La sobrecarga y el agobio por tareas para las que aún se está en formación son sensaciones no tan inusuales como convendría en el entorno de los
estudiantes de Medicina y los MIR. España no es una singularidad, dado que este fenómeno se detecta de forma generalizada a nivel internacional. En Irán, por ejemplo, una reciente investigación concluye que buena parte de este colectivo de jóvenes en vías de aprendizaje echa en falta
más comunicación con sus tutores e instructores, a quienes consideran figuras clave en el proceso, así como una mayor involucración en la práctica clínica. De hecho, los futuros facultativos afirman que aprenden de cada interactuación con los profesionales que intervienen en el proceso, desde otros médicos hasta enfermeros.
“Todo el mundo está bajo presión y la carga de trabajo es alta en el entorno clínico, así que intento encontrar a gente que esté bien y conectar con ella”, indica uno de los jóvenes que ha tomado parte en este
estudio sobre las experiencias educativas de los médicos que ha sido publicado en
BMC. Por ejemplo, continúa, se puso en contacto con una enfermera “para aprender a
administrar angiocatéteres” o suturar heridas.
Los autores del estudio inciden, en este sentido, en que la comunicación e interactuación de los profesionales con los estudiantes y residentes refuerza el aprendizaje de estos últimos. Dichas lecciones no se limitan a los conocimientos científicos y técnicos, sino que además
mejoran habilidades sociales y la atención al usuario. “Puede parecer poca cosa, pero es muy importante cómo poner la succión en la boca del paciente, que no sienta y dolor y no le moleste, y eso lo descubrí de mi superior”, resumió un joven odontólogo.
Otra estudiante, en este caso de Enfermería, apuntó que también aprendieron a escuchar a los familiares de los pacientes, que “muchas veces tienen buena información sobre su enfermedad”.
Cuatro defectos en la enseñanza médica
En su conjunto, el informe señala cuatro
defectos capitales en la enseñanza médica: la sensación de soledad y presión, la observación crítica de los instructores, las deficiencias en el entorno clínico y la falta, en ocasiones, de la comunicación como herramienta de aprendizaje.
“Las conclusiones de este estudio aportan información significativa sobre las
experiencias de los estudiantes de Medicina en el entorno clínico y ponen de relieve la necesidad de un enfoque transformador de las políticas y prácticas de educación -resumen los investigadores-. Los relatos de los jóvenes destacan la importancia de
crear un entorno que fomente la autonomía y el aprendizaje activo y que aborde las presiones y los retos a los que se enfrentan, como recursos inadecuados, altos niveles de estrés y desigualdad de oportunidades de aprendizaje”.
Para mejorar la experiencia educativa, continúan, las políticas de educación clínica “deben dar prioridad al
acceso equitativo a los recursos de aprendizaje, promover una
cultura de respeto y colaboración
entre todos los profesionales sanitarios”.
Por otro lado, consideran que para abordar estas deficiencias requiere de una cooperación sólida y continua entre las facultades y los centros docentes”. Sería para ello necesario que los “responsables políticos en la educación médica” fomenten medidas y prácticas como el
desarrollo profesional continuo de los instructores clínicos, el establecimiento de sistemas de retroalimentación periódicos para recoger las experiencias y sugerencias de los estudiantes y la asignación de recursos suficientes para mejorar las instalaciones educativas y asistenciales en los entornos clínicos.
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.