacia”, concluye.
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