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7 sept. 2014 18:14H
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Por Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Enfermería 

La migración de enfermeras españolas a otros países europeos es un fenómeno que comenzó en los años 90 y que poco a poco se ha ido estabilizando cada año. Por aquel entonces la enfermería era una profesión sin apenas paro en nuestro país, con algunas excepciones repartidas por el conjunto del Estado. Es por ello que, en este primer momento, la mayoría de profesionales exiliados en el extranjero eran enfermeros y enfermeras que, antes de moverse a otras ciudades españolas con menor tasa de empleo, optaban por la aventura de irse temporalmente al extranjero para tener nuevas experiencias y aprender un idioma. Entonces los destinos favoritos eran Portugal, Italia  y el Reino Unido. 

A lo largo de estos más de veinte años que han pasado desde entonces, ha habido dos hitos importantísimos para la enfermería española y por ende, para los pacientes. El primero de ellos es la importantísima evolución que ha experimentado nuestra profesión. Ha pasado de ser un oficio, sin regulación  y con dependencia jerárquica a otros profesionales, a ser una profesión universitaria que está regulada por ley, con definición, plena autonomía técnica y científica, capacidad para prescribir medicamentos y productos sanitarios,  así como plenas responsabilidades– las inherentes a su trabajo – y un cuerpo de doctrina propio. Resumiendo, hemos conseguido que nuestra profesión sea una de las más avanzadas del mundo.

Situación límite

Lamentablemente, el segundo de estos hitos no es positivo como el primero, más bien desastroso. Y es que, en los últimos años, esta situación de casi pleno empleo a la que me refería en el primer párrafo, ha pasado a la historia. El paro en enfermería se ha disparado hasta acumular más de 20.000 profesionales desempleados, no se cubren apenas bajas y, mucho menos, relevos generacionales y los recién graduados no tienen oportunidad alguna de trabajar ni un solo día al año para poder acumular experiencia.

De esta manera, todo ese esfuerzo personal y económico necesario para formar “los mejores enfermeros del mundo” se ha convertido en una ventaja hoy para los ciudadanos de países como el Reino Unido, Alemania, Noruega, etc donde las enfermeras y enfermeros españoles están teniendo la necesidad de emigrar para cuidar pacientes allá donde encuentran trabajo, lejos del país donde se formaron con el esfuerzo de todos.

Resulta una tragedia, una locura, un sinrazón, el hecho de que nuestros profesionales tengan que emigrar para poder trabajar mientras España necesitaría contratar más de 100.000 enfermeras para poder prestar asistencia con garantías de calidad y con la misma cantidad que lo hacen las enfermeras del conjunto de los países de nuestro entorno europeo. Sin embargo, en esta vida el disparate y la injusticia no tiene límites y ahora nos encontramos que un país como Alemania está vulnerando, en muchos casos tal y como hemos podido ver en la reciente manifestación llevada a cabo por colegas nuestros en Berlín-  los derechos sociales de la inmensa mayoría de los enfermeros que acoge.

Los abusos de Alemania

De esta manera, con la excusa de que no dominan el idioma, las enfermeras son contratadas como auxiliares de enfermería con unas condiciones indignas e incluso, en numerosas ocasiones, ilegales. Para poder enumerar las irregularidades detectadas sería necesario hacer todo un tratado, a modo de resumen cabe contar como hemos detectado contratos donde se establece que el trabajador tendrá que desempeñar cualquier actividad que determine el contratante con independencia de si son o no las funciones que la legislación europea y española determinan para las enfermeras. También hay contratos donde los empresarios se reservan el derecho de cambiar la situación geográfica de los profesionales con un preaviso de sólo 48 horas, aquí cabe señalar que los profesionales han pagado el aval del alquiler de su vivienda y se les obliga a renunciar y perder mucho dinero. Finalmente están los cursos de alemán que supuestamente paga el contratante pero que, en caso de renuncia deberá asumir el empleado habiendo casos que han tenido que pagar hasta 6000 euros para poder liberarse de unas condiciones que recuerdan la esclavitud de tiempos que creía superados.

No obstante es necesario aclarar que países como Gran Bretaña, Italia, Finlandia y Holanda ofrecen puestos de trabajo donde se cumplen las condiciones laborales establecidas por los tratados internacionales y las directivas comunitarias que nos son de aplicación , donde los enfermeros y enfermeras son tratados con la dignidad profesional, académica y humana que merecen.

Desde el Consejo General de Enfermería llevamos meses denunciando la situación en Alemania, hemos trasladado el problema a los ministerios de Trabajo y Sanidad sin éxito. Mientras, nuestras enfermeras en Alemania siguen maltratadas y es algo que no vamos a seguir consintiendo ni un día más. Vamos a denunciar la situación ante la Comisión y el Parlamento europeos de cara a poner freno cuanto antes a esta injusticia. Para conseguirlo contaremos con el apoyo de la Federación Europea de Asociaciones de  Enfermería (EFN en sus siglas en inglés) a quien ya hemos pedido intervención inmediata en calidad de máximo organismo de representación de la enfermería europea.

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