Decía
Henry Ford que “la mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas que en afrontarlos”, frase que se puede aplicar al tema del que trato en este artículo. Se habla mucho del
Estatuto Marco, del estatuto propio para
médicos y facultativos, pero se habla poco de cómo afrontar el problema, cómo resolver un conflicto que corre riesgo de cronificación e imposibilidad de solucionarse mediante un ganar-ganar de ambas partes,
Administración y médicos y facultativos.
La
sanidad pública española se encuentra sumida en una de las
crisis laborales más prolongadas y complejas de los últimos años. En el corazón del conflicto está la demanda histórica de los médicos de contar con un Estatuto Marco propio que regule de manera específica y justa sus
condiciones laborales. Lo que comenzó como una
reivindicación sectorial se ha convertido en un pulso nacional con
huelgas, manifestaciones, concentraciones y una tensión creciente que amenaza la estabilidad del sistema.
El conflicto está vivo y se desarrolla más allá incluso de la
mesa de negociación, estancada tras meses de presión y conflicto, donde se citan el Ministerio de Sanidad y los sindicatos médicos, como
CESM,
AMYTS, entre otros). Sin embargo, el
diálogo avanza con lentitud y existe una profunda desconfianza. Los médicos acusan al Gobierno de dilatar el proceso y de presentar
borradores que no recogen sus demandas esenciales.
Vemos protestas sostenidas y escalada de la tensión, la paciencia de los facultativos se agota, se suceden los paros y las huelgas, tanto a nivel nacional como en
comunidades autónomas concretas. Estas protestas no son esporádicas; son acciones continuadas que reflejan un
malestar profundamente arraigado que va más allá del estatuto, tocando problemas estructurales como la
precariedad y la
sobrecarga asistencial.
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"El conflicto del estatuto médico es la punta del iceberg de un malestar más profundo. La solución no es fácil, pero es urgente. Se necesita coraje político y flexibilidad por parte de los sindicatos"
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El punto de fricción principal es el anteproyecto de Estatuto Marco presentado por el Gobierno. Los médicos lo rechazan porque, en su opinión no garantiza la
jornada de 37,5 horas, sigue permitiendo a las comunidades autónomas establecer jornadas de 40 horas, lo que consideran un paso atrás; no reconoce la especificidad de
guardias y turnos, no las valora adecuadamente en términos de
descanso y remuneración; carece de medidas para acabar con la precariedad, no soluciona los problemas de los
médicos interinos y no frena la
fuga de talento al extranjero o a la
sanidad privada; permite una "desregulación encubierta" al dejar muchos aspectos en manos de las comunidades autónomas, por lo que se teme que se perpetúen las
desigualdades territoriales.
Las perspectivas dependen por completo de la
evolución de la negociación, y se vislumbran varios escenarios:
- Escenario optimista (
acuerdo rápido): Ambas partes ceden. El Gobierno presenta un texto que satisface las demandas clave (jornada, guardias) y los sindicatos lo aprueban. Este es el escenario deseado por todos, pero actualmente parece
poco probable dada la brecha existente.
- Escenario probable (
negociación larga y tensa): El conflicto se alarga durante meses. Las huelgas continúan de forma intermitente, causando un
grave perjuicio a los pacientes y un desgaste enorme para los profesionales. Se logran avances parciales, pero el acuerdo final puede quedar lejano.
- Escenario pesimista (
ruptura y confrontación): La mesa de negociación se rompe. Esto desencadenaría una
huelga médica indefinida a nivel nacional, un escenario sin precedentes desde la huelga general de médicos por los años 80 del siglo pasado (dicho así parece aún más lejano en el tiempo) que
colapsaría la sanidad pública. La presión social sobre el Gobierno y los médicos sería inmensa.
Crisis de vocación
Más allá del estatuto, el conflicto ha sacado a la luz una
crisis de vocación y condiciones. La profesión médica se siente despreciada, mal pagada y exhausta. El verdadero peligro es que, gane quien gane este pulso, la
sangría de profesionales jóvenes hacia otros países o sectores continúe, lo que hipotecaría el futuro de la sanidad pública.
Resolver este conflicto requiere no solo un acuerdo sobre un texto legal, sino un cambio de actitud y un
reconocimiento real del valor de los médicos y facultativos. Las claves para una salida satisfactoria pasan por:
1º.-
Voluntad política auténtica: el Gobierno debe demostrar con hechos, no solo con palabras, que prioriza este acuerdo. Esto implica presentar un borrador ambicioso que aborde los puntos clave sin ambigüedades.
2º.-
Diálogo sincero y construcción de confianza: ambas partes deben dejar atrás las descalificaciones y trabajar con transparencia. Los médicos necesitan sentir que se les escucha y que sus sacrificios durante la pandemia no han sido en vano.
3º.-
Un Estatuto con un texto final claro, vinculante y con un marco común para toda España. Debe incluir: jornada laboral de 37,5 horas semanales de manera efectiva e intransferible; reconocimiento y retribución justa de las guardias, con periodos de
descanso compensatorio reales;
carrera profesional atractiva que permita el desarrollo e incentive la permanencia en el sistema público; soluciones para la interinidad y medidas concretas contra la
temporalidad abusiva.
El acuerdo debe ir acompañado de un
pacto de estado por la Sanidad Pública que aborde otros problemas de fondo:
financiación, primaria versus hospitalaria, apuesta por la prevención y promoción de la salud y la integración de
nuevas tecnologías. Los médicos son el pilar del sistema, pero el sistema en sí necesita una reforma estructural.
El conflicto del estatuto médico es la punta del iceberg de un malestar mucho más profundo. La solución no es fácil, pero es urgente. Se necesita
coraje político y flexibilidad por parte de los sindicatos para encontrar un punto de encuentro. El futuro de una sanidad pública, que es orgullo y refugio de los
ciudadanos, depende de que los que la cuidan se sientan, por fin, cuidados y valorados. El tiempo corre en contra, y cada día de incertidumbre aleja a más médicos y debilita un poco más los cimientos de nuestro sistema sanitario.
Gastemos
menos tiempo en hablar del problema y más en afrontarlo.