Un punto cardinal, y condición sine qua non para una reconstrucción sólida del sistema nacional de salud (SNS), es reconquistar la confianza de los profesionales sanitarios, deteriorada desde hace años, pero muy agravada por los numerosos fallos habidos durante la gestión de la pandemia y sus consecuencias sobre el colectivo.

Los datos hablan por sí solos: de un total de 650.000 sanitarios que trabajan en el sistema, se contagiaron en números redondos, más de 51.000, alrededor del 20% del total de infectados, el mayor porcentaje del mundo. De ellos, más de un 10% requirieron hospitalización, el 1,6% ventilación mecánica y más de 70 de ellos fallecieron como consecuencia de la infección por el Covid-19. No hacen falta análisis profundos para constatar el gran desgaste físico y psicológico que toda esta crisis ha conllevado para los trabajadores sanitarios. Basta una pequeña conversación para valorar mejor lo ocurrido, que incluso lleva a algunos de ellos, con un posible plan B, a sopesar el cambio de profesión o la emigración.


"Tenemos una sanidad con prestaciones de Europa Occidental, pero con sueldos de Europa Oriental"


Los problemas vienen de lejos, y el virus tan solo ha sido la puntilla. Por descontado que cualquier intento de solución tiene que pasar por una reconsideración salarial. La postulada eficiencia de la sanidad española es el resultado de los buenos resultados obtenidos, pero a costa de un muy escaso gasto sanitario, especialmente en el apartado de salarios. Tenemos una sanidad con prestaciones de Europa Occidental, pero con sueldos de Europa Oriental: la cuadratura del círculo que es necesario romper.

Es hora por tanto de pasar de la lírica de los aplausos a la épica de unas condiciones laborales y salariales mucho más dignas que las actuales. Es irrenunciable instaurar una tendencia a la equiparación con los países de nuestro entorno con plazos prefijados. Cualquier comparación causa sonrojo ya que los ingresos medios de un médico senior en Francia, Alemania o Reino Unido oscilan entre el doble y el triple de sus colegas españoles mientras que en USA simplemente los multiplican por cinco sin que el coste de la vida sea ni mucho menos tan dispar. Algo no muy distinto sucede con la enfermería, y algunas otras profesiones sanitarias del sector público, lo que está en la base de la emigración creciente de los jóvenes a países con mejores horizontes (la “movilidad exterior” que decía una ministra hace unos años). Una reciente encuesta realizada por el sindicato CSIF señalaba que casi un 70% de los MIR se plantea trabajar fuera de España cuando finalice su formación, lo cual da una idea de la magnitud del desastre.

Sistema retributivo justo en la sanidad española


Pero si se quiere que las medidas a adoptar realmente dignifiquen la labor de las profesiones sanitarias y les coloquen en el lugar que merecen en la sociedad, es necesario acompañar las imprescindibles mejoras cuantitativas de otras cualitativas que son igualmente reivindicaciones históricas ya irrenunciables. Lo primero sería un sistema retributivo más justo, centrado en el rendimiento, la capacidad profesional y la gestión de los recursos, no limitado como hasta ahora prácticamente a la antigüedad y al número de horas de guardia. Solo un empoderamiento de los profesionales, con la capacidad de acción más que demostrada durante la pandemia, y consecuentemente reconocida en el marco salarial y en la carrera profesional, puede devolverles el papel que lamentablemente han ido perdiendo a lo largo del tiempo.


"Hay una voluntad bastante generalizada de precarizar la mano de obra sanitaria para hacerla más barata y más dócil"


Junto a ello, hay que promover de una forma decidida la estabilidad laboral, tantas veces demorada, incorporando la meritocracia en la selección de personal, hoy profundamente infravalorada. Es imprescindible reducir al máximo o eliminar la interinidad, que en este momento alcanza un 30% en el conjunto del sistema nacional de salud, con cifras muy superiores en algunas comunidades que llegan hasta el 60%. Estas cifras evidentemente no traducen solo una indolencia e incapacidad de las autoridades estatales y autonómicas (que también), sino una voluntad bastante generalizada de precarizar la mano de obra sanitaria para hacerla más barata y más dócil. Lo realmente sorprendente ha sido la mansedumbre con la que se ha venido aceptando esta situación como normal a lo largo de los años y que es hora de revertir. Que uno de cada 3 sanitarios sea interino y que ya se jubilen algunos sin haber conocido otro estatus laboral es una buena prueba del menosprecio registrado durante estos años.

Algunas de las figuras profesionales que se han mostrado fundamentales en la lucha contra el virus deben ser reconocidas y potenciadas. Es el caso de los médicos de urgencias y enfermedades infecciosas, dos colectivos clave en la lucha contra el COVID-19 y que sin embargo llevan luchando sin éxito por conseguir su especialidad desde hace muchos años. Ambas deben ser reconocidas lo que haría posible la formación de nuevos especialistas de una forma reglada con vistas al futuro.

El papel de la enfermería frente al Covid-19


Un capítulo especial merece la enfermería. Siempre han sido claves en el funcionamiento del SNS, pero la crisis les ha hecho mucho más visibles y necesarias. Además de la necesaria equiparación salarial con sus homólogas de los países vecinos, es precisa una reordenación de las profesiones sanitarias en donde se aproveche todo el potencial de las enfermeras y otras profesiones y se les reconozca como uno de los agentes más importantes del cambio en el SNS. Ningún fortalecimiento del SNS es posible sin reforzar tanto desde el punto de vista cuantitativo (ocupamos el puesto 23 de la OCDE en número de enfermeras por habitante, con la tercera parte que Francia o Alemania), como cualitativo, dándoles mas funciones y competencias que las que desarrollan en la actualidad. Un organismo como la Organización Nacional de Trasplantes, donde la enfermería ha sido y sigue siendo la columna vertebral, es una buena prueba de ello, entre las muchas que podríamos citar.


"La formación continuada debe ser financiada a cargo de fondos públicos, independientes de la industria farmacéutica o tecnológica"


Todas estas líneas de acción deben converger en un empoderamiento de los profesionales, que tan importante ha sido en la lucha contra la pandemia. Hay que avanzar en la autogestión y la autoorganización de los sanitarios con menos interferencias políticas en la gestión del día a día. Su formación continuada, tanto en materia clínica como de gestión, es fundamental para el buen desarrollo del SNS y debe ser financiada a cargo de fondos públicos, independientes de la industria farmacéutica o tecnológica, para de esta forma mantenerse al margen de intereses que muy probablemente no coinciden con los del sistema. De igual manera, la necesaria reforma de la formación postgraduada a través del sistema MIR, largamente aplazada, no debería demorarse más para que el sistema continuase siendo uno de los orgullos del SNS.

En suma, la pandemia nos ha puesto de frente a nuestras debilidades, pero también nos está dando una gran oportunidad de reinventarnos. Existe el ambiente social favorable y aparentemente el momento político adecuado. Es una gran ocasión para todos los sanitarios de recuperar el terreno perdido y para bien o para mal, probablemente no se vaya a dar una situación similar en mucho tiempo.