La responsabilidad social aparece, cada vez más, como un lugar común en todo tipo de foros, reuniones y eventos sociales y políticos. Hay una “saludable” fiebre de lo responsable en todos los ámbitos y sectores de actividad. Son innumerables los matices y derivadas posibles que la disciplina académica y el cuerpo de conocimientos que constituyen el área de la sostenibilidad y la responsabilidad social va adoptando.

La especialización es una solución adecuada para centrar los aspectos que ciertamente importan en cada sector, desarrollar metodologías y marcos de referencia que doten de seguridad y fiabilidad a los actores parece el camino adecuado. En este sentido, la responsabilidad social sociosanitaria se abre paso en el sector salud. No es mucho lo que se ha escrito o publicado al respecto, de forma específica, pero ese hecho puede representar una oportunidad única para configurar modelos ad hoc en sanidad, más allá de los lugares comunes a los que me refería al principio. 

La sostenibilidad de las organizaciones sanitarias del sector público en España, en buena medida debido a la situación económica del contexto actual, se circunscribe por lo general a la cuestión económica, fundamental sin lugar a dudas, pero quizá insuficiente. En una línea estratégica de actuación en este sentido no se debería caer en el error de tomar como única variable para el diseño de una sanidad sostenible y responsable el hecho de si se puede o no pagar la factura del actual modelo.

El reciente concepto de responsabilidad social sociosanitaria nos remite a un modo diferente de hacer política sanitaria, tanto desde el sector público como desde la industria privada, acorde con las publicaciones y directivas que vienen apareciendo en el ámbito de la UE. En el año 2006 el Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud junto con el Ministerio de Salud y Asuntos Sociales de Finlandia publicó un documento imprescindible titulado “Health in all Policies, Prospects and Potentials”. Una obra en la que con buen tino se apunta a la necesidad de realizar no solo un pacto por la sanidad, sino una aproximación a ese pacto por la salud de los ciudadanos desde todas las políticas.

Una sanidad con vocación de ser sostenible y responsable desde un punto de vista sociosanitario pasa por atender los factores sociales como parte esencial de la cuestión. Incluir aspectos como la adherencia a los tratamientos, la formación del paciente, el papel de la familia y la atención domiciliaria por citar solo algunas variables sociales es crítico en este objetivo. Las teorías sociales son susceptibles de una healthificación, es decir, de ser incorporadas y de contribuir en la formulación de programas desde perspectivas que señalen a los gestores sanitarios los mecanismos que facilitan o impiden el éxito en los resultados de salud, que ayuden a construir indicadores adecuados y propongan alternativas y soluciones de mejora.

Por otro lado, un paciente responsable, especialmente en el caso de los pacientes crónicos, es fundamental para tener éxito en el tratamiento y disminuir las complicaciones a medio plazo y el incremento de los costes derivados de las mismas, es por tanto esencial, que el entorno familiar y social del paciente contribuya a que los hábitos de vida saludable sean la norma por defecto.

Además, en el desarrollo de una estrategia sociosanitaria responsable no podemos olvidar las cuestiones medioambientales. Es frecuente considerar los aspectos relacionados con el medio ambiente como algo marginal cuando su incidencia en la salud de las personas es determinante, tanto a medio y largo plazo como en momentos coyunturales. La ola de calor del verano del 2003 en Europa Occidental dejó tras de sí miles de muertes, especialmente en los grupos más vulnerables de edad como son los mayores. Las cohortes de población más desfavorecidas igualmente padecieron con más dureza el rigor de las consecuencias.

El entorno en el que las personas viven también condiciona su bienestar, los problemas de salud mental derivados de trastornos de ansiedad están relacionados con la sensación de inseguridad, el hacinamiento, la falta de salubridad ambiental en los barrios o la contaminación acústica. Es deseable introducir criterios e indicadores medioambientales en un marco de referencia de responsabilidad sociosanitaria porque además pueden ser una oportunidad de mejora de la eficiencia económica del sistema. El aprovechamiento de residuos, el consumo óptimo de energía y el uso de fuentes renovables deberían ser considerados entre otros factores, así como la reducción de la huella de carbono.

Para conseguir un sistema sanitario sostenible habría que tomar conciencia de que se trata de una responsabilidad de todos los agentes implicados, que son innumerables; políticos, gestores, profesionales, proveedores, investigadores, pacientes y familiares y actores de algunas políticas aparentemente no relacionadas con la salud por citar solo algunos. La nueva forma de relación entre estos stakeholder del sistema sanitario y a lo largo de toda la cadena de valor puede ser un nuevo lenguaje construido con criterios de responsabilidad social sociosanitaria, aprovechando las regulaciones ya introducidas en el marco legal y esperando del conjunto de las organizaciones un esfuerzo mayor, cargado de buena voluntad que nos lleve a conseguir el objetivo común de lograr la sostenibilidad del sistema sanitario en nuestro país.  

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