Dice Friedrich Nietzsche que “la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”. Llevamos años, lustros, decenas de años, con la esperanza de que algún día llegará el cambio, la refundación, el “reinicio”, la reforma, actualización, modernización, etc. del Sistema Nacional de Salud. Años en los que los unos y los otros, la derecha y la izquierda, el siempre esperado centro y los extremos del espectro político, dicen que hay que ponerse mano a la obra para mejorar el SNS. Por ello, nuestra esperanza es que, en algún momento, llegaríamos a verlo. Pero no, lo cierto es que nuestro tormento, como bien dice Nietzsche, se prolonga y no parece vislumbrarse un final feliz.

Las elecciones del pasado domingo 28 de mayo, celebradas tras una precampaña y campaña electoral dura, intensa, plena de crispación, en medio de una batalla dialéctica que supera los límites de la cortesía política, sin respeto al contrario, vacía en ciertos partidos de ideas y propuestas, eso sí, llena de ocurrencias, frases y chascarrillos que buscan contentar a “los míos” a base del escarnio de “los otros”, han dictado sentencia. Hay un claro ganador y también evidentes perdedores.

Los perdedores no han sabido encajar la derrota, deslegitima al propio votante, al que “acusan” de no saber votar, de hacerlo bajo la desinformación, el control mediático que ocasiona la “infoxicación” interesada, no saber entender sus mensajes y lo grandes y buenas que han sido sus ideas, propuestas, programas…etc. En este sentido debo reiterar que tan importante como saber ganar, es saber perder, y creo sinceramente que no se ha sabido perder y en ello llevarán dos penitencias, la de la propia pérdida electoral y la que se les aplicará de nuevo tras su airada respuesta y no saber encajar la derrota. Más fácil parece que sería decir “nos hemos equivocado, los ciudadanos nos han retirado su apoyo, debemos pedir disculpas por los errores cometidos, analizar qué ha pasado, ponernos a trabajar de inmediato para recuperar de nuevo la confianza”.

Pero claro, volviendo al título de esta tribuna, estas elecciones del 28M certifican la muerte del SNS. La reforma de nuestro Sistema Sanitario necesita un acuerdo y consenso de las principales fuerzas políticas, necesita modificaciones de tal calado que deben ser asumidas por los partidos que tienen posibilidades reales de formar gobiernos, modificaciones que deben ser entendidas por pacientes y profesionales, algunas de cierto calado que podrían suponer un importante “desgaste electoral” que deben asumir en alícuotas partes, por ello la necesidad de esa unidad para no utilizar este tema como arma política arrojadiza.


"Ahora toca la próxima meta, las elecciones del 23J; todos quietos, nueva “sesión clínica”, el paciente llamado SNS sólo en su habitación, agonizando, esperando que los sesudos expertos decidan qué tratamiento se le administra"



Tras lo sucedido el 28M hemos visto recrudecerse la crispación política, ahondar en la separación entre los bloques de ideología política diferente, volvemos a sacar a relucir los mismos argumentos políticos de siempre, sucesos que no mencionaré pero que son de hace casi un siglo, de décadas atrás, ya superados por todos nosotros, pero que una y otra vez saldrán en el argumentario electoral de nuestros partidos políticos. De nuevo eso de fascista, comunista, bolivariano, reaccionario, independentistas, “Bildu Etarras”, señalar a periodistas, medios, Paracuellos, Franco, … Siento decir que se cumplirá eso de “es mejor estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar las dudas”.

Mientras esto sucede, mientras se vuelve a paralizar todo por estar de nuevo en campaña electoral, mientras se retrasa la constitución de nuevos gobiernos autonómicos para evitar esas coaliciones que todos sabemos que se producirán, mientras todo esto lo sabemos, nuestro Sistema Sanitario seguirá deteriorándose, seguirá a la espera de que se aborden las reformas necesarias, su caso se someterá a una interesante “sesión clínica” para que los expertos sigan estudiando el caso, olvidando que el paciente necesita tratamiento urgente, que se está muriendo y no hacemos otra cosa que estar a “lo nuestro”, olvidando que el problema lo tiene nuestro paciente, nuestro SNS.

Siento el pesimismo, no puedo evitarlo. Si la esperanza es lo último que se pierde, confieso que yo ya no la tengo; si la esperanza depende de voluntades políticas, apaga y vámonos. Y para terminar recordemos esta frase de Winston Churchill: “la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez”. Y volvemos a empezar, ahora toca la próxima meta, las elecciones del 23J; todos quietos, nueva “sesión clínica”, el paciente llamado SNS sólo en su habitación, agonizando, esperando que los sesudos expertos decidan qué tratamiento se le administra. Lo mismo cuando se tome una decisión y se vaya a la habitación para administrar el tratamiento nos encontramos que el paciente ha fallecido y ya solo debamos certificarlo.